En una de estas que vamos a Potes se me acordó que allà al lado está el monasterio de Santo Toribio de Liébana y nos pegamos un saltito hasta él. Manda caray que son cinco minutos de coches, pero en Potes se lÃa uno con la de cosas que hay de comer, la de sitios donde comprar cosillas, que si un cafecito, que si un orujito, cuando te das cuenta allá va la tarde y no queda tiempo ni neuronas para ver monasterios.
Pues bien, hubo una vez hace ya tiempo que nos sobró tiempo como para acercarnos aquà a echar una ojeada. Arriba un aspecto del frontal de monasterio con su parking delante, y aquà abajo una vista del lateral por donde se entra a ver el famoso Lignum Crucis. Eso si, antes de verlo otros dos elementos llamaron poderosamente mi atención.
El primero fue una escultura en la pared. Fijaros bien en los hombres de la imagen. El del centro debe ser uno al que le gustaban las pelis de Travolta porque lo han pillado totalmente en una posición de «Stayin’ alive». A su izquierda, el maestro se echa la mano a la cabeza en una clara posición de «¡No por favor, otra vez no!».
Vean, vean, poco más y lo esculpen bailando la Macarena.
Al otro lado podemos contemplar una sólida puerta con una cruz y un montón de santos luciendo a su alrededor.
¿Qué cómo sé que son santos? Digo yo que por la coronita alrededor de la cabeza. En principio me imaginé que serÃan Jesús en la cruz y los apóstoles alrededor, pero cuando los conté a mi me salen quince. ¿Sabéis si para los apóstoles habÃa suplentes, como en los equipos de fútbol?
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