Volvemos al paseo en barquito turÃstico entre Laredo y Santoña que nos dimos hace ya unos domingos. Estaban lo santoñeses en fiestas con un montón de puestecillos variados y bastante gente en el paseo marÃtimo. Desembarcamos aquà y ya nos volveremos a Laredo en el barco de la tarde.
Hacia el otro lado ni puestos, ni gente. Será que cómo casi era hora de comer los de esta parte se habÃan ido ya de bares. Puedo afirmar y afirmo que en los chiringuitos del centro el aforo estaba casi completo.
Unos pocos disfrutaban las tumbonas de piedra. Un poco durillas para mi gusto, lástima no haber llevado una toalla o una colchoneta para disfrutarlas mejor.
Además del barco que hace el recorrido turÃstico por la rÃa hay otro que va desde aquà mismo hasta el Puntal de Laredo, la playa justo enfrente y cuesta tres euros y medio. La playa de Santoña es bastante pequeña y con marea alta casi desaparece, asà que una de dos, o coche y a la playa de Berria que está a un par de kilómetros o barquito desde el centro y visita al Puntal.
Mira, un monumento que no habÃa visto en visitas anteriores. Un noray sobre base de mi querido hierro oxidado con placa conmemorativa.
Y en la placa… ¡una dedicatoria a mi! Gracias, gracias, gracias, gracias, no me lo podÃa ni imaginar, estoy encantado de estar aquÃ, es un sueño hecho realidad y todo es que se dice cuando te dan un premio. El próximo, si es posible, que venga con dotación económica.
Otro monumento más, éste sà que lo habÃa visto y retratado pero no habÃa salido en ninguna entrada. Está dedicado a Juan de la Cosa, el marino que acompañó a Colón e hizo el primer mapa de la costa americana antes de tropezarse con las flechas envenenadas de unos indios que vivÃan por Colombia.
El monumento es una carabela de piedra sobre dos columnas, bastante más lucido y elegante que el busto que le han dedicado en la rotonda del Chiqui en el Sardinero.
Pocos detalles más, el estómago empezaba a reclamar atención y nos fuimos al centro para acabar en el Bar Quiren con gran alborozo y regocijo por lo bueno que estaba todo. Estábamos en la Plaza de San Antonio, señalada por una placa de cerámica bastante maja en una pared colorada, con sus desconchones y sus cables eléctricos bailando por ahÃ.
Al lado también habÃa una pastelerÃa recién abierta. Como era de esperar… picamos. Pasamos por delante, veo lo que tenÃan en el escaparate, veo lo que tenÃan en el mostrador, ay madre qué pinta tiene todo… hala, para dentro, me ponga uno de estos y otro de esos… asà no hay quien adelgace…