Tan sobrio como es el Palacio de Soñanes por fuera, entras y te llevas el sorpresón de meterte en una fiesta de colorines. Muebles clásicos, alfombras de época pero paredes y techos contrastando con un abundante colorido.
Levantando la vista fijaros la decoración. Hasta el cuadro es llamativo. Y curiosamente semejante batiburrillo no resultaba desconjuntado ni desagradable a la vista.
¿Y el hueco de las escaleras? Espectacular, iluminado por la luz entrante de unas ventanas al lado de la cúpula.
Lo mismo pero desde arriba. Colorines, columnas y material para un montón de fotos.
Esta y la siguiente es el piso de arriba de todo, con la cúpula azul, la misma abundancia de colorines y decorado «a su manera».
Para alucinar. Antes de irnos paramos un momentito en el cuarto de baño y ¿qué se podÃa esperar? Colorines, colorines y más colorines…
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