Esto ni es otoño ni es ná

Si no hubiera visto en el calendario que es nueve de octubre y eso viene a ser ya el otoño hecho y derecho, juraría que estamos entrando en julio, tal es el tiempo que está haciendo estos días por aquí. Ultimamente, 26ºC a las siete de la tarde a la sombra, más de treinta al sol. Por supuesto yo sin mi prueba gráfica no me quedo, el trasto este dentro de casa y otro sensor en el exterior dan fe de mis palabras:

¿Y eso a qué lleva? A que a las ocho y media de la tarde (bueno, más bien noche) todo el mundo de paseo por Santander en mangas de camisa, tomando el aire o dándole un poco de oxígeno a la hostelería porque en las terrazas se está de muerte.

Es que ni viento hace a esas horas, que ya es raro. Fijaros cómo estaba ayer de flácido el banderolo de la rotonda:

Evidentemente si los santanderinos pasean incluso aunque haga mal tiempo, como les dés buena temperatura y ausencia de viento los tienes a todos en la calle, niños, niñas, jóvenes y mayores, no debe parar en casa ni el gato. Me imagino que los hosteleros rezando porque el veranillo se estire un poquito más y en cambio los agricultores echando pestes porque menuda sequía, según el periódico la peor en 23 años.

Poquito a poco se van disipando nuestros temores como pasaba con el protagonista de «Bienvenidos al norte«, peli que deberíais ver si os queréis reir un rato. Pensábamos que nos veníamos al norte, donde la gente era mucho más cerrada y el clima poco menos que un sucedáneo de Noruega, y ná de ná de ná. Con la gente que vamos conociendo no podemos estar más encantados y el clima bastante mejor, suelo hablar por teléfono bastante con mi madre (que sigue en Galicia) y una de sus preguntas fundamentales de la vida es «¿Qué tal está el tiempo ahí?». De momento el número de veces que el de aquí es mejor gana por goleada.

Claro que no todo son ventajas. Palabrita que hasta estoy deseando que llegue el otoño de verdad, al estar este año por casa en vez de currando aproveché para pegarme un buen lote de playa y ya me llega de calor, apetecía empezar a ver un cambio. Por otro lado el sábado pasado me fui a echar una ojeada a ver el hayedo del Parque Natural del Saja-Besaya con la oscura intención de ponerle los dientes bien largos a Merce, que sé que estas cosas algo le gustan. ¿Problema? Que sol, calor y falta de agua dan como resultado que un hayedo verde muy bonito, impresionante, pero nada de eso colores amarillos y marrones que tanto nos gustan.

En el suelo sí, algunas hojas habían caído y formaban ese suelo tan típico, ni maleza ni helechos, sólo una alfombra de hojarasca marrón rojizo.

Avisaros que el lugar es precioso, enorme, hay arboledas, ríos, puentes, claros, lugares donde casi no ves la luz del sol, vaquitas…

Y lo mejor de todo es que está a poco menos de cuarenta y cinco minutos de casa, así que el fin de semana que viene igual me paso por la zona otra vez, y el siguiente, y el siguiente… así hasta juntar una buena colección de fotos de hayedos aunque reviente el obturador de la cámara nueva. Todo sea por chinchar y dar envidia que eso sí es lo mío. 😉

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