Dentro de la iglesia de San Vicente de la Barquera se puede ver escondida en una esquinita la «Capilla de los Corro», encargada por el inquisidor Antonio del Corro allá por 1521 para albergar su tumba y la de la parentela. Como de la suya ya hablé hace tiempo, hoy toca el resto de la capilla que se ve asà desde fuera.
Eso del suelo es una trampilla que va a dar a una cripta-osario. Lo del fondo a la derecha es la tumba del inquisidor realizada ni más ni menos que en mármol de Carrara, se ve que le iban bien los negocios o que le daban una comisión por cada hereje reconvertido en hoguera. A su izquierda está otra tumba de una pareja.
Se supone que son los abuelos del inquisidor, Fernando del Corro y Catalina Calderón. Según un cartel son unos cien años más antiguos, aunque haciendo números no me salen las cuentas de cómo unos abuelos pueden tener cien años más que el nieto. Claro que si el Papuchi tuvo un hijo a los noventa años ya me creo todo lo demás.
A la derecha os habréis fijado que hay algo de colorines. Y tanto, un altar que otra cosa no sé, pero columnas de colorines tiene todas las que quieras. Pensé que aquel de Melide habÃa marcado la cima en el campeonato de altares espantosos, pero aquà le ha salido una competencia muy dura.
¿Y el frontal? Con unos azulejos encargados probablemente a la misma empresa que forró la barra del Solórzano. No entrará éste dentro del grupo de los altares más elegantes, eso os lo garantizo.