Volvemos a la cueva Cucabrera desde donde lo habÃamos dejado, justo a punto de llegar. Media vuelta al camino y aquà estamos, frente a la entrada. Habrá a quien le parezca decepcionante por pequeñita, pero mira, para caminar un rato y sacar unas fotos a mi me sirve perfectamente.
Mucho más espectaculares son las vistas hacia los acantilados. Insisto que hay que volver aquà cuando el mar esté bravo porque puede ser una experiencia de impresión.
Véis que la cueva tiene dos bocas. En la de la derecha hay un banco corrido hecho de cemento y ladrillos, a la derecha una repisa de azulejos y al fondo una imagen de la Virgen.
Una jardinera con unas hortensias medio secas, un azulejo en la pared y una estatua pequeña en dorado. No es la más bonita que he visto pero supongo que sirve de sobra para lo que la quieren.
En la pata más exterior de la mesa hay una inscripción con el nombre de la peña donde está la cueva y probablemente el año de construcción de todo esto.
La boca izquierda era parecida aunque con el banco medio roto. Tiene más profundidad que la otra asà que voy a echar una ojeada.
HabÃa bastante mierda de cabra por el suelo, esperemos que no esté ninguna echándose la siesta y se cabree si la despierto, o que no haya ningún oso necesitado de unas últimas vitaminas antes de empezar la hibernación. Más o menos unos diez metros se puede entrar, ahà se acaba la cueva. Quizá agachándose y a rastras se pueda hacer un poquito más, pero ni hay ganas ni mi religicón me lo permite a estas horas de la mañana.
Una vez visto lo que habÃa seguimos un ratito más por el camino que nos habÃa traÃdo hasta aquÃ. Cinco minutos después giramos una curva y esto es lo que se nos presentaba ante los ojos. Vaya panorama… probablemente se pueda llegar hasta Ajo por la costa, tengo que apuntarme la ruta porque es ideal para un dÃa que me pille con ganas de caminata.
Vuelta atrás, vuelta a la playa de Galizano y subida hasta el aparcamiento donde habÃamos dejado el coche, esa impresionante máquina de color blanco escondida detrás del árbol. Mira que es feo el pobre Clio, pero como anda, me lleva, me trae, no se le rompe nada y si se rompe lo arreglo yo mismo con cuatro duros, al final hasta le acabé cogiendo cariño y todo.
Muestro el árbol en la foto anterior y no mi maravillosÃsimo coche porque a ese arbolito alguien debió colocarle un candadito en la base del tronco hace años. El arbol fue creciendo pero el candado no, asà que ahora tenemos un árbol con un candado integrado en el tronco.
Señores enamorados de los candados, por favor, que los pongan en los puentes, vale. Que los pongan en las vallas, vale. Pero antes de ponerlo en un ser vivo como es un árbol podÃan pensárselo dos veces o hacer la prueba a colocárselo unos dÃas en salva sea la parte y si les hace poca gracia, al árbol es probable que tampoco le haga ninguna.
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