Después de darnos una vuelta por la playa de Cuevas del Mar enfilamos una senda que parte desde el único chiringuito playero que hay. Fuimos subiendo hasta llegar en un cuarto de hora a un banco de madera justo frente a esta casa. ¿Veis aquello que hay sobre el horizonte? Eso es la ermita de San Antonio.
Para llegar toca cruzar ese prado, que será particular pero tienen un paso perfectamente señalizado.
Cuando vio lo que nos esperaba, a la parienta casi me le da un jamacuco. A ella le dan repeluses los bichos grandes y el camino va por ahÃ, por el medio…
¡Tranquila mujer, tú no te preocupes, que si viene un animaluco ya te defiendo yo! Parece que la señora se fue convenciendo y allá vamos. ¡A cruzar el prado se ha dicho! Este por lo de pronto no parece muy agresivo.
Este por suerte tampoco tenÃa muchas ganas de perseguirnos. Aunque no se distinga, lo pillé in-fraganti haciendo aguas menores.
Dos que también estaban a lo suyo y pasaron de nosotros. Con lo bonitos que eran bien podÃan haberse acercado más para hacerles un buen retrato,
Poco a poco seguimos caminando, pasamos delante de los animales, llegamos a la desviación de la microplaya de San Antonio y sus acantilados (que ya salieron aquÃ) y finalmente hasta la ermita. Una vueltecilla alrededor y foto con las montañas de fondo. Bueno, montañas por decir algo, que la nube habÃa empezado a bajar y salvo estas en primer plano, el resto de las cimas ya no se veÃan.
Una ojeada al interior de la ermita con sus tumbas en las paredes. Me imagino que serán sólo las lápidas, porque no tienen grosor los muros como para meter dentro un ataúd, ni una urna de cenizas ni nada de nada.
Tumbas también en el suelo, y no de cualquiera precisamente. Esta es de Ricardo Tejada, Duque de Estrada, que no tengo ni idea de quien será pero ya tiene un tÃtulo nobiliario más que yo.
No habÃa sólo una, en total eran cinco y algunas con aspecto de ser bastante más antiguas. Según parece son familiares del Conde de la Vega del Sella que tampoco sé quien era pero también tiene como mÃnimo un tÃtulo más que yo.
Aquà se ven las cinco (una de ellas de refilón) y el altar al fondo. Más espartano imposible.
Qué lejos queda esto de otros altares con abundancia de santos y profusión de dorados. Aquà un cristo en la cruz, el santo al que le dedican la capilla y para de contar.
Por cierto, y como curiosidad, si San Roque iba con su perro a todos lados aquà a San Antonio lo ponen con un cerdo de acompañante. Sabiendo la fijación que tengo con los gorrinos estoy por nombrarlo patrono del blog.
Poco más habÃa que ver, que la ermita es bien pequeña y simple. Monte a través nos fuimos de nuevo a la playa para coger el coche e irnos a Llanes aprovechando su cercanÃa. Suele estar bastante animado y para entretenerse dos horitas o tres viene perfectamente, aunque eso ya es otra historia.