Una de mis pelÃculas favoritas de siempre es Amelie. No sé cuántas veces la habré visto, pero si me siento delante de la tele y pasando de un canal a otro (lo único que sirve la TV, eso y ver cosas bajadas de internet) me la encuentro en alguna cadena la vuelvo a ver una vez más. Y si la pillo a medias, la vuelvo a ver a medias una vez más. De todo lo que sucede me quedé con el detalle del enanito viajero. Mientras recorrÃamos Burdeos veo una jirafa de cartón-piedra con la vista fija en una señal de prohibido justo delante de la Torre Pey-Berland. Detrás, un hombre le sacaba fotos con el móvil. FÃjate tú qué curioso, éste debe estar haciendo lo mismo que la de Amelie con el enanito.
Un rato después, en otra parte de la ciudad, pasa delante nuestra un utilitario y distinguimos en su interior no sólo al fotógrafo ¡sino también la jirafa! Llevaba el asiento del acompañante abatido, las patas de la jirafa hacia el maletero y el cuello y la cabeza hacia adelante. Pasó a mi lado y ni tiempo me io a sacar la cámara. Vaya, qué pena. Con lo que no contaba es que después, sentados frente al rÃo descansando los maltrechos pies, aparece de nuevo el retratista de jirafas para sacarla con la otra orilla como fondo.
Foto va, foto viene, me la llevo, la pongo aquà y vengan fotos con el «Pont de Pierre» al fondo.
Todo el mundo en el parque se olvidó de Burdeos y sólo tenÃamos ojos para el que hacÃa jirafotos (fotos de jirafas, si se me permite la abreviatura). Venga unas hacia el palacio de la Bolsa, otras hacia aquÃ, otras hacia allá. Desde entonces busco periódicamente «jirafa burdeos» a ver si aparece algo pero de momento nada de nada. Que conste que no desisto, tarde o temprano acabaré enterándome de qué era aquello.