Para celebrar que estoy motorizado otra vez nada mejor que aprovechar uno de esos dÃas en que el sol empieza a mandar, la temperatura es agradable y casi no hay gente por la playa de Somo para pegarme un paseo de los kilométricos sobre la arena. Lo primero que compruebo es que la vida sigue igual. A principios de marzo los temporales convirtieron las terrazas de la urbanización de Somo en ruinas. A principios de abril todo seguÃa igual. Estamos a mediados de mayo y nada ha cambiado. Tranquilidad. Sobre todo mucha tranquilidad, no nos vayamos a herniar.
La playa para mi solito y otros cuatro pelagatos. Mucha luz, mucho sol, aunque airecito fresco. Da igual, yo me llevo forro polar, un cortavientos y que sople lo que quiera. Aún asà me crucé con gente que iba en camiseta. Algunos cántabros deben tener dos pelotas como dos sandÃas porque lo intento yo y al dÃa siguiente palmo de neumonÃa.
Mi querido barquito, co-protagonista de la gran aventura «Salvado in-extremis«. Ahà sigue, a ese no hay temporal que le afecte ya.
Dos windsurfistas en medio de la bahÃa, esforzándose para salir a mar abierto. Fastidiado lo llevaban porque el viento les venÃa justo de cara, algo raro porque no suele soplar del este habitualmente.
Poquito a poquito estos dos y otro más lo consiguieron, salieron a mar abierto y les perdà la vista detrás de la isla de Mouro no sin antes retratarlos para dejar constancia. Yo feliz, asoleándome, caminando, sacando fotos, ¿qué más se puede pedir aparte de una primitiva millonaria (no me refiero a la parienta, malpensados)?
Un rato después eran otras dos las velas que pugnaban por salir de la bahÃa, esta vez barcos pequeñitos. Al fondo a la izquierda se ve el islote de la Horadada con su no-arco de piedra, a la derecha las caballerizas del Palacio de la Magdalena y justo delante una excavadora amarilla que está currando estos dÃas en la Ãmproba tarea de reponer arena.
Cosas de usar un teleobjetivo, que aplana la foto y a pesar de que entre las casas y el faro hay toda una playa (el Sardinero) por medio parece como si el faro estuviera plantado entre los tejados.
Por último una foto que aunque la autorÃa fÃsica es mÃa, la autorÃa intelectual es de la parienta. Hace tiempo dando otra vuelta por la playa de el Puntal mientras yo me entretenÃa con mis habituales ocupaciones (retratar musarañas, gusarapos y guanaminos), ella sacaba esta imagen con su móvil. Lo que antes era una duna completa, desde los temporales tiene una impresionante discontinuidad que une ambas playas. Aquà está el mar muy tranquilito pero fue increÃble ver las olas pasando de un lado a otro, tsunamis en pequeñito atravesando la duna y llevándoselo todo a su paso.
El recuerdo del invierno, que se va quedando atrás. Ahora toca poner el chip de veranillo, que este año promete y hay que disfrutarlo todo lo que se pueda.