Llega el verano, esa época en que no suele estar bien visto pasear con los perros por la playa asà que poco a poco voy restringiendo mis visitas con el par de perretes a los dÃas que hace mal tiempo. Como siempre me acerco a una que suele estar prácticamente vacÃa, compruebo que no haya nadie en las proximidades y los suelto para que disfruten corriendo, gastando toda la energÃa que quieran en hacer kilómetros por la arena. Como uno es un ser civilizado, me llevo mis bolsitas de modo que si un perro hace caca en la arena, un servidor lo recoge y lo lleva a una papelera, algo que podrÃan aprender a hacer más de uno y más de dos, que si a veces me quejaba de ésto en Vigo, aquà no os creáis que mejora la cosa sino todo lo contrario.
Alguna vez me he encontrado con la desagradable sorpresa al volver a casa de que uno de los perros traÃa un corte en alguna almohadilla de la pata debido a la cantidad de cristales que hay entre la arena, que me pregunto de donde saldrán porque hay muchÃsimos. Total, que las tres últimas veces me llevé a los perros, una bolsa del súper y mientras ello corrÃan y se entretenÃan, yo iba viendo al suelo y recogiendo cristales. Fijaros aquà qué cerquita estuvo uno de llevarse un buen corte para casa, imaginaros si el que pasa es un niño…
De recoger cristales, pasas por delante de una botella de plástico tirada y bah, venga, la recojo también. Asà poco a poco fui ampliando el objetivo a las botellas de plástico, bolsas de plástico, otros trozos de plástico, latas oxidadas e incluso me encontré un pincho apoyado en una piedra que si lo pisas, como poco te ganas el tétanos. Foto, por supuesto, que luego la gente no se cree que el tema sea tan espectacular como lo cuento. Asà estaba el pincho, medÃa una cuarta de largo y fijaros qué puntita mas rica.
¿El resultado? En un cuarto de hora ya tenÃa la bolsa llena. Bolsas, plásticos, latas y muchos, pero que muchos cristales. Ni me pagan nada, ni espero reconocimiento, lo hago porque quiero, porque me parece bien y porque asà además me entretengo.
Como añadido, unas veces hemos encontrado peces muertos, otra vez aquel lenguado al que salvamos la vida, y ésta una sepia muerta que menudo tamañito tenÃa la jodÃa. Esa correa asà doblada mide medio metro, calculen ustedes el tamaño de la sepia contando que le faltaban los tentáculos.
La devolvà al mar para que sirva de alimento al resto de pececitos, porque si la llego a dejar en tierra mi perro se la zampa en dos bocados. Este nació en Galicia y salió al dueño, le va la carne, el pescado, los yogures, la fruta y aún tengo la duda de si sabrá pelarla, pero le echas una centolla y seguro que se la intenta comer. Darle Mateus Rosé aún no he probado, pero me apostarÃa lo que fuera a que le das un poquito y después no vuelve a querer agua en su vida.