Vamos con la segunda parte del recorrido camino del Túnel de la Engaña, si alguien se quedó sin leer la primera, aquà puede verla. Dejábamos el recorrido al final del segundo túnel, con unas vistas preciosas a valles y montañas que se irán repitiendo a lo largo del resto del camino.
Tercer túnel, integrado en la ladera. Tampoco tiene complicación.
Al salir veo algo extraño allá a lo lejos entre lo verde.
Otra ruina, pero muy grandota, como si hubiera sido un hotel o algo asÃ. Probablemente sea el poblado que construyeron para alojar a los trabajadores del túnel.
Esta tenÃa piso bajo, primer piso y un sótano. Por dentro está dividida en habitaciones, pero igual de hecha polvo que la estación de Yera de la entrada anterior. Todo ruinas y paredes caÃdas.
En una de las estancias habÃan dispuesto los cascotes de esta forma tan curiosa, probablemente algunos excursionistas comieron aquà y se montaron la mesa con sus asientos para estar más cómodos.
Que esté todo hecho una calamidad no quiere decir que no se pueda aprovechar para sacar fotos majas, intentando incluso enmarcar lo precioso del paisaje dentro de lo pobres que son las paredes. En el centro podéis ver la salida del tercer túnel.
Ampliamos y eliminamos la ventana, si llegan a poner en funcionamiento la lÃnea férrea otra cosa no tendrÃan, pero las vistas iban a ser increÃbles al circular por la ladera de estas montañas.
De la entrada del cuarto túnel no tengo fotos. Lo intenté, pero habÃa un arroyo en las inmediaciones y allà debÃan acampar una bandada de mosquitos asesinos, pero no mosquitos de los de siempre, sino otra raza armada con un aguijón tamaño aguja hipodérmica que viéndome llegar se lanzaron en busca de mi sangre como locos. Tuve que salir por piernas hacia el interior del túnel porque no habÃa manera de pararse el tiempo necesario para apuntar y disparar sin sentir un picotazo. Más adelante me fijé en el polo que llevaba y fijaros, una gota de sangre de un centÃmetro de ancho. Un mosquito me picó al lado del ombligo atravesando la tela y además de ésto me dejó una roncha de seis centÃmetros de ancho que me duró varios dÃas. La próxima vez habrá que llevarse la escopeta de perdigones, el único insecticida adecuado para semejantes monstruos.
Entro en el cuarto pasadizo y oigo unos cencerros. Cuando mis ojos se acostumbraron a la oscuridad éste fue el panorama que me encontré. Dos burros, un caballo y un potrillo descansando tranquilamente a la sombra. Si llega a venir la parienta conmigo habrÃa salido huyendo horrorizada, visto el poco cariño que le tiene al bicherÃo. Y si llegan a ser vacas no os quiero ni contar. Como uno es más confiado, me fui caminando tranquilamente por el lateral, sin hacer ruidos, sin movimientos bruscos, ellos pasaron de mi, yo pasé de ellos, todos contentos, aquà paz y después gloria.
Finiquitamos la parte segunda, en breve la tercera y última sesión de túneles.
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