Por los jardines de la penÃnsula de la Magadalena te puedes encontrar de todo. Prados, playas, figuritas esculpidas en tronco por un lado y por otro, un mareógrafo, y por supuesto el Palacio.
Por si fuera poco, al lado del palacio puedes encontrarte unas cuántas estatuas, esculturas o lo que sean, que al final nunca lo tengo claro. Hay de todo, empezamos con el gigantón éste. No sé quien es, no sé qué hace pero tiene pinta de estarle pidiendo a dios que el Racing de Santander no descienda este año. Ya puede pedirlo con ganas porque mala temporada llevan, penúltimos y con negros presagios sobre su futuro.
Unos metros mas allá está el monumento a la letra A, supongo. El bloques de granito grandotes que pesen mucho y abulten más. Buena idea porque además de lucir evitas que vengan por la noche con la fregoneta y se los lleven para hacer el cierre del chalete. Si la hubieran hecho de cobre seguro que ya no estaba ahÃ.
Detrás de la anterior está el monumento al trabajo incesante de la araña Tecla, esa que tan buenos ratos nos daba de pequeños mientras perseguÃa a la abeja Maya. Supongo que aquà no se podrán subir los niños, porque si dejaran se lo pasarÃan pipa haciendo equilibrios por los barrotes.
Por último, en dirección a la isla de Mouro (al fondo) tenemos el monumento a la anguila jorobada, de gran aceptación por parte del público en general que la usa para sentarse a juzgar por lo pulido y brillante que se encuentra el lomo.
Esto es para que luego digáis que sólo hablo de tonterÃas, de cuándo en cuándo también se pueden hablar de cosas serias. O casi.
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