Llegados a Castro Urdiales, la parte del pueblo que podrÃamos definir como centro da por un lado al paseo marÃtimo y por otro a la archifamosa vista que nadie que haya pasado por allà se habrá ido sin fotografiar. Saliendo hacia el este aparece la playa Brazomar y llegando desde el oeste encontramos la playa de Ostende que no es que sea una playa espectacular pero sà bastante apañadita y un lujo como playa urbana (asà se pone en verano).
Empezamos con la vista izquierda, arena, agua, rocas, se aprecia cómo a la hora de construir aquà tampoco se cortaron un pelo y siguiendo la máxima de que dios creó los acantilados como un regalo a los promotores, venga, otro acantilado lleno de bloques de edificios. Señor, señor… serán legales, pero anda que no quedan mal ahÃ.
Vista derecha, más de lo mismo o cómo decÃan los romanos idem, eadem, idem. Perdón, pero es que con lo que me costó aprobar el latÃn tengo que aprovechar para rentabilizarlo cuando puedo porque en el tema de la informática su uso es más bien escaso. Me podrÃa haber bajado a la arena para sacar alguna foto más, pero venÃamos de pegarnos la panzada gastronómica en el Mesón Marinero y la mera idea de andar, caminar, cansarme o pensar era mucho pedir en ese momento.
Por eso mismo cuando vi este arco de piedra en medio del acantilado de la izquierda opté por retratarlo desde la lejanÃa, apuntarlo y dejar el asunto para una visita futura en que la abundancia de espirituosos ingeridos no comprometiera mi integridad fÃsica a la hora de pegar saltos por las rocas, ya la parienta está un poco mosca con mis aventuras nadadoras asà que casi prefiero no escucharla si además me caigo del acantilado abajo y me rompo la crisma.
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