Fin de la excursión

De aquella jornada de tour marítimo cantábrico que hicimos en el barquito turístico que une Laredo y Santoña me quedaron finalmente unas fotos descolgadas por comentar, así que vamos con ellas. Empezamos por la plaza de toros de Santoña, modernilla y al lado del mar para que puedan tirar al agua a los malos toreros como nos dijo uno de los del barco.
Plaza de toros de Santoña
A su izquierda está el mástil con la bandera de España, la de Cantabria y la de Santoña, la una blanca y roja frente a la otra roja y blanca. Pena no haberme fijado antes y me habría evitado aquella confusión emblemática cuando subí al Bucieron.
Mástil con las dos banderas
Un pantalán en primer plano con la cantera de Montehano (ya les vale con el nombrecito) al fondo y el convento de los capuchinos a la izquierda de todo. Siento que se vea tan pequeño, pero está bastante lejos y el objetivo que llevaba en la cámara no da para más.
Cantera y Montehano
En el centro de Santoña se puede ver un instituto fundado (o sea, el que puso la pasta) hace un montón de años por un noble de la ciudad, el Marqués de Manzanedo y Duque de Santoña como bien indica este cartel. Le siguen una foto del instituto donde se pueden ver el reloj y el observatorio astronómico arriba de todo, el busto del Marqués a la izquierda de la puerta de entrada y placa conmemorativa situada tras el mástil de la bandera española. No me preguntéis qué dice porque yo y el latín llevamos muchos años peleados.
Cartel del Instituto Marqués de Manzanedo

Instituto Marqués de Manzanedo

Busto en el jardín

Placa en latin
Este es el otro barco, que para en el mismo muelle que el turístico y hace el recorrido entre Santoña y la playa del Puntal justo enfrente.
Barco al puntal
Vista de la citada playa. Esa duna gigante ocupa más o menos el lugar donde antes estaba el «Barlovento«, última víctima de los temporales por la zona. Parece que ese día sólo había un kitesurfer por las inmediaciones…
Duna en la playa del Puntal
…pero no, al dar la vuelta completa en el barco aparecieron por docenas. Día de sol con aire fuerte, aquello estaba plagado de saltarines autopropulsados que llenaban el cielo de colores con sus cometas. Unos treinta debía haber, así a ojo de buen cubero. Que por cierto nunca supe qué era un cubero ni parece saberlo tampoco la RAE, al final va a ser una palabra chorras inventada por alguien (como pueda ser «cuadronda«) que finalmente cayó en gracia y todo el mundo dice lo mismo.
Kitesurfers
Poco más nos quedaba. Enfilar nuevamente el puerto de Laredo dando un rodeo porque según nos dijeron hay una zona en medio de la ría donde la profundidad es de un metro escaso, desembarcar y dar por finalizada una jornada marítima completita. Un día que cundió lo suyo y que sólo por las vistas del Faro del Caballo desde el mar ya merece la pena.

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