Movilizándome

Prepararos, que hoy viene otro tocho de muchas letras. Tras las aventuras para dar de baja el teléfono con el ADSL anterior y de alta un ADSL nuevo aquí, hoy toca la aventura de cambiar el móvil. Pero antes de explicar el proceso, aclaremos unos puntos. Primero: ODIO los móviles. No el aparato propiamente, si no el uso que se les da, el desmadre de la gente con el chisme todo el día pegado a la oreja y sobre todo, quienes consideran que te pueden llamar a las doce de la noche (porque seguro que no tienes vida fuera de la oficina) para consultar una duda que no corre la menor prisa ni pasa nada si se resuelve mañana, o el que te llama a las ocho de la mañana aunque empiezas a las nueve con un «necesitaba saber una cosa» que por supuesto tampoco corre prisa pero el caso es joder al prójimo. Por eso nunca quise un móvil de empresa. Aunque me lo ofrecieran muchas veces era el único del curre con móvil particular únicamente. Al salir de la oficina le quitaba el sonido y si os he visto no me acuerdo hasta mañana a las nueve. Nadie me podía decir nada porque mi móvil es mío y hago con él lo que me da la real gana.

Segundo, los aparatos en sí me dan igual. A la hora de escoger un teléfono lo único que le pido era que pese poco, se pueda llevar fácilmente en el bolsillo y la batería dure unos días. No soy forofo de ninguna marca y me da una soberana pereza cambiarlo, así que voy tirando con ellos hasta que se caen de viejos. El último era un Sony Ericsson W880i que me regalaron en 2008. Cómo funcionaba sin problemas, era extraplano, pesaba poco y la batería duraba cuatro o cinco días, ni me planteaba cambiar. El 99% del uso que le daba era hablar poquito por teléfono, escuchar música y fotografiar las barbaridades que veía por la calle, así que iba sobrado. Pero nada es para siempre, dice la canción. Unos días antes de venirnos aquí empezaron a fallar las teclas 7, 8, 9, el botón de llamar y el de bajar el sonido. Aunque iba tirando con el resto de teclas, empezó a rondarme la idea de que o bien SonyEricsson había jackeado mi móvil para obligarme a comprar otro, o tocaba un cambio.

Primer problema: por lo que se ve, ahora son todos táctiles, todo smartphones, Androids, iPhones, todos con tarifas de datos, los modelos no-smartphone eran mas feos que pegarle a un padre con un calcetín sudao… ¿qué hago? Pues yo que sé… llamaré a mi operadora de siempre (aquellos de color rojo) a ver qué me ofrecen, llevo un porrón de años con ellos pagándoles dos líneas mes tras mes (también hay que reconocer que tenían una tarifa que se ajustaba como un guante al uso que le daba al móvil) así que algo me regalarán. Asombrado me quedé, oiga. Me debieron ofrecer la última morralla que tenían y, lo que es peor, sin ganas ni hacer lo mas mínimo por disimularlo. Pues nada, a grandes males grandes remedios, me voy a una tienda de otro operador, pruebo un montón de modelos y si quiero me dan el que me llenaba el ojo por nueve euros. Leches, un móvil así de barato y coreano igual es una porquería. Consulto en internet y la gente que lo tiene dice que hasta funciona y parecen satisfechos. Tarifas decentes, sin consumo mínimo, con internet… pues mira, creo que me voy a cambiar. Por si acaso vuelvo a llamar a mi operador, les digo que otra compañía me regala los dos móviles y si no hacen lo mismo me cambio. No hubo manera. La que me atendió no tenía la menor intención de conservar el cliente, es más, me dio una sensación como si molestara. Pues nada bonita, con tu pan te lo comas que me las piro, el día que nos larguemos todos a ver si la empresa te paga por no hacer nada. Al día siguiente estaba firmando los papelotes para cambiar de compañía.

¿Qué pasó después? Desde el día que se solicitó la portabilidad salíamos a dos llamadas diarias de la señorita de Vodafone para intentar convencerme y que no nos fuéramos, regalándome móviles, bajando las tarifas, lo que quisiera. Cómo somos en este país, hasta que le ves las orejas al lobo no mueves un dedo. Gastan cantidades ingentes en publicidad para captar clientes, pero luego en vez de cuidarlos, o es el cliente el que llora o no te dan nada. Y si sólo pide un móvil decente cada tres años, que no una cosa exagerada de gama alta y no se lo das, ¿qué puedes esperar? Menudos lumbreras hay en algunas empresas…

A la que me llamó la primera vez ya le dije que me había tocado las narices sobremanera no obtener ninguna respuesta satisfactoria cuando llamé para preguntarles si me ofrecían lo mismo que los otros para quedarme. ¿Os podéis creer que me contesta (con otras palabras) que la culpa era mía por no haber hablado directamente con su departamento? Hay que joderse, llamo, les explico el caso, les digo si me ofrecen lo mismo y tengo que ser yo el que sepa con qué departamento tratar. Amos anda, que no me tomen el pelo que vamos mayorcitos para según qué cosas y estamos en una época de tonterías las justas. Pues muy bien señorita, que usted disfrute el resto de clientes porque yo me las piro por orgullo torero aunque me regalen un apartamento en Torrevieja como en el «Un, dos, tres». This is Spain, el lugar donde muchas empresas aún creen que el cliente debe pagar, callar y no molestar. La siguiente llamada que me hicieron (otra persona diferente) tuvimos una conversación más o menos similar. A partir de ahí opté por ni siquiera descolgar, que mi tiempo cuesta dinero y ellos no me lo van a pagar. Llegó noviembre, llegó la portabilidad, apagamos un móvil, encendimos el otro, cero problemas y a tirar millas. Adiós Vodafone adiós, no me volvéis a ver ni en pintura.

Como hay que poner foto, aquí tenéis el engendro actual y el anterior. El nuevo hace mil cosas de las cuales uso cinco o seis como mucho. Los menús y todo eso fue fácil hacerse con ellos porque usa el mismo Android que mi tablet. Sirve para llamar, pero como soy poco de hablar por el móvil no me preocupa. Sirve para jugar, pero como soy poco de jugar con el móvil tampoco me preocupa. Sirve para mandar correo, pero como suelo tener cerca otro ordenador pasa lo mismo. Lo más útil es que pone la hora en la pantalla y como no uso reloj me viene de miedo. Total, que se pasa el día tirado encima de una mesa con el sonido a cero. Es pequerrecho así que va perfectamente dentro de su funda en un bolsillo. Ya se ha caído tres o cuatro veces al suelo y sigue funcionando, con tal de que me dure otros tres añitos me doy con un canto en los dientes y si no será cuestión de pedirse otro porque para lo que costó…

Un sentido homenaje al de la derecha, fiel compañero durante tres añitos, miles de kilómetros, cientos de fotos, se cayó al suelo más de una docena de veces, le dejaron de funcionar cinco teclas, la pantalla estaba llena de polvo y rayajos, ahora incluso la batería se ha hinchado extrañamente pero ahí está, luciendo como un campeón. Este sí qué merecía la medalla al mérito por los servicios prestados y no la que le dieron a Zapatero por habernos hundido en la miseria.

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