Retomamos el relato de las andanzas dominicales de un servidor. Tras los episodios uno y dos pasamos al tercero: la visita a la cueva de Cullalvera, muy cerquita del centro urbano de Ramales de la Victoria. Por si alguien está planteándose ir, el Google Maps da una posición errónea. Dice que es aquà (una plaza del pueblo), cuando en realidad es en este otro lugar. Desde la carretera general está bastante bien señalizado y si yo no me perdÃ, cualquier persona con un mÃnimo de orientación espacial podrá llegar sin problemas.
Se aparca al final de una carretera sin salida y desde allà empieza esta bajada de cemento. Toca andar unos quinientos metros aproximadamente.
Giramos a la derecha y aquà está el centro de recepción de visitantes. Aunque venÃa con reserva hay que pasar por la oficina para pagar los tres euritos por barba que cuesta la entrada, y ya de paso echar una meadita porque venÃa con la vejiga como un balón de fúrbol. En otras circunstancias, en algún monte solitario o en sitio menos concurrido me habrÃa apartado del camino y recitando unos latinajos habrÃa bautizado a las hierbas, a las setas y a todo lo que se me pusiera a tiro. En cambio aquà nunca sabes si te va a aparecer una familia que acaba de visitar la cueva o, peor aún, una docena de guardias civiles que aprovechan el dÃa de asueto para visitar Cullalvera. Lo dicho, que el cuarto de baño me salvó el dÃa porque si tengo que entrar a visitar la cueva, en la que para más habÃa un sonido de agua corriendo que daba gusto, no aguanto la hora que dura la visita ni de broma.
Al lado habÃa un animalito hecho de espuma y en el lateral del centro de visitantes estaban apoyadas unas cuántas lanzas. Creo que es un taller en el que enseñan cómo cazaban los neandertales estos y te dejan hacer unas prácticas de tiro, también lo vi cuando visitamos Altamira.
La cueva de Covalanas era poco espectacular geológicamente hablando y tenÃa un montón de pinturas de animales. Cullalvera es justo lo contrario. Geológicamente es impresionante, entrada de treinta metros de alto, amplÃsima, en algunos lugares el techo está aún más alto, estalactitas y estalagmitas a punta pala…
…un rÃo corriendo por el medio, aunque ya nos contaron que no siempre tiene agua, sólo cuando fuera llueve en abundancia durante unos dÃas. Tenéis muy fácil saber si el rÃo está o no está porque se ve salir desde fuera.
Ni más ni menos que doce kilómetros de largo de los cuales son visitables los primeros quinientos metros caminando sobre una pasarela mientras te van explicando todo lo que tiene de interés. Pinturas ya os digo que no hay, sólo un par de caballos a más de un kilómetro de la entrada que no se ven durante la visita. A cambio hay unos murciélagos pequeñitos durmiendo colgados cabeza abajo de las piedras.
Nada más pasar la puerta de la foto anterior aparece una enorme pantalla gigante donde proyectan un documental de unos cinco minutos que sirve como introducción a la visita. A partir de ahà ya sabéis, no se pueden sacar fotos asà que a internet, a ver cómo es.
A mi, que soy más de piedras, rocas y estalactitas que de pinturas, me encantó. Impresiona por su tamaño sobre todo, lástima sólo poder recorrer medio kilómetro. No hay más porque a partir de ahà tocarÃa subir una piedra con un hueco detrás que cada dos por tres está inundado según nos dijeron, pero bueno, algo escuché de unos «espeleopaseos» en los que se hace un recorrido mucho mayor que tengo que enterarme cómo va la historia porque eso sà que promete.