Viendo al diablo a los ojos (III)

Volvemos a las aventuras por Monte Candina, tras una primera y una segunda edición. El último episodio finalizaba teniendo ante mis ojos por fin el mirador de los Ojos del Diablo. Bueno, ante mis ojos es un decir. Lo tenía allá justo delante con la salvedad que tras hacer un rato de campo a través y otro de subida continuada, había aparecido en lo alto de un monte y toda esta ladera me separaba del mirador. Ladera sin camino definido, todo rocas y matorral bajo.
Lo que me tocó bajar
Amiguitos, un consejo gratis os doy: cuando vayais a la montaña estudiaros la ruta antes, planificad y ateneros al camino marcado. Porque si se ve uno aquí arriba, ¿qué hacemos? Pues nada, bajar de roca en roca haciendo equilibrios. Si, eso mismo, tocó bajar desde allá arriba hasta el punto donde saqué la foto haciendo de cabra montés. Hacía calor, el agua se había acabado un rato antes, son de esos momentos en que uno empieza a pensar que la planificación de la ruta quizá no ha sido lo eficiente que debiera, que el agua hay que aprovecharla de otra forma y que si me tuerzo un tobillo en una zona con cobertura escasa y buitres abundantes nos vamos a reir todos un montón.

Pero ánimo, seamos optimistas (que lo peor aún estaba por venir) y vamos a disfrutar de las vistas ya que tenemos justo delante el mirador de los Ojos del Diablo. Ahí está, cinco minutos de caminata más y habré llegado a mi destino. O por lo menos eso creía yo, porque me he dado cuenta que en estas aventuras el verdadero destino lo alcanzas cuando vuelves junto a tu coche sano y salvo así que había hecho tan sólo el 50% de la ruta.
Los dos ojos del diablo
Fijaros qué vistas. Qué sensación sentir el viento pasando a través del agujero y corriendo hacia ti, o ver los buitres deslizándose en el aire justo delante mía. Por cosas así merece la pena la pateada que hay que pegarse para llegar a este punto, aunque si queréis pasaros por aquí usad la ruta «oficial» si estimáis vuestra integridad física o la que yo propongo si lo que queréis es dejarle a la parienta unos buenos rendimientos a cuenta del seguro de vida justo en época de rebajas.
Panorama desde los ojos del diablo
Sólo hay un agujero en la roca. A su izquierda hay otro entrante que supongo será el segundo ojo, de ahí el nombre del mirador en plural (los ojos del diablo).
El otro ojo del diablo
Las vistas… un alucine. Cuando el sol asomaba entre las nubes e iluminaba la zona era increíble. Aquí está la playa nudista de Sonabia y al fondo la ballena de Oriñón.
Playa y ballena de Oriñón
Otra vista de la ballena, la conocía por la izquierda, por la derecha pero nunca la había visto desde arriba. Tengo muchas ganas de ir justo hasta la punta más alejada, tenía dudas sobre si se podría pasar por el punto más bajo (la duda se aprecia mejor desde ésta vista) y creo que sí. Además se nota cómo hay un sendero marcado por el lomo de la roca con lo cual ya lo tengo clarito y sólo falta reservar día para la visita.
Ballena de Oriñón desde lo alto
De cuándo en cuándo el sol iluminaba, pero a lo lejos había un banco de niebla que amenazaba con venir, sí pero no, voy pero me quedo, al final se decidió y empezó a cerrarse. Insisto, en montaña la niebla es una de las cosas que menos gracia me hace porque pierdes la orientación, las referencias, la vista del camino, etc. Si de pronto baja la niebla y no ves tres en un burro mejor pararse cerca de un camino y esperar, que seguir por sabe dios dónde pegando saltos entre las rocas. Cuánto más te alejes de los sitios por donde puede pasar gente, peor asunto.
Niebla para volver
Conseguido el objetivo de ver los Ojos del Diablo empiezo el camino de vuelta. Unas cuatro horas llevaba de caminata y tanto pies como piernas empezaban a notarse más y más pesados. Evidentemente ni me planteaba volver por donde había venido, porque para empezar habría que subir de nuevo por el pedregal de la primera foto así que opté por la ruta oficial, aunque eso me llevaría al lado norte de la montaña, mi coche estaba prácticamente bajo el lado sur y hay unos kilómetros de diferencia.

Alguna construcción debieron hacer aquí en su día porque hay una especie de pilares cuadrados enormes hechos de piedra. ¿Y qué es aquello del fondo?
Muros y cabras
¡¡¡La roca de las cabras!!! Unos cinco metros de alto y cinco cabras descansando en su parte superior.
El pedrusco de las cabras
Con cuidadito pasé a su lado pero llevando cámara es imposible no pararse a sacar unos retratos. Guapa, guapa, mira al pajarito…
Primer plano de la cabra
Deben pertenecer a alguien porque tienen los «pendientes» identificadores en ambas orejas y ni se inmutaban al paso de la gente, ni se levantaban, ni me dieron mayor importancia. Es decir, no me hacen caso ni las cabras.
¿Y tú qué miras?
Este es el primer tramo de bajada, delante mía iban otros dos montañeros o montañistas que me encontré en el mirador. Ahora es tirar para abajo seguido apurandito para que no me pille la niebla y en media horita estoy en el coche. Si, si, faltaba por escribir el peor capítulo de la historia, titulado «Cómo bajar puede ser bastante más complicado que subir».
Volviendo con niebla

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