Hoy vamos a liquidar otra serie de entradas, la de la segunda visita a los Ojos del Diablo. HabÃa subido ya al Monte Candina, visto los dos ojos, papeado entre buitres, me quedé sin subir al Monte Solpico por la niebla pero justo al bajar habÃa una cima que me estaba tentando, aquella que mostré en la segunda entrada con varias personas justo en lo más alto.
Pues nada, ancha es Castilla asà que allá vamos. Espero no tropezarme con esas que están pastando en la ladera.
Las mismas un poquito más ampliadas. No me tropecé con ninguna, y eso que tuve que bajar pasando entre un buen rebaño. Ellas a lo suyo que es pastar, yo a lo mÃo que es procurar salir indemne, que las cabras cuando se cabrean (nunca mejor dicho) son de armas tomar.
Una vez en la hondonada al pie del pico de la primera foto enfilé hacia una piedra solitaria allá en lo alto y en zigzag por la ladera poquito a poquito fui subiendo sin problema. Si queréis hacer la misma ruta es muy fácil, la piedra se distingue perfectamente porque es bastante grande y está sola, fijaros cómo destaca.
Esperemos que siga ahà mucho tiempo, aunque visto que se mantiene en su lugar sólo por un trozo de piedra encajada bajo una esquina, cualquier dÃa se nos va ladera abajo. A ver si no pilla a nadie por el camino porque ser embestido por una roca de dos metros de alto rodando a toda velocidad dudo que sea muy bueno para la salud.
A su lado lo que parecen ser restos del esqueleto de una cabra. Si en este lugar hay una notable población de buitres, cualquier animal que la palme va a ser devorado y transformado en huesos mondos y lirondos en tiempo récord.
¡Que llegamos a la cima! Anda, si hay una bandera blanca y un buzón.
Fijaros cómo es esto de la fotografÃa, cómo es la luz y qué diferencia entre fotografiar el mismo motivo con la luz a mi espalda o con la luz a mi lado. En la primera tenemos la bandera y el buzón bien coloridos, contrastados y con un cielo azul bestial. Aquà la luz no es la misma, el contraste tampoco y para más se nos ponen unas nubes blanquecinas justo detrás. Qué desagradecida es a veces la vida del retratista dominguero, subiendo montes para sacar fotos bonitas y si no son las nubes es el sol, sino una bruma o tres cables por medio, un 99% de veces siempre hay algo que te chafa la imagen.
El pobre buzón está un poco carcomido por el óxido. Bueno, nunca se sabe, igual es un buzón deconstruido hecho con mi material favorito, el hierro oxidado. Que nadie se moleste en dejar aquà una nota porque con la ventolera que hacÃa no creo que dure mucho dentro del buzón salvo que vaya escrita en piedra como hacÃan los Picapiedras.
Allá abajo, a medio camino de una agua con un color azul turquesa precioso, unas cabras hacÃan equilibrios sobre las rocas a la busca de algo que llevarse a la boca. Alguna levantaba la cabeza en mi dirección como diciendo… ¿ese de la cámara no es el del blog Vamos a Cantabria? Mejor vámonos que el pesado este nos hace posar hasta que le salga la foto perfecta con sol, sin nubes, sin cables y con cabras.
Vaya vistas de Oriñón que se tienen desde lo alto, con la playa, la rÃa y el camping ahà delante.
Hacia el otro lado hay otra montaña con la autovÃa rodeándola, Islares y la famosa cetárea que ahora mismo os paso a ampliar.
Aquà la tenéis. Ya le habÃa dedicado una entrada pero desde este punto se distingue perfectamente cómo se hizo aprovechando la forma de las rocas, que sólo dejaban una esquina abierta.
Quedaba tan solo la parte menos graciosa como es desandar todo lo andado hasta ahora. Claro que al ser en bajada siempre se lleva mejor y como no me voy parando mil veces a sacar fotos siempre voy más ligerito. Nuevamente en la hondonada al pie de la última cima me fijé que habÃa unos cuántos hoyos enormes, de un tamaño tal que en alguno habÃa crecido un árbol enterito. No sé si estos hoyos serán naturales o artificiales, pero aquà habÃa minas asà que me imagino que serán artificiales.
Algo más de cuarenta minutos de caminata me esperaban. A medio camino me paré un rato a descansar y beber, cuando de pronto noto una sombra enorme que pasa a mis pies. Echo una ojeada hacia arriba y un buitre de notables dimensiones rondaba en las alturas contemplándome con esos mismos ojitos que se me ponen a mi cuando veo un bocata de jamón, un chuletón o unos pasteles. Siento desilusionarte amiguito volador, pero si estás buscando algo que merendar conmigo no cuentes.
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