De vuelta de una de las varias excursiones al sur francés hicimos parada en Hondarribia, la ciudad situada justo frente a Hendaya en la desembocadura del rÃo Bidasoa que hace de frontera entre España y Francia. No es la primera vez que pasaba por allÃ, pero entre la vez anterior y ésta median casi veinticinco años de diferencia y sólo recordaba un par de cosas. La primera, un frente marÃtimo (aunque en realidad es el rÃo) con puerto pesquero y una plaza llena de casas tÃpicas vascas reconvertidas en bares.
La segunda es haber visto un encierro en el que se dedicaban a marear a un toro al que le habÃan colocado unas protecciones en los cuernos para que no hiciera daño si pillaba a algún mozo del pueblo. Finalmente lo arrastraban al agua con una cuerda, de donde salÃa nadando. Yo, contemplando alucinado el entretenimiento y la soltura con que el personal manejaba al bicho, se le cruzaba por delante, lo esquivaba y se lo pasaban de miedo.
Con estas ideas venÃa yo en la cabeza y, claro, me llevé un sorpresón al ver en lo que se habÃa convertido la ciudad. Donde estaba el puerto pesquero ahora hay un paseo y un montón de edificios construidos posteriormente a mi primera visita.
La plaza que antes quedaba justo delante del agua ahora queda en un interior, encajonada por los edificios nuevos. Sigue siendo de bares y chiringos, pero con aspecto más actual.
Lo que no ha cambiado es el casco viejo, en lo alto de una colina, con esas casas colgando y la iglesia de Nuestra Señora del Manzano en el centro.
Lo que sà ha cambiado es la forma de llegar allÃ, ahora mucho más fácil a cuenta de un ascensor de diseño moderno y minimalista con mirador incorporado.
Ascensor bastante similar a uno que recuerdo haber visto en Ribadeo y seguro hay otros cuantos de factura similar por estos pueblos del norte. Antiguo o moderno, el caso es que facilita un montón la tarea de llegar al casco antiguo sin cansarse subiendo escaleras, algo que siempre es de agradecer.
Por supuestÃsimo que nos hicimos recorrido por esas callejas fotografiando todo lo fotografiable, pero lo dejaremos para otro dÃa…
La no-boya
Hace dÃas publicaba una entrada en la que hacÃa referencia a la boya-carrusel de los Jardines de Pereda y a sus múltiples averÃas. Bueno, pues ya hay solución: lo que no está, no se estropea. A mediados de la semana pasada estuvimos por allà y sólo queda el soporte en el suelo junto con las cuatro vallas que rodeaban al invento mientras estuvo averiado.
Fijándose bien en la pieza que hace de soporte no me extraña que pasara lo que pasaba. Asà a bote pronto el eje me parece demasiado delgado para un trasto de peso respetable en el que se van a subir un montón de niños cargando el peso justo en las esquinas del tiovivo. Y ya sabemos como son los niños cuando se ponen a hacer el cafre.
A ver si le dan solución y vuelve la boya o finalmente deciden que para que se esté rompiendo cada dos por tres, está mejor en un almacén municipal. Veremos qué pasa.
El churrón de Borleña
Para quien no lo sepa, en Cantabria un «churrón» es una cascada. HabÃa localizado una ruta facilita que va hasta el churrón de Borleña (una cascada de unos veinte metros de alto) ideal para hacer un domingo acompañado por la parienta, a ver si le conseguimos imbuir esa querencia al medio natural que a mi me sobra y a ella no tanto.
Este es el mapa de la ruta, para llegar allà lo más normal es ir hasta Puente Viesgo, seguir hacia el sur en dirección Burgos y a unos diez kilómetros aparece el pueblo de Borleña. Nos desviamos a la derecha, pasamos delante de un hotel y un restaurante y tenemos dos opciones, o bien aparcar por ahÃ, o seguir recto, cruzar un puente y aparcar al llegar a una bolera. Entre ambas opciones habrá unos trescientos metros de distancia asà que casi da igual la una como la otra.
Seguimos la carretera que cruza el pueblo en subida, otros trescientos metros y llegamos a una curva cerrada a derechas. Ahà hay una pequeña desviación que nos permite seguir recto por un camino de cemento. Es por ahÃ, un camino que en nada se transforma en esto:
Allá al fondo se ven unas manchas oscuras en medio de la vÃa. Es mierda de vaca. Iros acostumbrando y llevar calzado adecuado, porque la váis a encontrar en cantidades industriales. Incluso es posible que aparezca un alambre cruzando la carretera para evitar que se escape algún animal de los pastos cercanos. Os saltáis el alambre y seguÃs derechito.
Llegados a un puente de madera hay que cruzarlo para seguir la ruta, si no apareceréis en un prado sin salida. Una vez cruzado el puente hay que seguir todo recto unos 20-30 minutos por un sendero como el de la foto de arriba.
A medio camino encontraremos un hoyo a la izquierda con un cartel que pone «carbonera«. Supongo que será un sitio de esos en que juntaban madera, la tapaban con tierra y le prendÃan fuego. Se iba consumiendo lentamente y asà hacÃan el carbón vegetal.
Ultimo tramo, últimos diez metros, ahà detrás está el churrón. A la derecha hay una subida hacia un pequeño mirador, pero es preferible hacer unos equilibrios sobre las rocas y llegar justo al pie de la cascada. Es decir, llegar aquÃ, fijaros qué sitio más majo.
Para que os hagáis una idea del tamaño os pongo una foto con una persona y asà veÃs que aún tiene un tamañito respetable la cascada. CaÃa un chorrito de agua, probablemente en meses de invierno o primavera tenga mucha más fuerza.
La parte de abajo parecÃa una selva de esas de los documentales, con musgo, helechos, agua bajando por las paredes de roca y una poza poco profunda. Lo bien que se debe estar aquà en verano remojándose…
Ranas no vi ninguna, pero menuda colección de renacuajos habÃa en el agua. Cienes y cienes por todos lados, como salgan todos a la vez menudos conciertos de croar habrá aquà por las noches.
Ruta fácil, con vistas, entretenida, nada cansada y apta para ir con niños, si os gusta lo de andar animaros porque merece la pena.
Probando la cerveza griega
A estos del Lidl cada dos por tres les da por traer especialidades de un paÃs diferente. Como uno es de naturaleza curiosa y hay que probar, voy picoteando aquà y allá para enterarme de otras cosas que se comen por el mundo adelante. Estados Unidos, China, y el otro dÃa Grecia. Me llevé para casa una lata de algo raro hecho de arroz envuelto con hojas de parra, una crema de huevas de pescado, montones de barras de frutos secos y un par de «Mythos», las primeras cervezas griegas que pruebo en mi vida. Rubias, ligeritas, equivaldrÃan a una Cruzcampo española. No será espectacular, pero para acompañar una tarde de tumbona y jardÃn en estos primeros dÃas de calorcillo vale perfectamente.
La rotonda de la bomba
Hace unos dÃas vi parte de la entrevista que Jordi Evole le hacÃa al ex-etarra Iñaki Rekarte, autor de algún atentado de ETA en Santander. CreÃa que aquà sólo hubiera uno, el del parking junto al hotel BahÃa, pero que va, ni mucho menos, hay una lista enorme. El peor de todos fue el de febrero de 1992 en La Albericia, murieron tres civiles indefensos que tuvieron la mala suerte de pasar junto a una bomba destinada a una furgoneta de la policÃa justo cuando los etarras la hacÃan explotar.
Buscando y rebuscando llegué a este artÃculo. En él se ve un monolito puesto en recuerdo a los fallecidos por el atentado. Pero… a mi ese sitio me suena un montón, si por ahà he pasado unas cuántas veces… pues nada, la próxima vez que esté cerca le saco unas fotos y aquà las planto. Dicho y hecho, aquà están. Esta es la rotonda, en 1992 no sé si existirÃa o serÃa obra del furor rotondero que invadió todos los ayuntamientos hace unos años.
Ese edificio verde es una cervecerÃa, la «Remigio Sport Tavern» que yo no me meto, pero anda que menudo nombrecito le han ido a poner… el monolito conmemorativo está delante y un poquito a la izquierda, es un cuadrado que se distingue malamente en la foto anterior pero aquà se ve mejor. Al fondo, la sede del Diario Montañés (o antigua sede, porque creo que se han trasladado a la Avenida de Parayas).
Vista del monolito por delante, con una paloma de la paz pegada. Ojalá que por fin se haya acabado el sinsentido de esa gente que pretendÃa imponer sus ideas a base del miedo y de matar a quien no las compartiera y nunca más haga falta poner un monolito similar en ninguna ciudad.
La Ruta del Cares (III)
Tercera entrada de la serie dedicada a la archiconocida Ruta del Cares. ¿Por donde andaba en estos momentos? Por aquÃ, viendo el Cares discurrir por el fondo de la garganta, con el silencio de la montaña, el sol, y un paisaje increÃble.
Un trozo de montaña que me llamó la atención, la roca parece que tiene estratos en diagonal y al haberla cortado para hacer el camino le ha quedado ese aspecto tan curioso.
Camina que te camina, dos horas y pico llevaba ya. Cada cierto tiempo veÃa una placa en las paredes del canal de agua que trascurre por la misma ruta y no fue hasta aquà que me di cuenta que esas placas indican la distancia a CaÃn en cientos de metros. Cuatro kilómetros trescientos metros me faltaban para llegar, asà que llevo ya seis kilómetros cuatrocientos. Hala, vamos a seguir que me da la risa sólo de pensar en la caminata que me espera hoy por la tarde a la vuelta.
En abril de 2012 un derrumbamiento se llevó por delante un trozo de la ruta dejándola intransitable (tranquilo Juan Carlos, las montañas no se caen y menos cuando estás pasando tú). En julio del mismo año dejaron listo un paso en voladizo que restablecÃa el paso. Este es el lugar donde se produjo el desastre y ese es el puente que lo soluciona. Por la mitad tiene una verja en el suelo (como la del mirador del Cable) que permite ver el rÃo allá abajo.
No sé qué pasa que a Castilla no la quiere nadie. Cantabria no quiere ser Castilla ni tener nada que ver con ella, y aquà podéis ver el cartel que habÃa unos metros más adelante: León tampoco quiere ir con Castilla.
El canal de agua paralelo a la ruta se remansaba formando una piscina de lo más apetecible. Porque lo tienen vallado y lleno de avisos de peligro, que sino seguro que más de uno se saca la ropa y se pega un chapuzón aquÃ. Un servidor hasta el cientocuarenta de mayo no se quita el sayo asà que como mucho me mojarÃa los pies.
Y de pronto, ¡la montaña se transformó en un bosque! Según nos acercamos a CaÃn el paisaje pasa de ser una montaña pelada y llena de piedras a una profusión de verde por todos lados.
Media vuelta desde el mismo punto y las diferencias en la foto son evidentes.
Pero no sólo eso, además el rÃo se empezaba a estrechar y el valle a cerrar. Por la zona de Poncebos es más montaña, más valle, más abierto y más alto. Al acercarse a CaÃn el rÃo queda más cerca, pero el valle se va cerrando más y más en plan desfiladero hasta que llega a un punto que para qué os lo voy a contar, nada como verlo…
Sin tÃtulo
Sin tÃtulo, claro, porque a ver quien es el guapo que me dice lo que representa…
Se trata de una obra del conocido escultor asturiano Herminio Alvarez situada en el parque del RinconÃn de Gijón. Dice en su biografÃa que sus obras tratan sobre problemas prácticos como el equilibrio, el movimiento perpetuo, el electromagnetismo y su verdadera intención es la reflexión sobre los invisible, la tensión, lo inestable… Las obras de gran formato tienen un carácter monumental, se apoderan del espacio circundante y reclaman la atención del observador…
Aaaaaahhhhhhh… pues me quedo como estaba. Está claro que soy un lechoncillo mononeuronal, porque tras años de ver cosas como ésta sigo sin entender nada…
Ermita con vistas
Saliendo de Comillas en dirección Santillana del Mar por la carretera de la costa (la CA-131 concretamente) aparece un cartel indicador del desvÃo hacia la «Ermita del Remedio». Como recordaba haber visto desde el puerto de Comillas algo puntiagudo en lo alto de un monte cercano, mira, a ver si va a ser esto. Paro, doy la vuelta, me desvÃo y es verdad, ahà está en lo alto con su torre picuda. Si queréis localizarla en Google Maps pinchad aquÃ.
Se llega por un caminito estrecho desde el que no sólo tienes la vista de la ermita. A la izquierda tenemos unos acantilados preciosos.
A la derecha un parque con su hierba y sus mesas para ir de picnic, comer tranquilamente, disfrutar de la paz y la tranquilidad que garantiza un domingo lleno de niños con balones, bicicletas, palos y demás, y oxigenarse con la brisa marina que sale del fondo del mar.
La ermita está bien, es pequeña pero bonita por fuera y por supuestÃsimo cerrada a cal y canto. Dimos una vuelta alrededor, nada especialmente destacable, nada llamativo.
En el tejado sà que habÃa algo a comentar. Han puesto lo que parecen ser un par de antenas repetidoras, pero decoradas por fuera para que se disimulen y no estropeen la imagen de la fachada. Buena idea, sà señor.
Otra cosa destacable en el exterior: a la izquierda de la ermita pero dentro de su misma finca hay un restaurante, el Restaurante El Remedio. Pero no un comedero de esos que ponen cuando hacen una fiesta en el pueblo o un garito escondido, qué va, un restaurante totalmente bien puesto, con un comedor interior precioso, sus mesas exteriores, una carta de platos bastante diferentes a la cocina que suele ser habitual por Cantabria y una carta de vinos inacabable. Será cuestión de ir a probarlo un dÃa porque el sitio promete.
Sobrellano por fin (II)
Volvemos al relato de la visita al Palacio de Sobrellano, que iba de mala gana porque no se podÃa sacar fotos pero cuál serÃa mi sorpresa cuando la guÃa nos dijo que sÃ. Pues hala, hala, a documentar todo el recorrido para los egregios lectores de mi humilde blog.
Primera estancia: un saloncito con muebles de época y una mesa de billar enorme. Nos explicaron que hace unos años el Marqués de Comillas vendió el Palacio al Gobierno de Cantabria pero sin muebles, de modo que para rellenarlo tuvieron que poner los que buenamente pudieron. Y para rematar, un busto de Cristobal Colón ahà a la izquierda que alegra cualquier rincón.
Siguiente estancia: el comedor, con chimenea al fondo, mesa extensible hasta cuarenta invitados y una lámpara que dios coja confesado al que le toque limpiarla.
Comedor de los niños, de menor tamaño que el comedor anterior, con su mesita pequeña, chimenea pequeña, alfombra pequeña y poco más.
El salón de recepciones, creo recordar. Tres cosas especialmente llamativas: los techos altÃsimos, los dos sillones de enfrente y las pinturas en la paredes allá arriba.
Ya me imagino la escena, el Marqués de Comillas y su señora sentados, y una fila de visitantes presentándoles sus respetos en un besamanos sin fin. Espero que por lo menos les pusieran un cojÃn, porque pasarse un par de horas con la espalda apoyada en esa madera con relieves es para irse directo al fisioterapeuta justo al acabar la recepción.
Un par de imágenes con las pinturas de arriba. En la primera se ve la inauguración de la capilla de Comillas (supongo que será la capilla que hay al lado del palacio), en la otra un desfile de barcos de la marina en la bahÃa de Comillas para disfrute del Rey, del Marqués y de sus invitados.
Pasamos a la siguiente para encontrarnos una sala pequeña si la comparamos con el salón anterior que se ve tras las puertas. Aquà hay un piano y su silla, un par de asientos y tres cuadros con los anteriores Marqueses de Comillas (creo recordar que eran ellos).
Esto es la antesala de un pequeño museo y una biblioteca, que se quedan para la tercera entrada porque aún tienen unas cuántas cosas que comentar y si me pongo a la faena queda una entrada más larga que un dÃa sin pan…
Viento gallego
Mira tú que no es broma, al viento del oeste lo han bautizado oficialmente como «Viento Gallego» y hasta lo ponen en las decoraciones de la acera, como se puede comprobar en una rosa de los vientos del paseo marÃtimo de Castro Urdiales.
¿Siguiente paso? Renombrar el viento sur como viento andaluz, porque viene del sur y siempre trae calor, al viento del norte lo podemos renombrar como «Aire de Bretaña» por ser lo primero que nos encontramos quinientos kilómetros al norte y asà sucesivamente con todos los demás puntos cardinales.