El cañón papelera

Yo sigo con esa costumbre de fotografiar todos aquellos lugares que pudiendo servir para abandonar basura, la gente no duda en convertir en papeleras. Da igual edificios, obras, que monumentos: si tiene un hueco, puede ser papelera. Veamos este cañón en El Astillero.
Cañón en Astillero
La placa en la base nos dice que se trata de un cañón de 24 libras colocado ahí como recuerdo de dónde en su día estuvo el «Real Astillero de Guarnizo».
Placa en el cañón
¿Y cómo celebra semejante hecho la gente? Como os decía antes: ¿tiene un hueco? Entonces puede ser papelera.
Interior del cañón

Esperando el verano

Y ya que hablamos de barcos en la bahía, en Raos vi el otro día uno que debe estar esperando la llegada del verano.
Barco de Santander Bahía Tours I
Se trata del barco de Santander Bahía Tours, los que llegan para hacerle competencia a Los Reginas a la hora de darse pasemos marítimos por la bahía. Para esta empresa eran las obras que estaban haciendo hace un mes o dos en el muelle de Gamazo, a día de hoy ya es un embarcadero completo con su taquilla para la venta de billetes.
Barco de Santander Bahía Tours II
Claro que no sé yo cómo cuánta competencia van a hacer estos, porque hacen un recorrido por diez euros y Los Reginas hacen un recorrido mayor por cinco céntimos menos saliendo desde el mismísimo Paseo de Pereda. No sé, a desmano, viaje más corto y más caro… con ese planteamiento o mucho me equivoco o no le veo un futuro excesivamente boyante…

La Ruta del Cares (V)

Pasados los dos puentes, conforme uno va llegando al final de la ruta y nos vamos aproximando a Caín, el recorrido se vuelve más espectacular en el sentido de abrupto, porque por la zona de Poncebos también lo es pero en cuanto a panorama de montaña. Aparecen paredes en las que se puede ver claramente que por donde va el camino, pasó en su día el río y fue dejando cantos rodados y sedimentos por todos lados.
Pared de cantos rodados
De pronto las paredes del desfiladero se cierran, la ruta se hace a través de túneles en la montaña y el panorama es simplemente espectacular.
Túneles llegando a Caín II
Un rato caminando por el interior de la montaña, sacando fotos del río desde las aberturas laterales y esquivando los goterones que caen del techo del túnel, con la boca bien abierta porque pocas veces se ve algo como esto. Caín está a un tiro de piedra, ahí ya se percibe el final de la garganta del Cares.
Túneles llegando a Caín I
Este es el punto y final, una presa construida aprovechando la cercanía de ambas paredes. Diez metros lineales de hormigón y listo el embalse.
Túneles llegando a Caín y presa
Lo mismo, visto desde el otro lado. Llegamos por la margen izquierda, se cruza la presa por la pasarela verde y el camino continúa quinientos metros más. Primero seguimos por la orilla derecha, luego otro puente y ya estaríamos en Caín.
Presa de Caín
La foto anterior pero aún más lejos y en vertical para que podáis apreciar lo impactante del lugar. Aviso para fotógrafos: si queréis luz en el interior del desfiladero, entre la una y media y las tres de la tarde (por lo menos en el mes de mayo) el sol está perpendicular a la entrada y entra luz a montones. Antes y después os encontraréis una orilla en sol y otra en sombra, que nunca luce lo mismo por el enorme contraste entre ambas zonas, si quieres que se vea la parte en sombra acaba saliendo «quemada» la zona de sol y si mides la luz en la parte al sol, lo que esté en sombra sale totalmente negro. Otra opción es ir una vez que el sol ya no ilumine ninguna orilla, la pena es que entonces el agua pierde ese color turquesa brillante que tiene a plena luz del día.
Entrada a la garganta del Cares
Media vuelta desde el punto de la foto anterior y esto es lo que se ve: el río, el puente que os comentaba y al fondo la primera casa de Caín.
Llegada a Caín
Nada más cruzar el puente me encontré con un lagarto de camuflaje. Todo menos la cabeza, que aunque no se aprecie muy bien, es azul verdosa.
Lagartos a mordiscos I
El lagarto estaba feliz al sol hasta que apareció otro y se liaron a pelearse mordiéndose la cabeza. Asombroso. Me quedé pasmado mirándolos. Aparecieron otros dos excursionistas y también se quedaron a verlos. Aparecieron las dos parejas de abueletes con acento gallego que comentaba en la entrada anterior, una señora me mira y me pregunta «¿Qué están, haciendo el amor?». Descolocado me dejó… pues francamente, señora, en cuestión de lagartos estoy poco puesto…
Lagartos a mordiscos II

A los pegadores de carteles

Estimados señores colocadores de carteles electorales: pegarlos sobre una valla que no sea plana puede que parezca una buena idea, pero no lo es. Incluso puede llegar a ser contraproducente para el señor candidato electoral porque dependiendo de dónde queden los pliegues de la valla y del ángulo de visión llega a preguntarse si no le estará votando a un ser recién llegado de Ganímedes o a un elfo del señor de los anillos, porque anda que esa malvada doblez de la valla no le ha dejado una pinta rara, pero rara, rara, rara al pobre aspirante a concejal electo del ayuntamiento de Astillero.
Cartel pegado en una valla

Visita del Malaspina

El año pasado se pudo visitar el buque Cantabria de la Armada Española, que se pasó por Santander del 11 al 14 de septiembre coincidiendo con el mundial de vela (véase relato del acontecimiento en parte 1 y parte 2). Este año no hay mundial pero sí que vienen barquitos, el primero en llegar ha sido el buque hidrográfico A-31 Malaspina que estuvo amarrado junto a la Comandancia de Marina el fin de semana pasado.
Buque Malaspina en Santander
Pese al mal tiempo, brumoso y con lluvia fina, allá fuimos a echarle una ojeda. Evidentemente no es el buque Cantabria del año pasado, este tiene un tamaño mucho más reducido (58 metros de eslora) y se visitaba bien rapidito. Primero nos enseñaron a proa una muestra de los aparatos que llevan para cartografiar el fondo marino, junto con unas imágenes de un barco hundido, luego pasamos al puente de mando y allí otra explicación de los ordenadores que gestionan los datos obtenidos con los aparatos anteriores. Como a mi estas cosas me encantan, por allí andaba atento a todos los mandos, paneles, botones y demás.
Interior del buque Malaspina II
Eso sí, cuando vi el interior de un rack (ese armario para almacenar servidores, cables, conexiones, etc) casi me da un ataque de repelús. Habiendo trabajado con cosas de estas y me gustaba dejar todo bien curiosito y presentable, fue ver esa maraña de cables y ganas me daban de pedir un destornillador, unas bridas y en un cuarto de hora os dejo esto como los chorros del oro. Maniático que es uno…
Interior del buque Malaspina I
Sales por la otra puerta del puente de mando y te dirigen ya a la escalerilla de salida, ni se pasa por la popa ni por el interior del barco. Aún así me desvié ligeramente para echar una ojeada a los dos cañones de 20mm que había tras el puente de mando, otros trastos que también interesa ver.
Cañón de 20mm en el buque Malaspina I
Ya que la visita se hizo francamente corta bien podían habernos hecho una demostración de tiro al blanco con los barquitos de la bahía o largándole pepinazos a las pelotillas del Centro Botín, que aunque no se vea es lo que quedaba justo al fondo. No por nada, es que estas cosa que hacen ruido y destrozo a la vez suelen ser muy del agrado del populacho (entre el que me incluyo, claro).
Cañón de 20mm en el buque Malaspina II
Esta semana (creo) vendrá el A-33 Hespérides y también se podrá visitar, aunque el plato fuerte será el buque de asalto anfibio «Castilla» que pasará por la ciudad a principios de julio. Enorme de tamaño, con un montón de material y hasta helicópteros (espero), ese sí que no me lo pierdo ni de broma.

San Román de Moroso (I)

Desde noviembre del año pasado tenía apuntada en la lista de recorridos pendientes acercarme por la ermita de San Román de Moroso. La descubrí un día que pasamos por Bostronizo de pura casualidad. Tres kilómetros y medio, parecía llana, la ruta ideal para una mañana de sábado.
Ermita de San Román de Moroso
Y llega ese sábado que apetece ir de ruta. Lo más normal sería madrugar, salir temprano y caminar antes de que el sol esté en todo lo alto. Pero entre que nos levantamos tarde, desayunamos con toda la parsimonia del mundo, paramos antes en Torrelavega para ver unas cosas y, como no, me perdí por el camino, cuando quise darme cuenta era casi la una del mediodía. Hale, otra vez ruta a pleno sol, hasta los grillos salían al camino para ponerse morenos a conciencia. No se apartaba el jodío ni mostraba el menor síntoma de temor, hay que ver lo descarados que están los grillos últimamente.
Grillo en la ruta
Bien, vamos al grano. Llegamos a Bostronizo de nuevo y desde allí parte la ruta por un camino de tierra bastante llanito. En los cruces hay señales como ésta de modo que es prácticamente imposible perderse. La ruta se va inclinando, pero hacia abajo. La jefa encantada, hay qué ver qué bien se anda por aquí, qué fácil es. Yo, que ya me conozco el cuento, me decía para mis adentros «si, pues espérate que haya que volver, verás qué gracia»…
Indicadores de ruta
Pasamos junto a varias cabañas de pastores, llanos, prados, bosque, cascadas, no es una ruta espectacular pero sí bastante bonita y variada. Sólo una recomendación: ir por la mañana o por la tarde, no al mediodía. Me lo agradeceréis.
Ruta de San Román de Moroso
Al estar en lo alto de un monte se tienen buenas vistas de los alrededores, como este barranco, con su valle correspondiente y un viaducto de la autovía seguido de un doble túnel en el centro de la imagen.
Barranco y viaducto
Bajamos por una ladera del monte y dejamos a la izquierda este otro, con una granja en la parte de abajo. El camino va llevándonos hasta el fondo del valle por donde discurre un riachuelo que cruzaremos antes de hacer los últimos quinientos metros.
Monte y granja
Estos son los últimos veinte metros de camino, justo los que van a dar a la valla que cierra el recinto de la ermita.
Llegada a la ermita
Y con ustedes, señores y señoras, la afamada ermita mozárabe del siglo X dedicada a San Román de Moroso, donde llegamos tras haber completado con éxito los casi 3,5 kilómetros de bajada que componen esa ruta.
Ermita de San Román de Moroso
La miramos, remiramos, ojeamos los alrededores (esto se quedará para la siguiente entrada), nos sentamos tranquilamente en una mesa de madera con bancos que hay a la derecha, disfrutamos de la paz y tranquilidad del lugar, oímos pájaros de todos tipos, recuperamos fuerzas y nos fuimos mentalizando para lo que nos quedaba: casi 3,5 kilómetros de subida al sol…

La Horadada sigue igual

Sigue en medio de la bahía, igual de roto y ya no se habla de reconstruirlo ni reponer ese arco que se derrumbó en 2005. Décimo aniversario del temporal que dejó al islote sin su curva de piedra y se me hace raro no haber escuchado en la campaña electoral promesas de reposición, o propuestas de construcción de un smart-arco (ahora todo tiene que ser smart-algo) ecológico y sostenible. Claro que costando lo que costaba reponerlo (300.000 euros) normal que no digan nada, no está el horno para bollos.
Islote de La Horadada

Apuntes sobre decoración rural

De camino a la ruta del Churrón de Borleña vemos un campo junto a un restaurante con una decoración pintoresca como poco. El carro de Manolo Escobar al fondo, con su decoración símil portería de balonmano, y tres carritos de supermercado o de aeropuerto ahí parados luciendo hermosos y lustrosos con su capa de pintura azul.
Campo con carritos I
Véanlo ustedes mismos. Como diría Jesulín: im-prezionante. Incluso en un principio pensé que le habían soldado un somier como base en un intento de rizar el rizo de la ingeniería carritil, pero no, fijándome bien es una base de rejilla normal lo cual no le quita un ápice del glamour e interés que rezuma por los cuatro costados.
Campo con carritos II

Sobrellano por fin (III)

En plena visita al interior del Palacio de Sobrellano dejábamos la entrada anterior y poco nos quedaba por ver. Poco visitable me refiero, porque el Palacio tiene tres plantas y sólo se ve la planta baja. El primer piso es el de los dormitorios y arriba, curiosamente porque es una distribución poco habitual, están la cocinas y los alojamientos de los sirvientes.

Tras pasar por comedores y salones acabamos en una estancia-museo donde se pueden ver expuestas un montón de piezas etnográficas variadas, estatuas de la virgen, sillones regios y demás cachivaches pertenecientes a la colección del marqués.
Salón en el Palacio de Sobrellano
A mi me encantó esta, hay que ver el dominio que tienen los canteros para hacer semejantes inventos de una pieza, qué habilidad para hacer esas curvas, esas entradas y salidas. Si lo intento hacer yo, iría de desastre en desastre desde el primer al último día.
Detalle de una escultura
Ultima estancia: la biblioteca con sus mesas, sus sillones y sus libros.
Biblioteca del Palacio de Sobrellano
Bueno, sus libros no, sus casi libros porque son falsos y están hechos de madera según pude ver gracias al teleobjetivo.
Libros de madera
Aquí la mesa para jugar al tute, deporte ibérico por excelencia. El año que lo acepten en las olimpiadas, arrasamos.
Mesa de jugar al tute
Y poco más. Interesante visita, muy bien explicado por la guía, muy amena, mezclando historia y anécdotas. Alegría al ver que se podían sacar fotos y soberano disfrute para el dedo de apretar el disparador, que acabó con agujetas.

Hubiéramos visto también la capilla anexa, que es visitable por otros tres euros, pero nos dijeron que no se podía «debido a un problema eléctrico» así que nos quedamos con las ganas. Lo que sí vimos mientras bajábamos una rampa para salir de los jardines fue el «Capricho de Gaudí», que queda justo al lado y se ve perfectamente a través de las vallas del Palacio.
El capricho de Gaudí I
Es bien llamativo, con esas formas tan particulares y ese torreón tan gaudiniano.
El capricho de Gaudí II
Verde y recubierto de los azulejos amarillos con un girasol en relieve que son símbolo del edificio. En alguna tienda de Comillas he visto a la venta como recuerdo pequeños azulejos similares.
El capricho de Gaudí III
También se pueden ver en cornisas, fachadas, chimeneas y demás. Lo que no he visto nunca ha sido el interior, hace años era un restaurante y un día casi paramos a comer allí. Cambiamos de planes y no fuimos, pero bueno, eso puede servirnos de motivo para volver a Comillas a echarle una ojeada y comprobar si es tan vistoso por dentro como por fuera.
El capricho de Gaudí IV

La Ruta del Cares (IV)

Seguimos por la ruta del Rio Cares, pasito a pasito por el camino que recorre la ladera de la montaña y acercándome cada vez más a Caín. Cuando enfilas el último tramo (más o menos los últimos dos kilómetros) aparecen un par de puentes. El primero es el Puente Bolín.
Puente Bolín I
Estructura sencilla, cortito, con buenas vistas a los lados saqué otra foto conforme iba alejándome para meter en la imagen ese grupo de abueletes de la derecha. Cuando pasaron a mi lado los oí hablar en gallego y me dije, anda, si es que estamos en todos lados, verás como cuando vaya a la luna me encuentro también otro gallego…
Puente Bolín II
Siguiente puente, el de los Rebecos. Menudo recorte le hicieron a la montaña para poder pasar.
Puente de los Rebecos I
Aprovecho para sacarle otra foto al puente ya que el grupo de abueletes gallegos ha decidido que eso de caminar no va con ellos y se dieron la vuelta. Fijaros bien en el panorama porque es impresionante, y no me cansaré de repetirlo. Adiós montaña, bienvenido bosque, árboles y más árboles, adiós al secarral de la primera etapa de la ruta y bienvenidos mil tonos de verde.
Puente de los Rebecos II
Insisto y reinsisto: impresionante ver el río corriendo por el fondo de un desfiladero mientras el sol alegra el día y me facilita cantidad sacar fotos bien coloridas. Casi diez kilómetros en los pinreles y otros tantos que me esperan por la tarde para volver a mi coche. El estado en que van a quedarme los pies sí que va a ser impresionante, estoy empezando a notar un par de ampollas en el talón que prometen muchas risas en breve.
El Río Cares en un desfiladero
Espectacular, requeteinsisto. Qué sitio, qué agua, qué puente, qué paisaje, qué preciosidad.
Puente sobre el Río Cares
¡Un kilómetro! ¡Queda un kilómetro! El río ya está casi a la altura del camino y a la derecha se ven los restos de lo que parece ser parte de una central eléctrica o algo similar. Hay unas escaleras, una verja y un cartel que pone «Prohibido asomarse». Yo me asomé para echar una ojeada porque ponía «prohibido asomarse» pero no «prohibido asomarse a echar una ojeada» y tan sólo era un canal lleno de agua. Tanto cartel para eso, nos hacemos ilusiones que vamos a ver algo realmente espectacular y menuda cara de tonto se le queda a uno cuando sólo ve agua corriendo.
Llegando al final de la ruta del Cares
No todo es río, agua o desfiladero, cada rato aparece la vista de una canal (también llamado «camino que sube entre las montañas») y hala, vengan fotos y más fotos porque esto no lo veo todos los días. Así no es raro que en un solo día de ruta hiciera cuatrocientas fotos, cuando soy persona que no tira ráfagas ni hago fotos a tontas y a locas (además en esta ruta ni había tontas ni locas, por lo menos que yo haya visto).
Canal de Dobresengos
La canal anterior es la Canal de Dobresengos, por si alguien tiene curiosidad. «Menuda memoria tiene el tío éste» seguro que está pensando alguien en estos momentos. Memoria ninguna, pero cámara sí que tengo así que fotografiar todo cuanto cartel me cruzo suele ser de cierta utilidad para suplir esta carencia.
Cartel del Canal de Dobresengos

Uso de cookies

Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies, pinche el enlace para mayor información.Más información sobre las cookies

ACEPTAR
Aviso de cookies