En Punta Sonabia (II)

En la mitad de Punta Sonabia me había quedado, junto a una roca y dudando si cruzar por la pasarela carcomida que se ve en la última foto de la entrada anterior y que une las dos partes de la Ballena de Oriñón. ¿Cruzo por ahí? Si, y una mieeeeerda, fue apoyar un pie y empezar a bailar las tablas de mala manera dando la impresión de que tan pronto cargara el más mínimo meso me iba abajo. Toda la vida pegando saltos entre las rocas, ¿porqué no hacerlo una vez más? Hala, un saltito de una orilla a la otra y atravesamos la cortadura para subir hasta aquí, desde donde se ve la parte grande de la «ballena». Tan sólo queda caminar hasta esa punta cubierta de hierba que se ve justo delante. Pan comido para un bloguero fotógrafo con genes de cabra.
Punta Sonabia al completo
Pero una excursión no sólo es mirar hacia delante, muchas veces también es muy interesante echar la vista atrás. A ser posible parándose, porque caminar por rocas y acantilados mirando hacia atrás así a bote pronto no me parece muy buena idea.

Este paisaje sí que me suena conocido, sí… Peña Candina en el centro, Peña Salpico a la derecha y los Ojos del Diablo por ahí arriba, aunque no se distingan.
Monte Candina desde Punta Sonabia
A la izquierda el trozo de monte que me entretuve bajando a lo bestia sin saber si se podía. Desde luego algunas veces tengo unas ideas de bombero torero que pa qué… como para dejarme suelto en el Himalaya.
Bajada de los ojos del diablo
A la derecha de estos montes el camino continúa en dirección a Laredo por unos acantilados que me tienen una pinta impresionante así que algún día habrá que hacer un recorrido por allí. O incluso acercarse en barco, porque menudas cortadas que caen directamente al mar.
Acantilados en la costa
Hale, seguimos. Pasito a pasito con tranquilidad voy pasando rocas, grietas y estratos hasta llegar a lo alto de la ballena. Animo que queda poquito.
Subida final
Por fin en lo más alto, desde donde ver el mar y algún velero navegando frente a mi. Alguien se preguntará ¿tanto lío para ver un trozo de mar? Si es que lo interesante no es el final, es todo lo que haces para llegar hasta este punto.
El mar desde lo alto de Punta Sonabia
Vi los acantilados alrededor, me senté un rato a disfrutar del aire libre, del sol, la tranquilidad del lugar y una vez descansé bien descansado, media vuelta y vamos a desandar el camino. Playa a lo lejos, resguardada y bastante larga, lugar ideal para irme a dar una vueltecita y, ya de paso, seguro que en algún bar tienen cerveza fresquita como homenaje porque me lo merezco.
Playa de Oriñón
Esta es la playa de Islares, creo recordar. La recorrí sacando fotos aprovechando el cielo azul y unas nubes amenazantes, pero los ojos se me iban al monte de enfrente. Mmmmm… tengo que echarle una ojeada en casa porque seguro que ahí se puede subir y habrá unas vistas de la leche… como decían Los Tonechos, «la cabeza no para»…
Pico Cerredo desde la playa de Oriñón

El pozo sin fondo

Las cosas de las que se va a enterar uno. Hace unos meses pasamos por el río Rudrón, luego por el pueblo de Covanera y desde allí nos acercamos a ver el pozo azul, un itinerario que me encantó y os recomiendo encarecidamente si os apetece hacer una excursión con buenas vistas.
El pozo azul
Lo que no sabía y me ha dejado alucinado, es que bajo el pozo azul se abre una cueva de más de diez kilómetros de largo en la que ya han hecho varias inmersiones y no consiguen llegar al final.

Hay un video en Youtube de un recorrido que hicieron el año pasado hasta los primeros setecientos metros. Qué bonito, pero qué narices para atreverse, mejor ni pensar lo que significa cualquier complicación ahí debajo…

Un cementerio protestante

Parece mentira la de cosas curiosas que he aprendido por aquí sobre los cementerios. En Ciriego pude ver un cementerio civil donde incluso hay lápidas de soldados alemanes, y escondido por Cazoña localicé por fin un cementerio inglés protestante. ¿Qué véis aquí? Un barrio normal ¿verdad?
Cementerio protestante de Santander I
¿Y aquí? Un campo de baloncesto en la calle Luis Vicente de Velasco, un muro y unos árboles. Pues bien, ese muro tiene truco, es la tapia del cementerio. Al estar la puerta en la esquina contraria nada hace suponer que ahí habrá lo que hay. Os dejo un enlace por si queréis verlo en Google Maps desde arriba.
Cementerio protestante de Santander II
Si damos la vuelta, cambia el cuento. Aparece la puerta con una verja (cerrada) y un cartel en una de las columnas laterales.
Cementerio protestante de Santander III
Ese cartel nos deja bien claro de qué trata el asunto. Cementerio, protestante, inglés, y que el año pasado celebraron su 150 aniversario. ¿Pero qué es un cementerio protestante? Yendo a la Wikipedia aprende uno que por aquellos entonces abundaba la estancia de ingleses en Santander trabajando como técnicos, ingenieros o comerciantes. Si uno se moría no lo podían enterrar en un cementerio católico de ahí que creasen este cementerio protestante para uso propio.
Placa en el cementerio protestante de Santander
Pocos debieron morir porque pocas tumbas se ven, tres en primer plano y unas diez o doce distribuidas por el resto del recinto.
Tumbas en el cementerio protestante de Santander I
De todas formas no sólo deben estar enterrados ingleses, porque ampliando un poco veo que el usuario o usuaria de esta lápida se llamaba «Maura Fernández de Campano» y ese no me parece un nombre muy británico.
Lápida en el cementerio protestante de Santander
La más llamativa de todas es esta, con monolito incluido y parafraseando la famosa oración infantil: «cuatro esquinitas tiene mi tumba, cuatro anclitas me las guardan». Con la puerta cerrada, sacando fotos a través de la reja y estando la inscripción de la tumba hacia otro lado, me quedo con las ganas de leerla para saber quién está enterrado.
Tumbas en el cementerio protestante de Santander II
Otra lápida, otra foto, amplío y allí reposan «Marthe Agnes Racine de Lorch» y «Madeleine De Lorch Racine». Bajo el nombre de la primera hay una inscripción en francés, bajo el nombre de la segunda una frase en inglés. Quizá sean madre e hija fruto del matrimonio con un inglés, si no es que no me cuadra las palabras en francés en medio de un cementerio inglés. Claro que son tantas las cosas que desconozco que por una más no pasa nada.
Tumbas en el cementerio protestante de Santander III

La Ruta del Cares (VI)

Por fin en Caín tras toda la caminata por la garganta del río Cares. Como pueblo no tiene mucha historia. Prácticamente todas las casas son restaurantes, albergues o tiendas de productos típicos, cosa normal viendo el auge de esta ruta. Al ser lunes algunos estaban cerrados. No hay muchos lugares donde aparcar, no me quiero ni imaginar cómo se pondrá esto un sábado o un domingo de verano.
Vista de Caín
Con gusto me hubiera quedado a comer allí, pero no me apetecía meterme una comilona de las de dos platos, postre, café, copa y puro entre pecho y espalda cuando me esperaban otros diez kilómetros o más por la tarde. Además, prácticamente todos los menús eran similares y con platos bien potentes, de esos que exigen siesta posterior. Yo me busqué un rinconcillo tranquilo, saqué de mi mochila el sandwichete de queso-jamón-tomate-lechuga-pepinillos-mostaza, unas barritas de cereales para ayudar a reponer energías y algo de fruta, que es el repertorio habitual cuando toca caminata. Luego un pequeño recorrido por el pueblo para ver qué tiene de interés. Más o menos en el centro está la iglesia.
Iglesia de Caín
Delante hay un par de monumentos en honor a Gregorio Pérez «el Cainejo», nacido en este pueblo en 1853 y famoso por haber acompañado en 1904 al Marqués de Villaviciosa en la primera ascensión al Naranjo de Bulnes por la cara norte.
Estatuas conmemorativas en Cain
A la izquierda una placa con montaña esculpida, homenaje hecho en agosto de 1979.
Placa con montaña
A la derecha otra montaña tallada con una placa de metal y dedicatoria de 2004.
Placa sin montaña
Detrás mía, al otro lado de la calle, monolito conmemorativo de 1979 cuando se cumplía el 75 aniversario de la primera escalada al también conocido como Pico Urriellu.
Monolito conmemorativo
Desde la iglesia se veía una montaña picuda con una forma que me resultaba familiar, pero no, no es el Naranjo según pude ver luego en un mapa. Por su posición podría ser la Torre de Santa María con sus 2.476 metros de altura, aunque tampoco lo podría confirmar.
Montaña al fondo
Como no… contemplando las piedras de las montañas que rodean Caín, enseguida empiezo a encontrar semejanzas. ¿Qué véis aquí?
Piedra del lagarto I
Yo tengo mis dudas… ¿es la cabeza de un lagarto gigante o la de un carnero, con esos cuernos enroscados allá arriba?
Piedra del lagarto II
Poco más… cinco minutos de paseo y te sales del pueblo que acaba (bueno, más bien empieza) aquí. Un ratito sentado al sol descansando la comida, reponer líquidos e irse preparando para la caminata de vuelta, que aún me esperaban otras tres horas andando antes de llegar al coche. Y luego otra hora y media conduciendo para llegar a casa. La verdad, entre senderista y sufridor creo que a veces hay una línea muy, muy fina.
Entrada a Caín

Las marismas blancas

Con lo que me gusta observar y retratar bichos, parece mentira que tenga aquí cerquita las Marismas Blancas de Astillero y nunca me haya acercado allí con mis prismáticos de 9,99 euros a ver pajaritos variados. Para quien no las conozca, las Marismas Blancas es esta extensión de agua con cañaverales situada entre los astilleros Astander y la desembocadura de la ría de Boó.
Marismas Blancas de Astillero
Allí hay algún observatorio de fauna para que puedas ver las aves sentado cómodamente. Si te llevas la nevera de cámping y unas cervecitas, puedes acabar viendo pajaritos, cisnes, elefantes rosas y dragones voladores dependiendo de la cantidad y graduación de cervezas ingeridas.
Mirador en las Marismas Blancas
El sitio puede servir perfectamente para pasar un buen rato entretenido. Hay cisnes, patos aleteando en medio del agua, grupos de cormoranes tomando el sol y unas cuántas especies más que no acabo de distinguir. Alrededor de la laguna discurre un paseo así que si te aburres puedes «hacer pierna» dando un par de vueltas y observando pájaros desde varios ángulos.
Pato en las Marismas Blancas
Claro que digo lo mismo que decía el otro día, habiendo estado en Cabárceno a escasos dos metros de un cérnícalo que se estaba zampando una pata de pollo, ver un pato a lo lejos parece una observación de segunda, pero bueno, qué le vamos a hacer, peor es nada.
Cernícalo en Cabárceno

No sólo piedras

Cuando me voy de ruta montañera, cualquiera que me vea pensará que soy medio lelo. Algo así como un primo de Forrest Gump metido a senderista, casi siempre con la mirada hacia las cumbres y una sonrisa en la boca. No es para menos, empiezo a ver piedras, empiezo a encontrar parecidos y me acabo riendo yo solo. Conforme subía camino de la Cabaña Verónica vi hasta un mandril, pero no fue lo único. Aquí una cima con dos figuras que parecen dos montañeros sentados en el suelo contemplando el panorama.
Piedras en la subida a Cabaña Verónica I
Una aguja de piedra, no sé si era la Aguja de la Canalona o es otra.
Piedras en la subida a Cabaña Verónica II
¿No parece que tenga encima la famosa sirenita de Copenhague? El caso es que una vez la has visto luego no te la quitas de la cabeza.
Piedras en la subida a Cabaña Verónica III
¿Y esa piedra grandota de la derecha?
Piedras en la subida a Cabaña Verónica IV
No parece un boliviano caminando con gesto serio y el chullo (ese gorro con orejeras típico de la región) puesto en la cabeza? ¿No le distinguís perfectamente la nariz, los ojos y la boca…?
Piedras en la subida a Cabaña Verónica V
¿Y todas estas rocas que parecen dientes?
Piedras en la subida a Cabaña Verónica VI
Pues no son dientes, son almas en pena cubiertas por una túnica que salen de procesión uno tras otro hasta lo alto del monte.
Piedras en la subida a Cabaña Verónica VII
¿Entendéis porqué me voy riendo solo? Porque anda que me viene cada parecido a la cabeza que pa qué…

San Román de Moroso (II)

Una vez hecho el camino que lleva desde Bostronizo a la Ermita de San Román de Moroso vamos a ver detallitos varios del lugar. Aquí dejaba la primera parte del relato, justo a la entrada del recinto de la Ermita.
Ermita de San Román de Moroso
Como ermita, grande, lo que es grande, no es. Unos diez o doce metros de ancho por cinco de ancho. Por delante una puerta con un arco de herradura y por detrás ninguna abertura por la que contemplar el interior. Parece haber tres ventanitas de dimensiones mínimas pero a una altura que hace imposible acceder a ellas sin escalera.
Trasera de la ermita de San Román de Moroso
Por este lado tres cuartos de lo mismo, un agujerito de una cuarta de ancho a la derecha, a media altura, y nada más. Poco gastaron en ventanas, ya os lo digo yo.
Lateral de la ermita de San Román de Moroso
Tiene campanario doble… pero ninguna campana. Un poco más abajo hay una abertura en la pared por la que se podría ver el interior si no estuviera tapada y bloqueada desde dentro con una tabla.
Campanario de la ermita de San Román de Moroso
Pocos detalles y pocos ornamentos tiene la ermita. Cero canecillos pude contar. Gracias a la wikipedia he podido aprender una palabra nueva: modillón. Se trata de esas partes de cornisa que hacen de adorno. Pues aquí hay varios modillones, con cuatro dibujos en cada uno que pueden ser estrellas de seis puntas o esvásticas curvas, distribuidos al tuntún.
Detalle de las cornisas
Evidentemente, lo más llamativo es el arco de herradura en la puerta de entrada. Delante también reposan los restos de un sarcófago.
Puerta de la ermita de San Román de Moroso
Aquí se puede ver mejor, en medio de uno de esos sol y sombras que tanto odio porque te obligan a pasar la foto bien pasada por el photoshop o no hay quien distinga nada en la zona oscura.
Sarcófago junto a la puerta
Contra un árbol estaba apoyado lo que parece ser un trozo de otro sarcófago. O eso, o un asiento de piedra. O un bebedero de ovejas. O un cenicero de gigantes. O una churrasquera para los domingueros. Quien sabe qué será.
Piedra de sarcófago junto al árbol
Mucho me llamó la atención ver en el cercado alrededor de la ermita gran abundancia de alambre con unos pinchos que le quitan a cualquiera las ganas de echarle mano. Evidentemente como uno es ligeramente cafrecillo y está vacunado contra el tétanos, le eché mano con cuidadito a ver si pinchaba y os puedo garantizar que sí, pincha, así que procurad no tropezar con él. No sé para qué lo pondrán, si total se puede pasar por la puerta del recinto perfectamente. ¿Será por los animales sueltos?
Alambre de concertinas
Pues ya véis, esto es todo lo que había en la ermita. Me hubiera gustado ver el interior, pero ya se sabe que gracias a los robos de patrimonio nos podemos ir olvidando del tema salvo en fechas especiales. Lo mejor de todo sin embargo fue poder sentarse allí al lado, en pleno bosque, escuchando el viento entre los árboles, los pájaros cantar y el río corriendo un poco más abajo. Una hora de relax, de disfrutar la tranquilidad… y de irse haciendo a la idea que nos quedaban tres kilómetros y media de subida al sol por una pista de monte para llegar hasta donde habíamos dejado el coche.

El Pozón de la Dolores

Relativamente cerca de mi casa está el «Pozón de la Dolores», una laguna creada a partir de una explotación minera abandonada. Habiéndome entretenido tanto cuando pasé por el Pozón de la Yesera me fui a echar una ojeada al de la Lola para ver si estaba igual de bien. Para abreviar: tremendo fiasco. De tamaño mucho más grande que el de la Yesera, es refugio de aves migratorias y tiene un observatorio para poder contemplar los pajaritos. Eso, en el supuesto de que consigas llegar al borde del agua… porque yo no pude. Aquí está el pozón desde Google Maps. Primero lo intenté por la esquina este. Una explotación de vacas me cerraba el paso. Foto de la extensión de agua, pero de aquí no paso.
Pozón de la Dolores I
Luego a la esquina oeste. Acaba la carretera justo en la casa de un paisano. Doy la vuelta con el coche mientras un perro se desgañita ladrándome. No distingo otro camino por el que acceder al agua.
Pozón de la Dolores II
Por el norte no hay carretera. Por el sur sí, pero con un cartelote que te deja las cosas bien claras. Está visto que hoy es San Joderse y me quedo sin ver pajaritos.
Pozón de la Dolores III
Claro que tras haber pasado por Cabárceno y estar a tres metros de bichos como éste, quedarme sin ver una grulla o un par de avechuchos allá a lo lejos tampoco es una pérdida tan grave, podré sobrellevarlo con dignidad.
Buitre en Cabárceno

Este va por todos

Siguen las historias sobre la memoria histórica, sobre los monumentos a los muertos de un solo bando de la guerra civil y todo eso. La última, que un abogado de Madrid había demandado a varios alcaldes de Cantabria por mantener calles con nombres franquistas. El juez acaba de absolver a la alcaldesa de Cabezón de la Sal pero esto es el cuento de nunca acabar.

Delante del colegio de El Astillero vi una cosa que, bueno, podría ser una solución a esos temas. Allí podréis ver este monumento compuesto de una columna con una cruz y un cartelote en el medio.
Cruz en Astillero
Inscrita en el cartel, una dedicatoria a todos los muertos en la guerra civil sin distinguir bandos ni colores. Pues oye, ¿porqué no hacen lo mismo en todos los monumentos que quedan? Cartel por encima con dedicatoria a todos los caidos de ambos bandos y hala, a mirar por fin hacia el futuro…
Dedicado a todos los muertos

En Punta Sonabia (I)

Señores, señoras, les presento ese saliente cuyo nombre real es Punta Sonabia y al que por aquí se conoce como la ballena de Oriñón.
La ballena de Oriñón desde la playa
Reciclo una foto de una entrada anterior para indicar que desde mi paso por los Ojos del Diablo, viendo Punta Sonabia allá abajo me había entrado la duda sobre si se podría llegar caminando hasta el extremo izquierdo.
La ballena de Oriñón desde Monte Candina
¿Existe alguna forma mejor de aclarar esa duda que aprovechar un sábado soleado para calzarse las botas e ir allí de excursionista caminante paseante retratista? Ninguna. Para llegar allí lo mejor es cruzar todo el pueblo y seguir derecho hasta un pequeño descampado donde aparcar. Ojito, que hay un bache con un pedrusco puntiagudo a continuación. Ese día el pedrusco estaba manchado de aceite y se veía un chorrete negro que continuaba recto unos metros. Creo que alguien se dejó medio carter allí mismo. Aparqué sin problemas y enfilo la bajada hacia Punta Sonabia.
Bajada a Punta Sonabia
Preciosa decoración campestre, puerta oxidada con candado a juego, somier a la derecha y hueco libre a la izquierda por si alguien quiere entrar y no trae llave. Detrás pastaban tranquilamente un montón de ovejas y cabras que escaparon despavoridas al verme llegar. Vale, hoy no me he duchado, pero tampoco es para ponerse así.
Portalón junto al camino
Anda, mira, si se ven los DOS ojos del diablo, el que yo vi y el que me perdí por andar poco espabilado. En la lista de rutas pendientes está volver ahí arriba para fotografiar ambos, esta vez espero subir por un sitio más fácil y, sobre todo, bajar sin arriesgar el pellejo que uno empieza a estar mayor para según qué cosas. Claro que luego me veo metido en harina y lo de hacer cafradas me sale sólo, que le vamos a hacer.
Los ojos del diablo
Una ojeadita hacia atrás para ver al fondo la playa desde donde saqué la primera foto y esa especie de faro en pequeñito que se distingue entre las rocas. Como mucho será la típica baliza pequeña porque esa esquina no parece tener mucho peligro.
Costa con farito
Bien, pues aquí estamos por fin al pie de Punta Sonabia o, lo que sería lo mismo, en la cola de la ballena aunque desde aquí parezca cualquier cosa menos un cetáceo. Fijaros qué curioso, está hecha a base de estratos en diagonal.
Vista de Punta Sonabia
Como no, esto es Cantabria: por muy peligroso, escondido o raro que te parezca un lugar, siempre aparecerá alguien pescando en alguna esquina. Menuda afición tienen, da igual acantilado que precipicio, punta que cabo, nunca falla el paisano o paisanos ejerciendo su afición, habitualmente con más cañas que pescadores.
Pescando en el acantilado
¡Andando! Primer tramo facilito de piedras lisas y horizontales como veíais un par de fotos antes, pero al llegar al estrato inclinado… la cosa cambia y mucho. De todas formas es más espectacular a la vista que a los pies, un par de saltitos aquí y allá y sin problema voy avanzando.
Parte complicada del camino
Si os fijáis en la segunda foto de la entrada, se ve cómo la ballena son dos partes y la unión de ambas está casi a ras del mar. Pero lo malo no es eso. Lo malo es el sistema que alguien dispuso para poder cruzar de un lado al otro… ay madre, que esto me parece igual de peligroso que una pasarela de barco pirata… ¿me atrevo a cruzar? ¿Me arriesgo? ¿Aguantará mi peso?
Tabla para cruzar el acantilado
Como dicen en las películas de Jolibús: to be continued…

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