El dÃa que queda en medio de la semana, y quizá por eso siempre ando por medio de muchas cosas. Ayer viernes era la final del «Making Of», esa especie de Operación Triunfo del Diario Montañés, y por el medio allà andábamos también.
Algo más de dos horitas en el Teatro Casyc de Santander viendo cómo los concursantes se presentaban y mostraban porqué quieren trabajar para el Diario Montañés.
Bastante mejor que el año pasado, que se habÃa hecho larguÃsimo. Esta vez fue sin actuaciones musicales, sin discursos de todo el mundo, con la presentación estelar del muñeco «Makinguito». Al verlo aparecer no pude por menos recordar lo bonito que hubiera sido darle un toquecillo estilo «Atilano» del SuperMartes.
Jesús, uno de los ganadores del año pasado, hizo un número de magia en que le rodean el cuello con dos cuerdas, los concursantes tiran de golpe y ¡¡¡leches!!!… en vez de estrujarle el pescuezo como querÃamos ver todos, las cuerdas milagrosamente se soltaron. Aún me estoy preguntando cómo hizo…
En fin, otro viernes más, otro evento más, otro dÃa de entretenmiento que es de lo mejor que se puede hacer mientras espero que me toquen los Euromillones.
La ola del avión
Yo sigo a lo mÃo con el asunto de fotografiar aviones. Algunas veces cojo la cámara, me voy cerca del aeropuerto y a esperar trastos voladores se ha dicho. El tema es mas o menos repetitivo, pero hace unos dÃas tuve una novedad inesperada. Se aproximaba éste para aterrizar y unos segundos después de sobrepasarnos pudimos ver avanzando por el cielo una especie de «ola» en diagonal como la que hacen los barcos grandes con su proa. Esa ola parecÃa una lÃnea de neblina que también iba en dirección al aeropuerto.
Sé que al romper la barrera de sonido se producen unos efectos muy curiosos, pero este avión no iba ni por asomo a las velocidades necesarias y más que un cono ya digo que el efecto era como una ola. Estaba tan asombrado con el efecto que ni se me pasó por la cabeza fotografiarlo, una lástima.
Estalactitas urbanas
Como ya comenté una vez, he notado cantidad el cambio de agua al pasar de Galicia a Cantabria, aquà es muchÃsimo mas «dura» y deja restos de cal por todos lados. Como ventaja, por decirlo de alguna manera, hay un montón de espectaculares cuevas llenas de estalactitas. Y a menor escala, cada fuga o filtración de agua cargada con sales va dejando un rastro de estalactitas junior. Veamos un ejemplo. Parking en el centro de Santander, plaza de aparcamiento con una gotera, veo hacia el techo y anda, mira, dentro de unos cuántos cientos de años (además de todos calvos) esto va a ser como aparcar dentro de El Soplao.
El puente del diablo francés
Asà más o menos deberÃa estar el Puente del Diablo santanderino si entre todos no hubieran dejado que se cayera. SeguirÃa la gente cruzándolo, las vaquitas siendo fotografiadas encima para hacer postalitas y todos tan felices. En Biarritz o bien les ha salido más robusto o lo han cuidado mejor, y eso que el mar bate de lo lindo en la zona. Luce lo suyo junto a la Roca de la Virgen y su principal ventaja es que las olas no llegan hasta donde está la feliz parejita que asà se evita una mojadura como la que me llevé yo para casa.
Blue Jasmine
Tras la exitosa «Fiesta del cine», una jornada en que los espectadores se incrementaron un 550% con respecto a lo habitual con tan solo bajar el precio de la entrada a niveles aceptables, a los que gestionan estas cosas les debió quedar un rato libre para hacer números y ¡coño! ¿Pero de dónde ha salido toda esa gente? ¿Pero cómo puede ser que haya tanto espectador un lunes, martes y miércoles? ¡Y además compran palomitas y chuches porque la entrada no les ha dejado anestesiado el bolsillo! A ver, a ver, vamos a hacer la prueba otra vez. Y asà fue como este lunes, martes y miércoles nos hemos encontrado con las entradas para los cines a 3,50 euros. Y asà fue como he pisado por segunda vez un cine desde que estoy aquÃ. Y asà fue como yo también me sorprendà al ver un miércoles una sala de las grandes (de un centro comercial) casi llena. Y asà fue como vi «Blue Jasmine», de Woody Allen. Impresionante pelÃcula donde las haya, dramática, con una historia muy buena y unos actorazos, hasta merecerá un segundo visionado.
Señores del cine, vayan bajando otra vez los precios para la semana que viene porque 8 euros no voy a pagar ni jarto de vino. Y como yo, seguro que el 99% de los que estaban en la sala. Además, sabemos que nos están tanteando. El otro dÃa 2,90 euros, hoy 3,50 euros, dentro de poco seguro que hacen la prueba con 4 euros y asÃ, pasito a pasito, hasta comprobar donde está el umbral del dolor de bolsillo. Que tan tontos no somos, les tenemos calaos.
Visitando el MMC
Uno de esos dÃas que la parienta estaba cansada y le apetecÃa quedar en casa a rascar la barriga, ocupación a la que le dedico la mayor parte de mi tiempo, opté por coger los bártulos e irme a visitar el Museo MarÃtimo del Cantábrico, o MMC para abreviar. Al llegar, la tÃpica desgracia de siempre: no dejan sacar fotos más que a los acuarios y sin flash. Pues nada, ya que no dejan dentro, habrá que retratar el edificio desde fuera bien retratado por un lado, por el otro y por el centro.
Ya podÃan abrir un poco la mano con lo de las fotos, que la entrada no es precisamente barata (ocho euros) y por sacar unas fotos no le vamos a robar el alma a los bichos disecados que exponen. Si al final, buscando en internet encuentras fotos del interior por todos lados y hasta en la Wikipedia tienen fotos de los famosos esqueletos de ballena de la entrada.
El museo está dividido en varias plantas. En la que entras puedes ver ese enorme esqueleto de ballena junto a otros algo más pequeños. Un montón de exposiciones con asuntos de biologÃa y bicherÃo diverso entre los que destaca la sardina de dos cabezas encontrada en 1913, algo que con lo de Fukushima ha perdido valor porque sólo es cuestión de tiempo que empiecen a aparecer peces con tres ojos, pulpos con quince tentáculos y camarones con dos colas.
La planta primera y la segunda está dedicada a otros temas del mar, la pesca, batallas marÃtimas y maquetas de barcos. Arriba de todo hay un restaurante y una terraza desde la que divisar un buen panorama de los alrededores. Y en el sótano están los acuarios. Hay un montón de tamaño relativamente pequeño incrustados en las paredes.
Ya que aquà se podÃan hacer fotos, pues nada, a desquitarme con los pececitos.
La estrella de los acuarios es uno tamaño gigante, debe tener unos cinco metros de alto y quince de diámetro, tiene incluso gradas desde donde ver cómo un buzo nada entre los tiburones y alimenta al resto de peces.
Por ahà por el medio está, rodeado de un montón de pececitos hambrientos con ganas de bocata.
Ampliando un poquito se le distingue mejor. Menos mal que los tiburones deben comer mejor y un rato antes, si no a ver quien es el guapo que se pone a discutir con ellos o les lleva la contraria.
Aquà se ven peces de tamaño grande, pero no exagerado. Además de los tiburones flotaban por allà dos o tres de un tamaño bestial, unos cacho bichos de un metro de largo. Como lo mÃo es fijación, cuando los veÃa pasar lo primero que me venÃa la cabeza era calcular para cuántas raciones darÃan hechos al horno. Qué le vamos a hacer si uno va para tripero mayor del reino.
Las cosas del amor
Cuando vi este contenedor de basura lo primero que me vino a la cabeza fue hacer una entrada sobre la gente que tiene mucho tiempo libre, la que se aburre mucho o la que está en ambos casos a la vez. Pero fijándome bien en la parte inferior del contenedor se puede leer un «Tquiero» que explica muchas cosas, ay, esas cosas que tiene la gente cuando pone ojitos soñadores y suspira todo el rato. Ahora habrÃa que saber la reacción del o de la homenajeado/a, porque tanto podrÃa darse el caso de «manda huevos que me pinte en un cubo para basura» o «qué bien, que me pone hasta en el contenedor» según el interesado/a vea el vaso medio lleno o medio vacÃo.
Ayuntamiento de Torrelavega
De Torrelavega poca cosa suelo publicar, y eso que es la segunda ciudad más grande de Cantabria después de Santander. Los torrelaveguenses me perdonarán, pero es que me resulta tan fea, tan industrial, tan poco cuidada que ni ganas tengo de pasar por allÃ. Si a eso le sumamos los olores en el ambiente cortesÃa de Solvay y Sniace, peor aún. Para que no se diga, va una de un rinconcillo más o menos visible: el ayuntamiento y la plaza que hay justo delante. A ver si junto ganas y me paso alguna vez más para certificar mi opinión o dar un pequeño resquicio a la duda.
Viene la lluvia
Pues sà que tengo ojo. Fue hablar del otoño tan bueno que estábamos teniendo y que andaba en camiseta por el exterior de la casa, se ha revirado el tiempo y de golpe nos vemos en un mar de lluvia, viento, frÃo y nieve de golpe. Tampoco hace falta ser un Sherlock, viendo el panorama y ese cielo, ¿qué tal tiempo creéis que viene?
Regreso al pasado
Ya ni recuerdo cuando fue la última vez que habÃa ido al cine. Fue en Galicia seguro, porque aquà no habÃa pisado ninguno. Varias cosas me tiraban para atrás. Una que la mayor parte de las salas están en centros comerciales (Hipercor y Peñacastillo) y son las tÃpicas salas frÃas, industriales, muy sosas y con sus pandillitas de adolescentes descerebrados. Otra, MUY GORDA, es que intenté encargar unas entradas por internet, que si el dÃa, que si ahora las salas tienen una zona VIP en el centro por la que te cobran más, que si la mordida del intermediario (hay que joderse, aquà todo dios a meter mano en el mismo bolsillo) y cuando me salen ¡¡¡17,60 euros!!! por dos entradas para ver una simple pelÃcula casi me da un soponcio. Les van a dar PorculÃn Vitaminado en supositorios, no te jode, casi tres mil pelas por una pelicula. Hace poco, en la Fiesta del Cine 2013 bajaron las entradas a 2,90 euros un lunes, martes y miércoles. ¿El resultado? Aumento de espectadores en un 550%. Y se seguirán preguntarán porqué hay piraterÃa: porque al precio normal, el cine en España es un atraco. ¿Queda alguien que se crea que hoy en dÃa una familia de dos personas y dos hijos van a gastarse seis mil pelas para ver una sola pelÃcula (más el atraco de las palomitas, no lo olvidemos)?
A eso le sumamos finalmente que los tÃtulos actuales no es que me resulten demasiado atractivos, malacostumbrado como estoy por la parienta que me hizo ver un montón de pelÃculas clásicas de esas que narraban una trama con enjundia y no lo dejan todo a los efectos especiales, las persecuciones y los tiros sin sentido.
Total, que no recuerdo donde ni cuándo cayó en mis manos un folleto con la programación del cine Los Angeles y me hizo volver el antojo de ver alguna peli en pantalla grande. Investigando, en Santander además hay otras dos salas de cine no tan comerciales ni tan industriales, los Cines Groucho y la Filmoteca de Cantabria.
Llega un domingo de esos lluviosos que no sabe uno ni qué hacer. ¿Vamos al cine? Pues hala, vamos. Para reservar entradas no hace falta conectarte a internet, llamas por teléfono ¡y te atiende una persona! IncreÃble. Hasta hablas con ella, te pregunta si quieres alguna situación en concreto y te guardan las entradas directamente en la taquilla. Concretamente estas dos, grapaditas y con mi nombre escrito en la parte de atrás. Llegas, preguntas y pagas cuatro euros ochenta por cada una, sin ningún recargo porque los del cine le encarguen la venta a otros para quitarse trabajo pero cargándote a ti una comisión por ello.
Ostras… una pantalla como las de antes… y la pared de maderitas… y un montón de plantitas bajo la pantalla… madre mÃa, fue como si retrocediera veinticinco años hasta aquellos cines de mi Vigo natal, el cine Ronsel, el cine Vigo, el Odeon, el Tamberlick, por suerte en el Cine Los Angeles no tenÃan butacas de los años del nodo en las que se te hundÃa el culo hasta el infinito y más allá ni un perenne olor a humedad como en los cines de mis recuerdos. Aquà butacas limpias, cómodas y ningún olor. Bueno, ninguno salvo el de la chica que se me sentó al lado. Veintipocos años y un olor a sudado como si no hubiera tenido otro contacto con el agua desde el bautismo.
Proyectaban «La espuma de los dÃas«. Francesa, con la protagonista de «Amelie» (una de mis debilidades), una historia imaginativa y distinta aunque al director parece que se le fue un poco la mano con la imaginación a lo largo de los minutos.
Al final salimos contentos, entretenidos y volveremos sin dudarlo. Tiene bemoles la cosa, están en la calle Ruamayor, bien cerquita del ayuntamiento, por allà habré pasado unas cuántas veces y nunca los habÃa visto. Nada como andar por las calles con el cerebro en off para que pasen estas cosas.