Ya conté una vez que nada más llegar aquà me compré un mapa que llenar de pintarrajos y organizarme a la hora de hacer excursiones. En él figuraba al lado de Torrelavega una tal «Casa de Calderón de la Barca» que me tenÃa mosqueado, a ver si acaso el famoso escritor era uno de tantos madrileños con casita de veraneo en Cantabria. Si bien es cierto que el escritor nació en Madrid, ésta casa era de sus antepasados: la familia Calderón de Oreña, que se trasladó a Viveda y una vez allà cambió sus apellidos por Calderón «de la Barca» al cobrar peaje por utilizar la barca para transportar a personas y mercancÃas de un lado al otro del rÃo. Mira tú la de chorradas se aprenden sólo con buscar un poco de información, el dÃa que vaya a «Saber y ganar» o al programa de Carlos Sobera arraso seguro.
Según parece la casona es la edificación civil más antigua de Cantabria, pero no se ve nada espectacular. Realmente la media edificación más antigua, porque esto que se ve son dos partes: una torre del siglo XII ampliada tres siglos después y un palacio montañés que le adosaron en el siglo XVII. Es una casa grande pero de arquitectura normalucha. Lo más llamativo es la torre defensiva pero tampoco me llama especialmente la atención.
Los alrededores tampoco son para echar cohetes. Por un lado más casas, por otro lado un parque infantil, por detrás un prado con sus cabras…
Ya digo que lo más destacado es la torre pero en vez de acabar en unas almenas y unas banderas como pueda ser el Castillo de San Vicente de la Barquera, o un torreón cilÃndrico al estilo del Exin Castillos, ese remate con tejado de cuatro aguas y ventanas normales queda un poco soso. Es que ni una banderita de colores, oiga.
Una cerveza bien puesta
Mientras que en algunos bares siguen poniéndote las cervezas como dios le dio a entender, es decir, de cualquier manera y acompañada de una tapa de aire y un palillo, sorprendido gratamente me vi cuando en plena plaza de CañadÃo asenté mis reales posaderas en la terraza del «Ventilador», acerqueme a la barra para solicitar la concurrencia de una cerveza a la que realizar los pertinentes honores y cuál no serÃa mi sorpresa al ver el cuidado y la profesionalidad en el servicio, algo cada vez menos común, dado que me ponen una Estrella Galicia (recuerdo de la tierriña), una servilleta tapando el cuello para que no se resfrÃe, ni se vierta, ni se manche, y una bandejita con sus cacahuetes correspondientes para entretenerme mientras la parienta no acaba su ronda por las tiendas santanderinas. Pues si señor, un diez para los señores camareros y que cunda el ejemplo.
Hospital Virtual Valdecilla
En Valdecilla (el hospital de Santander) tienen un edificio anexo llamado «Hospital Virtual». Es este de aquÃ, decorado con algo azulado por la parte derecha…
…que si nos acercamos parece el dibujo de una célula en tamaño XXL, mira qué curioso y qué resultón.
Al otro lado de la célula de Godzilla están los cartelitos donde indican que allà está AnatomÃa Patológica, FarmacologÃa clÃnica y lo que más me interesaba a mi, el Hospital Virtual.
¿A qué viene eso de Virtual? Pues que es un hospital de entrenamiento, allà trabajan y operan con simuladores para que cuando toque hacerlo sobre pacientes de verdad, al médico no se le oiga de pronto nada como «huy… creo que esto no deberÃa estar aquû.
Y no, no entrenan en simuladores como éste, sino con algunos más sofisticados.
Quien tenga interés en verlo puede echar una ojeadita en su página web donde tienen un montón de información complementaria, incluso fotos y videos de lo que hacen. Lo del parto virtual me dejó sorprendidÃsimo…
La torre de los Alvarado
En Heras, a unos kilómetros de Santander, hay una torre defensiva de esas que se estilaban allá por el siglo XVI. Ojo que estamos hablando de un edificio del año mil quinientos y pico, edificios que a pesar de tener encima más de cuatrocientos años siguen en pie. Evidentemente es el edificio más viejo del barrio y de Heras. Desde lejos se ve robusta y señorial.
La torre tiene forma cúbica y es bastante sobria. El dÃa que me acerqué por allà estaba cerrada y nada en los alrededores hace suponer que sea visitable.
La puerta cerrada a cal y canto. Sólida, sÃ, pero con los bajos parcheados en los que asoma una mala hierba. La impresión es que ésta es otra de tantas edificaciones que se ha venido a menos. En la pared a la derecha el número diez que fue y a la izquierda el número ocho que es.
Con la vista lateral viene de regalo un sorpresón. Menudo adosado que le han añadido por detrás respetando totalmente el estilo… de los años sesenta.
Y sobre la ventana que hay en mitad de la fachada nos encontramos el escudo de los Alvarado. Flores de lis, el mar junto con ¡dos cabezas encadenadas! Tras el escudo un caballero medieval blandiendo su espada. Me pregunto qué criterios seguirÃan a la hora de escoger los elementos que componen el escudo de armas, si dependerá de la historia de tu familia, de los elementos heráldicos que más te llenen el ojo o de lo que se lleve ese año en escuditos.
El escudo heráldico de mi parienta creo que tendrÃa forma de armario y estarÃa dividido en cuatro partes con los siguientes elementos: un vestido, tres perchas, el logotipo de Carolina Herrera y la Visa, todo el conjunto pintado de rosa que este año se lleva mucho. Mi escudo heráldico tendrÃa esculpido un chuletón, un besugo, una botella de cerveza y un corbata de Unquera. En las pastelerÃas de Cantabria habrÃa reproducciones comestibles para deleite del pueblo. Menos mal que no nacimos en el siglo XVI o serÃamos la risa de todos los señores feudales del mundo.
Pide uno de estos… si te atreves
Capilla con carretera
En Bezana tienen un capilla que según la ves, te das cuenta que los alrededores han crecido de tal forma que la han dejado aislada en medio de todo lo demás. Un parque industrial detrás y una carretera por delante que si le llegan a poner arcén se cargan la fachada.
Espero que aquà no hagan bodas, porque cuando salgan los novios se pueden encontrar que un camión se ha llevado por delante a todos los invitados mientras esperaban fuera con el arroz en la mano listos para bombardear a la feliz pareja.
Quizá sea por eso que le han puesto otra puerta en un lateral. Puerta supermoderna en hierro oxidado, con su tejadillo minimalista antilluvia y de estilo claramente ecléctico. Es decir, no pega ni por aproximación con el resto del conjunto pero si los ponemos juntos tarde o temprano acabará por encajar. Y si no, no pasa nada.
En la cascada de El Bolao (I)
En la entrada de los acantilados extrafinos ya comentaba que una de las cosas más interesantes de los alrededores era la Cascada de El Bolao. Me habÃa prometido a mi mismo ir a visitarla en breve, pero como las cosas de palacio van despacio, por fin un año y dos meses después dedicamos un domingo a conocerla y hacerle los honores pertinentes.
Llegados al pueblo de Toñanes caracoleamos por sus callejas hasta dar con un cartelito indicador. Por un lado a la cascada y por otro a los acantilados de La Molina. Mira qué bien, esos no los conocÃa. Por el mismo precio el doble de sensaciones.
Unos metros después del cartel veo por un lado ruinas, por otro dos personas en lo alto de un acantilado. Creo que el panorama me va a gustar. No sé porqué pero me huele que sÃ.
El camino a las ruinas se hace a la orilla del «arroyo de la Presa». Confianza, lo que es confianza, mucha no me daban sus aguas. Aunque en la foto se vea medianamente cristalino, fijándose bien se le notaba un tonillo gris como si llevara porquerÃa disuelta que no se me ocurre mojar un pie ni mucho menos darle un sorbo. Que un riachuelo tenga explotaciones ganaderas unos metros más arriba hace que no me fie ni lo más mÃnimo. A lo mejor no pasa nada, pero a uno le sale el gen gallego desconfiado y no me acaba de convencer.
Las ruinas corresponden con un antiguo molino y alguna edificación adjunta. Todas están hechas polvo, sin tejado, sin vigas, sin nada de nada. Por aquà pastan vacas y el prado está rodeado por un alambre metálico. Para salir de él hay que cruzar esa puerta que se ve ahà delante.
Véase el sistema de autocierre de la puerta: una goma elástica atada entre dos esquinas. Simple, efectivo, fácil de mantener y más fácil aún de reparar. A veces las soluciones de baja tecnologÃa son las mejores con diferencia.
Si seguimos andando nos encontramos a la derecha con el acantilado de la Molina y a la izquierda el resto del primer molino. Como la fuerza del mar se lo cargaba cada cierto tiempo acabaron por abandonarlo y construir los que se ven en las otras fotos.
Giramos ciento ochenta grados y desde aquà ya se puede ver la cascada, el agua cae pegando saltos de estrato en estrato. Un lugar precioso con vistas, agua, acantilado, aire fresco, donde saqué la foto habÃa un trozo de prado verde perfecto para hacer un picnic con vistas al mar. Me lo apunto para la siguiente, espero no tardar otro año y dos meses en realizarlo.
Por último otra de la cascada en todo su esplendor. Con un sol precioso daban ganas de sacarse la ropa y hala, a disfrutar un rato chapuzando en el agua… esa del tonillo gris… mejor me quedo asoleándome sin tocar el arroyo no vaya a ser que pille un tifus o algo por el estilo, que los microbios a veces tienen muy mala leche.
No sólo habÃa ésto, detallitos y alrededores dan para comentar unas cuántas cosas más pero eso lo dejamos para otro dÃa…
Calidad de playas
¿Dónde será esta playa tan rústica, con ese empedrado destroza-espaldas y ni un lugar decente donde tender la toalla?
¿Donde será, quien tienen piedras de todos los tamaños, clases, colores, filos y hasta cristales sueltos por el medio (lo juro, que los vi con estos ojitos mismos)?
Pues ni más ni menos que en la afamada y superturÃstica Saint-Tropez, ésta es la cala donde Brigitte Bardot se paseaba en la pelÃcula «Y Dios creó a la mujer» de 1956. Salvo una capa de pintura poco ha debido cambiar desde entonces.
En el puerto ya es otro cantar. Mucho yate, mucha motora, pero las playas un verdadero churro.
Insisto una vez más, menuda suerte que tenemos al poder disfrutar playas como ésta en San Vicente o cualquier otro arenal de Cantabria, de Galicia o de España en general. Y además gratis. Que dure asà muchos años.
A Bulnes por la canal del Tejo (III)
Tras las partes uno y dos, volvemos a las andanzas por la Canal del Tejo subiendo sin cesar en dirección a Bulnes. Más de una hora de subida debÃa llevar ya y me encontraba en un lugar tal que asÃ. Metidito entre montañas, precipicio a un lado, sin cobertura de ningún tipo, el sitio ideal para caerse por un barranco por caminar mientras va uno revisando fotos en plan lo que le pasó a aquella señora de Coruña que por ir leyendo su tablet se le olvidó hacer la curva que sà hacÃa la carretera y se cayó a la rÃa del Burgo.
Véase qué paisaje, qué sitio, qué casita con su cercado al pie de la montaña. Lo mejor de caminar en dirección sur es que cuando sobrepasas un lugar interesante, das la vuelta, el sol queda exactamente a tu espalda y es facilÃsimo sacar una foto asà de colorida.
Una foto no, una docena de fotos según vas alejándote del punto cuesta arriba porque otra cosa no sé, pero lo que son cuestas en esta ruta tienes todas las que quieras y más. Paisajes también tienes todos los que quieras asà que mientras subes la cuesta y disfrutas del paisaje iluminado por la luz del sur acabas sacando una docena de fotos de cada lugar. Cómo ha cambiado la fotografÃa, antes un carrete de 36 fotos me duraba un montón, ahora me voy de ruta montañera y vuelvo a casa tan contento con más de trescientas en el bote.
Llegando a los tramos finales de subida aparecen unos pedregales enormes, miles de piedras que se han ido desprendiendo de la montaña. Hay a ambos lados, pero como se ve, la ruta pasa por en medio de los de la izquierda..
Ya digo que son miles y miles de piedras acumuladas de todos los tamaños, pequeñas, grandes, muy grandes y tan grandes que si te caen en un callo vas a cojear unos cuántos dÃas.
Además hay pedregales menos densos como el anterior, o densÃsimos como éste. Piedras, sobre piedras, sobre más piedras. Mejor no empezar a pensar en la cantidad de ellas que se caen, en que podrÃa caer una rebontando justo ahora que paso yo, o provocar un aluvión cuesta abajo… lo dicho, mejor ni pensárselo.
Por fin llega un punto en que allá al fondo, en lo alto de una colina, descubres algo que parecen casitas. ¡Bulnes a la vista! ¡Ya queda poco! Hasta parece que a las piernas se les olvidan todos los kilómetros de subida y vuelven los ánimos.
Ahà están las primeras casas en lo alto de la montaña. ¡Venga, venga, venga que no queda nada!
El panorama, espectacular. Montaña, valle, pueblo, picos nevados, el final de caminata también hace que merezcan la pena todos los esfuerzos anteriores.
Dos horas y pico llevaba andando cuando llegué a este puentecito, el lugar ideal para parar, echarse agua por la cabeza, por la cara, por el cuello, por la espalda, refrescarse todo lo refrescable porque aún quedaba un rato de camino. A la izquierda del puente hay un poste que indica que a Bulnes se va por la izquierda, por el collado de Pandébano. Lo que yo no sabÃa es que Bulnes se divide en dos partes, Bulnes – Villa y Bulnes – Castillo. Si vas por Pandébano llegas a Bulnes – Villa dando un rodeo. Lo que nadie dice es que si aquà te vas por la derecha y subes un trozo de monte haciendo zigzag, llegas a Bulnes – Castillo y luego sólo tienes que bajar cinco minutos hasta Bulnes – Villa, de modo que los que hagáis esta ruta ya os sabéis la historia para cuando lleguéis al puente.
Desde Pandébano se ve Bulnes – Castillo en lo alto ante una montaña que lo cierra todo alrededor. Espectacular. Para ser la primera vez que pasaba por aquà iba con la boca abierta tanto por la caminata como por los paisajes que aparecÃan ante mis ojos.
Por fin asoma la primera casa de Bulnes – Villa con un cartelote que suena a gloria bendita. Bar = cerveza fresquita. Porque sÃ, uno será montañero en ratos libres, pero antes me federé en la CofradÃa del Buen Vivir y una cervecita después de semejante esfuerzo entra que da gusto.
El pueblo en sà tampoco es que tenga mucho que ver. Unas casas, un cementerio, una iglesia y tres o cuatro bares casi llenos con su terraza correspondiente. Seguramente será de lo que viven los paisanos del lugar. Fijaros qué pinta y ya me diréis si ésto no atrae como un imán. A ver si es creéis que uno se pega casi tres horas de caminata sólo por andar monte arriba y monte abajo…