El poste Carlos

Hace tiempo hablé de la rotonda con mensaje en la calle Menéndez Pelayo. En realidad ese poste forma parte del Desvelarte 2011, sigue activo variando su mensaje de cuando en cuando e incluso, sorpréndanse ustedes, ¡tiene su propio blog!

Esta vez está en plan Metacarlos, indicando ciudades cuyo nombre contiene la palabra «Carlos» y la distancia desde el propio poste. Como indica en su blog, «el poste finalmente autoconsciente que reflexiona sobre su concreción santanderina mientras da cuenta de su vocación internacional. Y es que, son tan solo algunos kilómetros los que separan a Carlos de su ambicioso destino global.». A-a-a-a-a-ahhhh (léase con voz de Macario)…

El poste Carlos
¿Véis porqué digo que en Santander hay que andar con los ojos bien abiertos y buscar siempre más información? Porque te enteras de cada cosa la mar de curiosa.

Cueva de El Pendo

Ya íbamos tardando en visitar la Cueva de El Pendo. Que si el Soplao, que si las de Puente Viesgo, ésta en cambio la tengo a cinco o seis kilómetros de aquí y permanecía olvidada a pesar de ser nombrada por la Unesco Patrimonio de la Humanidad en julio de 2008.

No podía ser, de modo que un sábado a principios de junio nos fuimos a conocerla. Como siempre sin reserva ni nada que se le parezca, eso de avisar antes es de cobardes y donde esté la sorpresa que se aparte todo lo demás.

La forma más fácil de llegar es acercarse por la S-30, tomar la salida número 7 que pone CA-240 y seguir en dirección oeste hacia Arce. Todo recto hasta llegar casi a Desguaces Escobedo. A la izquierda aparece esta señal indicando el Alto de la Morcilla. A media mañana, ya con hambrecita, morcilla… casi mando las cuevas a tomar viento y nos vamos a papear algo.
Desvío para El Pendo
Tres kilómetros por una carretera de monte, aunque bien señalizada, para llegar a un pequeño parking al pie de la caseta del guia.
Caseta del guia en El Pendo
Yo retrato hasta los carteles, para dar información y que la gente sepa cuándo ir, donde reservar o cómo ir vestido. Así se evitan historias como las mías: aparecer días que estén cerradas o ir sólo con una camiseta de veranillo cuando dentro de la cueva no es que haga calor precisamente.
Cartel explicativo I
Importante: hay una visita cada hora. Podría ser a las en punto. Podría ser a las «y media». Pues no. Es a las «y cuarenta». Adivinad quienes aparecieron por allí a las «y cincuenta».
Cartel explicativo II
El parking vacío. La caseta cerrada porque el guia estaba en medio de la visita. Pero no hay problema. Con un día de sol precioso, nos sentamos en el pequeño muro de piedra que rodea el aparcamiento para disfrutar del entorno, del aire fresco y hacer un rato de fotosíntesis.
Alrededores de la cueva
Una vez concluida la visita anterior vuelve el guía a su caseta. Pagamos los tres euritos de rigor por entrar y bajamos por un camino entre árboles hacia la entrada de la cueva.
Camino de la cueva
Entrada cerrada a cal y canto con doble verja. Esta es la primera, justo donde acaba el sendero.
Verja en la entrada de la cueva
Y esta es la segunda, a la mismísima entrada de la cueva. Tengo que entretenerme sacando lo de fuera porque, como siempre, no permiten fotografiar en el interior a pesar de que internet está llena de imágenes de todo su contenido.
Entrada de la cueva de El Pendo
Justo a la izquierda de la verja de la foto anterior hay una inscripción que dice «Al Doctor Jesús Carvallo trabajador infatigable y glorioso a quien el mundo debe la cueva de El Pendo, 10-VIII-1955». El tal Jesús Carballo (con «b») fue un sacerdote que hizo varias campañas de excavación en el interior de la cueva con un montón de interesantes hallazgos, podéis ver un libro en Google Books sobre este tema.
Inscripción en la entrada de la cueva
El interior es bastante distinto a las demás cuevas que hemos visitado. Casi no hay estalactitas (cuatro mal contadas), no hay estalagmitas, en vez de una cueva estrecha y oscura se trata de una cueva muy alta y su principal interés es el «Friso de las pinturas», un trozo plano horizontal de roca en lo alto donde pintaron a base de puntitos hechos con los dedos unas veinte figuras sobre todo de ciervas, pero hay también una cabra, un caballo y otros bichos.

Estas pinturas fueron descubiertas por Hermilio Alcalde del Río en 1907, de chiripa porque se encontraban ocultas bajo una capa de suciedad, moho y roña. En 1878 ya había hecho excavaciones dentro Marcelino Sanz de Sautuola, descubridor de la cueva de Altamira y a la vez bisabuelo del banquero Botín, pero no las había visto. También hay una segunda galería no abierta al público donde se puede ver alguna pintura más y que tras la guerra civil fue usada por los maquis para esconderse.

A mi me encantó. Entre lo que se veía, lo que me interesa, que éramos sólo cinco visitantes y el guía parecía disfrutar también un montón de la visita transmitiéndote su entusiasmo, fue de lo más entretenido. Quien no la haya visto, por tres euros vaya si merece la pena acercarse hasta aquí.

Legado María de Villota

¡Atención señores! Del 1 al 6 de julio tendrá lugar en Santander una serie de actividades (congreso, seminario y actividades deportivas) a cuenta del «Legado María de Villota«, una iniciativa que pretende continuar la obra y valores de la piloto española, que ni aún después del tremendo accidente que tuvo perdió sonrisa, ánimo, ni alegría.
Legado María de Villota
Si no me equivoco su familia tenía una casa en Somo, ella se casó en el Palacio de la Magdalena (anda, como yo…) el verano pasado (anda, como yo…) tras una pedida de mano junto al faro (anda, como yo…). Una verdadera pena lo que le pasó y una buena idea continuar con lo que a ella le gustaba. Más información en la web www.mariadevillota.es.

Estatuas de Suances

Dos estatuas de Suances tengo por aquí retratadas, dos estatuas de Suances os toca ver hoy. La primera está junto al aparcamiento desde el que se baja a la playa de los Locos. Tiene por nombre «Alma de costa» y fue hecha por Jesús González de la Vega, artista nacido en Torrelavega.
Estatua de Suances I
Medirá unos tres metros de altura. está sobre un pedestal de piedra y representa a un hombre recibiendo al viento del mar con los brazos abiertos. Quien lo diría, a primera vista hubiera jurado que era un jesucristo en un mundo postapocalíptico al que le han robado la cruz. Para mi que éste o su primo salían en Mazinger Z.
Estatua de Suances II
En la base de la estatua hay una placa con una inscripción, que como se lee tan bien me ahorro volverla a escribir.
Placa de la estatua I
Ya en el centro del pueblo nos encontramos otra estatua, esta vez de un abuelete pescador.
Estatua de Suances III
Parece sacado de una tira cómica del periódico, con esa cara redondita y esa expresión. Digo que será pescador porque si os fijáis está agarrando una red.
Estatua de Suances IV
Otra placa en la base confirma mis suposiciones. Fue creada por Salvador G. Ceballos en 2001 y dedicada a los que se atrevieron a cruzar la frontera de la tierra firme para buscar el sustento de los suyos. O sea, a los que se iban a pescar.
Placa de la estatua II

Pedaleando

En Camargo, al ladito del aeropuerto y justo donde está el club de remo, han puesto en funcionamiento de nuevo el sistema de préstamo de bicicletas implantado el año pasado. Vas allí con tu DNI y te prestan una bici dos horas gratis, un chaleco reflectante para que las madres te vean venir y puedan esconder a sus hijos, un casco aunque para lo que hay dentro de mi cabeza se lo podían ahorrar y un gorrito desechable de color azul como ese que utilizan en hospitales o centros sanitarios, para esa gente que le da repelús compartir piojos. Yo, como soy de pelambrera escasa tirando a negativa, no me preocupa mucho. Cualquier piojo que intente acampar en mi cabeza sería detectado a kilómetros de distancia y rápidamente exterminado por la vía del martillazo preventivo. No será el mejor sistema, pero lo que cuenta es lo que me río cada vez que pillo uno.

Total, que mientras España estaba rezando por no hacer el ridículo también contra Australia en el mundial, un servidor, escasamente patriota todo sea dicho, se fue a ver cómo era aquello de las bicis gratis, mucho mejor sistema que el alquiler de bicicletas implantado en Santander a precio razonable el primer año pero con subidas abusivas a partir de entonces del que me acabé dando de baja.

He aquí la máquina. Bici de mujer (no por nada, es que pone Lady Bike en la horquilla), sin marchas con lo cual te inflas a pedalear si quieres que vaya rápido, freno trasero escaso pero freno delantero que clavaba la bici a riesgo de salir catapultado por encima del manillar, sillín incómodo que convierte cada bache en una tortura…
Bici prestada
Pero no importa, porque a mi esto de darle a los pedales estoy viendo que me gusta un montón y para la mierda de forma física en la que estoy se me da bastante decentemente porque le metía una caña que no veas. Hay un carril bici que circunvala el aeropuerto, siete kilómetros de recorrido. Allá voy. Dale que te pego a los pedales hago una primera vuelta en veintidós minutos, que para la bici que es y con estos musculines que me ha dado el Señor no está mal. Va, venga, otra vueltecita… cuando me pasaba gente a la que veías superpreparada, con bicis decentes y unas piernas musculadas como no tendré yo en mi vida, me ponía a pedalear como loco detrás de ellos para que no se me separaran, así me motivaba y me esforzaba más. No se separaban o lo iban haciendo despacito, pero claro, ellos pedaleaban a un ritmo normal y yo como un desesperado.

Final de la segunda vuelta, ya me iba cansando un poquito así que me bajo a por un helado, que hay que recuperar lo que se gasta. La leche… si tengo los gemelos como dos estacas. Acabo el helado, me subo a la bici, empecé a dar unas pedaladas… venga, a por la tercera vuelta. Joer cómo me van a quedar las piernas… además me pasó uno con otra bici prestada a una velocidad más o menos similar así que me puse en plan «este no se me escapa», venga pedales, venga más pedales, y no se me escapó, pero cuando por fin llegué al final… madre mía, chorreando sudor por todos lados y con las piernas rígidas como si hubiera cabalgado mil millas. Devuelvo la bici a toda mecha no se me pase por la cabeza dar una cuarta vuelta, que me conozco y soy capaz.

Volveré porque el invento me gustó un rato largo y eso que el circuito se las trae. Carril-bici pintado de rojo pegado a un carril peatonal pintado de verde, hay que ver cuánto daltónico sale a pasear porque les cuesta horrores distinguir cuál es el de los peatones y cuál el de las bicis. En unos tramos los árboles han reventado el firme, han hecho una especie de badenes naturales y cuando pasas por encima con una bicicleta de paseo sin suspensión te queda el culo bien dolorido. En otro tramo, el firme está rugoso y parece que tuvieras el baile de San Vito. Hay varios puntos donde las ramas bajas de los árboles están a la altura de la cara, será por eso que te prestan el casco, pero menos mal que me llevé también unas gafas de sol porque se te mete una rama en un ojo (perfectamente posible) y menuda gracia. Hay una curva de noventa grados que si la tomas ajustada, al salir te encuentras unas zarzas invadiendo el carril-bici y ya se sabe que esas tienen unas espinitas de lo más simpático. Claro que lo mejor está casi al final, al ingeniero que lo diseñó le quedó la cabeza tranquila…
Obstáculo en el carril bici

Museo del hombre y el mar

Santander tiene un aventurero particular. Se llama Vital Alsar y su entretenimiento favorito parecía ser cruzar mares y océanos en una balsa. Primero intentó llegar de Ecuador a Australia y fracasó por la vía del naufragio. Repitió viaje con éxito unos años después y su número favorito debe ser el tres porque lo intentó una tercera vez, tres años después y con tres balsas que llegaron a su destino. En 1980 cambió balsas por galeones e hizo el recorrido México-España-México de nuevo.

Estos galeones y una balsa fueron donados por Vital Alsar a la ciudad de Santander, y desde 1995 están en la península de la Magdalena al lado de las focas y los pinguinos para disfrute del personal.
Carabelas I
Pedazo galeones…
Carabelas II
…y pedazo balsa, menos mal que está prohibido subirse encima porque si no a día de hoy me apuesto lo que queráis a que sólo quedarían restos. Los troncos más grandes y poco más.
Balsa
Una placa junto a la base de la balsa explica que se construyó en 1970 y sirvió para que Vital Alsar junto a cuatro tripulantes cruzara el pacífico durante 161 días.
Placa de la balsa
Delante de los galeones hay una estatua de una sirena. Como sobre ésta no hacen ninguna advertencia, no hay día que no vea niños y no tan niños subidos a ella para sacarse una foto. Milagro que aún esté enterita. Requetesobada, sí, pero enterita.
Mascarón de sirena
Deben gustarle las sirenas al que hizo el museo, porque uno de los galeones tiene otra a modo de adorno. Se la ve tocando la guitarra y cantando a ver si pilla por banda al Ulises de turno. Qué seria y formal parece, cuesta creer que canten con la idea de atraer marinos para comérselos.
Sirenita
Otra placa hace referencia a que en un cajón están guardadas las firmas de los niños que hicieron posible la recuperación del sueño. Interesante, cuando lo habitual suele ser lo contario, que cuando hay niños por medio cueste mucho más conciliar el sueño. Si son pequeños porque lloran, si crecen porque montan escándalo y una vez son mayorcitos no duermes porque quieren irse de fiesta. ¡Viva la valeriana!
Cajón de firmas
En realidad el Museo del hombre y el mar se compone de un par de elementos más, pero como siempre, sacar fotos sin orden ni concierto hace que los haya mostrado hace casi un año. Se trata de la cápsula de salvamento amarilla con la que se pasaron 267 días viajando por el mar a modo de investigación de la supervivencia de los náufragos y el monumento de las piedras a la ciudad de Torquay. Si os interesa verlo, aquí está la entrada correspondiente.

Además en el centro de Santander hay un monumento dedicado a Vital Alsar, en una esquina de la rotonda del banderolo de Puertochico. Supongo que representa la proa de algo, pero también podría ser un saxofón. Y es que con estas cosas a veces no sabes a qué atenerte.
Monumento a Vital Alsar

Monumento a Vital Alsar II

El conejo soñador de Macías Picavea

Ya sé que el título suena algo raro, vamos a ver si me explico. Ricardo Macías Picavea fue un escritor, periodista y pensador español nacido en Santoña en 1847 y perteneciente al Regeneracionismo. No es algo que me interese especialmente, pero me enteré que había algo de interés en la calle Macías Picavea de Santander y antes de pasarme por allí qué menos que culturizarme un rato y enterarme de quien era el personaje al que le dedicaron la calle.

Para alcanzar mi objetivo desde el Paseo de Pereda hubo que subir, subir, subir y subir cuestas. La parienta echando una retahila de pecados que parecía un carretero porque ella lo que sea caminar en llano vale, pero en cuanto empiezan las subidas deja de gustarle el asunto. Si la llego a llevar conmigo el día de la ruta por la Canal del Tejo, pasado el primer kilómetro me tira por el barranco abajo.
Calle Macías Picavea
Esta es la calle. ¿Qué es lo que buscaba yo? Adivina, adivinanza…
Otra letra en lo alto
Esto mismo. La letra S correspondiente al proyecto «Aquí, ahora, abecedario» del Desvelarte 2013, esta vez se trata de la palabra «Sueña» bajo la efigie de un conejo en Macías Picavea. ¿Se entiende ahora mejor el título de la entrada?
Conejo soñador

Doña Medianera de Braun y Hogenberg

Hace unos meses mencioné una medianera que estaban decorando con un mural en la calle Santa Lucía. Me olvidé del tema y no volví sobre él a pesar de haberme pasado ya por allí y retratado el mural completo. Aquí lo tenéis en todo su esplendor:
Lámina de Braun I
Se trata de una reproducción de uno de los primeros grabados de la ciudad y su entorno, realizado por George Braun y Frans Hogenberg en 1575. Quien será éste de aquí arriba con la pluma en la mano, ¿George o Frans?
Lámina de Braun II
Las cosas de hacer un mural enorme una pared medianera es que si te coincide una ventana donde ahora está el Carrefour y otra el puerto, pues nada, a aguantarse toca.
Lámina de Braun III
Ahí queda un tremendo agujero blanco capaz de engullirse cualquier barco amarrado en el puerto. Lástima no encontrarme algún habitante de la casa tomando el aire para hacer juego con el Frans o el George de arriba.
Lámina de Braun IV
Abajo a la derecha se puede ver el dibujo de un papiro con el título y los créditos de la obra. Anda… pero aquí dice que el autor del grabado es Joris Hoefnagel. En el documento del ayuntamiento de Santander donde saqué la información decía claramente en su página seis que los autores son George Braun y Frans Hogenberg. Cachis la mar, no te puedes fiar de nadie.
Lámina de Braun V
Pues va a ser que es cosa de Joris Hoefnagel, aquí podéis ver otro blog en el que muestran y comentan de forma bastante interesante la obra.

Extrañas apariciones

Santander es una ciudad que hay que recorrer con los ojos bien abiertos. Ya no por la de cosas que hay que ver, sino por las que aparecen de repente. Cuántas veces habré pasado por la plaza Porticada y visto los bancos hechos de piedra negra, perfectamente lisos, pulidos y brillantes.
Plaza Porticada
Pues bien, hace unos días me encuentro que uno ya no está tan liso como de costumbre porque le ha nacido encima un extraño símbolo.
Banco en la Plaza Porticada
Parece uno de esos pirulos señaladores que usan en el Google Maps, pero con el añadido de un circulito hecho con spray en la A. Busca que te busca a ver si dicen algo en Internet pero nada de nada. ¿Qué será? ¿Alguna idea?
Letra A en el banco

La gran cuesta de Santander

La calle Enrique Gran tiene fama en la ciudad no por ser la mas larga, no por ser la más ancha, no por ser la más céntrica, pero sí por ser la mas empinada. Es cortita, medirá sólo unos cien metros, pero menudo ángulo. La primera vez que la vi era de noche y sí, se ve inclinada pero la foto no hace justicia al desnivel.
Cuesta de Enrique Gran de noche
Me voy otro día de tarde, a ver si metiendo alguna figura humana en la foto se nota más. Tampoco.
Cuesta de Enrique Gran de día
¿Y si grabo un vídeo? Bajo la cuesta andando, sigo caminando hasta pararme frente al bar «Las Meninas» de la calle Sol. Ni con esas, para nada se nota sensación de inclinación.


¿Y si saco una foto apoyando la cámara en la barandilla de la parte de abajo de la cuesta? Ahí está, aquí sí que se aprecia la verdadera magnitud de la cuesta y el tremendo ángulo de la subida.
Inclinación de la cuesta
Mejor aún si metemos una moto por medio. Ya puede andar fino el piloto reduciendo la velocidad porque como los frenos digan basta se come la pared enterita.
Moto bajando la cuesta

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