De camino hacia la playa de Langre, sobre el césped de un pequeño parque aparece un monumento dedicado a todos los náufragos del Cantábrico.
Se trata de un bloque de piedra tamaño XXL (dos metros de alto por uno de ancho y otro de fondo), esculpido con un montón de figuras en la parte superior.
Un hombre sosteniendo el cuerpo sin vida de otro, figuras llorando, otro luchando contra el mar y una placa en el frontal.
Gracias a esa placa es por lo que sé a quien va dedicado el monumento. Gracias, porque me ahorran dedicarle un rato a san Google al volver a casa.
Fotos sacadas con el móvil anterior, un par de años han pasado y menuda diferencia de calidad con el móvil actual. Si es lo que yo digo, dentro de cuatro o cinco añitos, los móviles se han zampado todas las compactas y hasta a las cámaras réflex con un poco de suerte, asà que podré andar por ahà de excursión sin cargar con un montón de equipo fotográfico encima. Yupi, yupi…
Aguilar de Campoo
No es la primera vez que sale este pueblo por aquÃ, ya mostré la subida al castillo en lo alto, la enorme presa que hay cerquita o las huellas del fresco que hace en invierno. Faltaba dar unas vueltas por sus calles asà que allá vamos.
Esta debe ser de las vistas que más me gustan, con el rÃo, el campanario de la iglesia y el Puente del Portazgo abajo a la izquierda.
Primer plano del puente: sencillito, corto, cuatro arcos y para de contar. ¿Porqué se llama del Portazgo? Para quien no lo sepa, el portazgo era un impuesto medieval equivalente a un peaje por paso y, aunque deberÃan cobrarlo en este puente, según dice el cartel cuando lo acabaron de construir hacÃa ya tiempo que no se cobraba ese impuesto.
Un poco más adelante, el rÃo se ve frenado por una presa con sus tres compuertas. Hay que ver qué feas son por este lado.
En cambio donde saqué yo la foto habÃa otra compuerta mucho más bonita, con sus pececitos pintados. No serán gran cosa pero mira, hasta consiguen que la compuerta te caiga simpática.
A un lado del rÃo, una solución habitacional para patos. Bien que les vendrá en invierno, que el clima por aquà debe ser similar a Reinosa, con frÃo y nieve para dar, tomar y regalar.
Lo nuestro fue una visita dominguera, y los domingos toca mercadillo dominical. Por suerte estaban recogiendo (gracias dios, gracias, gracias, gracias…) o no habÃa quien me quitase la ración de ver puestecitos acompañando a la doña, que le pirran estas cosas.
Recorrido caminando tranquilamente por las calles del pueblo, viendo calles, callejones, puentecillos y aquà una fuente con castillo al fondo en lo alto.
La ciudad en sà debió estar totalmente amurallada hace un montón de años, aún quedan lugares donde se puede ver el muro y las puertas con torre defensiva ideal para dejarte los retrovisores exteriores del coche.
Poquito más, mucho ambientillo de tapas, de vermuts, de gente de cháchara en las calles a pesar del fresquito que hacÃa y como no, detallitos que siempre fotografÃo porque me encantan. Si la gente que sabe pintar o dibujar reutilizara asà todos estos elementos urbanos como los cuadros eléctricos (en Gijón ya lo han hecho) seguro que callejear por los pueblos se harÃa más bonito.
Por los puertos de Aliva (III)
Continuamos lo que dejamos aquÃ, en la segunda entrada de la caminata que nos pegamos de Fuente De a Espinama. Pasamos por el Chalet del Rey, por el Refugio de Aliva, por la bajada que lleva a la Ermita de Aliva y ahora estábamos a punto de enfilar ese camino entre los dos montes (el que baja, no el que sube hacia la izquierda) que es la parte final hasta Espinama.
Como decÃa en la entrada anterior, este tramo se caracterÃza por montaña, caseta, prado y vacas (o caballos) una y otra vez, aunque no por repetido deja de ser un panorama espectacular.
¡Milagro! ¡Una fuente! La primera que veo en Picos, porque yendo a la Cabaña Verónica no hay ninguna ni nada que se le parezca y en todo el tramo desde el mirador del Cable a la Ermita de Aliva tampoco.
Claro que normalmente no beberÃa aquà ni de broma, una porque fijaros cómo está el agua llena de algas y otra porque nunca sabes qué bicho se habrá entretenido lamiendo el caño del agua. Aunque según dijeron el otro dÃa en un reportaje de la tele sobre los microbios estas cosas inmunizan, asà que no sé si mejor beber y arriesgarse a una cagalera en altura o abstenerme y no inmunizarme.
Tras la fuente se podÃa distinguir un monolito cuadrado. Al acercarme veo que es un monumento con una cruz en memoria de alguien.
Y el homenajeado es Celestino Calvo Briz. Tras la búsqueda correspondiente en San Google me enteré que murió allà en 1945, vÃctima de un alud cuando iba con otros cinco a socorrer a unos montañeros alemanes atrapados en el Refugio de Aliva.
Finalmente se sale del parque nacional de Picos de Europa por las «Portillas del Boquejón», una especie de frontera con dos columnas, valla y paso canadiense para evitar la fuga del ganado. Arriba a la izquierda (fuera de la imagen) un montón de buitres poblaban las cimas de los montes, quien sabe si a la espera de algún excursionista que se tumbe despreocupadamente a dormir la siesta. Si ya atacan ganado vivo, ¿qué mejor que un montañero calentito y en su punto?
Pasadas las portillas tenemos dos opciones, una es seguir hacia la izquierda, todo en bajada por un camino de tierra ancho y sin dificultades hacia Espinama, cruzando esa agrupación de cabañas abandonadas.
La otra opción es ir hacia la derecha por esta senda que empieza aquà para adentrarse entre bosques y lleva directamente a Fuente De. Primera opción: 45 minutos. Esta segunda: 1 hora y 45 minutos.
Nosotros optamos por la primera, por abreviar y sobre todo porque la senda continúa por la ladera de este monte (es ese zigzag estrecho de tierra) antes de meterse por el bosque de la izquierda. La parienta ya iba bastante cansada y un camino de tierra resbaladizo y estrecho serpenteando por la ladera no parecia la mejor solución salvo para quien quiera enviudar anticipadamente.
Seguimos caminando, seguimos bajando, pasamos delante de las cabañas abandonadas (o por lo menos eso creo) y aunque no hay más fotos, las aventuras continuaron. Todo el camino es en bajada, ¡pero qué bajada! Acabamos los dos con los muslos hechos una piltrafa de tanto retener para no embalarnos cuesta abajo. Los tres últimos fueron los peores kilómetros de la ruta y los que nos agotaron las piernas. Por estas cosas es por lo que en entradas anteriores decÃa que Ãbamos en modo ahorro de energÃa, siempre es mejor no agotarse al principio de la ruta y reservar algunas fuerzas por si te encuentras algo como esto.
Llegados a Espinama la parienta se quedó sentadita en un chiringo disfrutando ricamente de un helado y una cocacola mientras que a un servidor le tocaba la dura tarea de caminar otros tres kilómetros y medio por el arcén hasta llegar a Fuente De, que es donde habÃamos dejado el coche. Pregunté en el bar si habÃa autobús o algo similar, me dijeron que nada de nada, pues hala, a caminar otra media hora al sol por si no habÃa tenido suficiente con lo de todo el dÃa. Si es que yo vengo al monte a sufrir, está visto…
Maison con estrecheces
La ciudad de Biarritz evoca riqueza, alta sociedad, grandes casas y hoteles, veraneo de familias reales… aunque en algunos casos no lo parezca. Viendo este portal piensa uno que la casa debe hacerle dura competencia a la casa más estrecha del mundo, que dentro habrá que andar de perfil y si estás un poquito pasado de peso corres peligro de quedarte atascado. Pero no, la vista y el portal engañan. Está en el número once de la plaza de Georges Clemenceau y si echamos una ojeada mediante Google Maps podemos comprobar que de la entrada hacia arriba las cosas cambian notablemente. Es más, si me la prestaran un mes para pasar las vacaciones le perdonarÃa sin problemas la incomodidad de un portal tan estrecho.
El valle de Villaverde
El valle de Villaverde es una de esas curiosidades territoriales cántabras. Se trata de un trocito de tierra inmerso en Vizcaya, ese que véis de color rojo.
Si os soy sincero… me llevé una cierta decepción. Como es lugar donde nieva lo suyo en invierno me suponÃa que serÃa zona montañosa, agreste, abrupta y rocosa. Pues ni lo uno, ni lo otro, ni lo de más allá. Es asÃ:
Valles, montañas bajas, viñedos… a mi me recordaba un montón rincones de Galicia.
Buen recorrido nos pegamos por carreteras nacionales a la busca de lugares especialmente llamativos pero psé, psá, no va a entrar esta zona dentro de mi lista de lugares favoritos. Lo dicho antes, si aquà en vez de «Alto de La Escrita» pone «Alto de FontefrÃa» me lo creerÃa totalmente.
Llegamos a un pueblo que por nombre recibe el de «La Matanza», prefiero ni preguntar qué habrá pasado allà para tal denominación. Veo cartelito anunciando la existencia de un «Museo Etnográfico». Pues nada, vamos a verlo.
A verlo por fuera, claro, porque llegando a la hora de comer normal que esté cerrado (las tres de la tarde casi en punto marca el reloj de la torre). Aún asà gracias a que la verja exterior estaba abierta pude sacar unas cuántas fotos.
Primero el edificio, que son unas antiguas escuelas reconvertidas. Luego este mural, que muestra los elementos más representativos del Valle de Villaverde.
Gracias a la explicación adjunta aprendà dos cosas de lo más curioso: que allà se dan las «vacas monchinas«, raza montañesa en peligro de extinción, y que también es la tierra del «perro villano«. Pensé que hablaban de un perro malo y con mala leche, pero no, es un perro tranquilo, no agresivo con las personas de su entorno y fácil de adiestrar. Eso si, guapo, lo que es guapo, va a ser que no…
Poca gente veo
Algo hay que me tiene mosqueado este verano. A pesar de la tan cacareada recuperación y que ya casi podemos volver a atar los perros con longanizas, yo veo menos turistas que otros años por las calles de Santander y muchos menos en la playa de Somo. Antes llegado julio era un horror para aparcar y la zona más cercana a los aparcamientos siempre estaba invadida de toallas y sombrillas. Pues asà es cómo estaba el pasado dÃa siete a las dos de la tarde. Sol, calor, buen tiempo pero la quinta parte de gente que otros años.
Al habla con gente de tiendas de aquà nos han comentado que sÃ, que se nota bastante gente menos, a ver si a partir del dÃa quince mejora la cosa. Pues anda que si tienen que vivir el resto del año a costa de lo que deje la gente que pase por Santander de quince de julio al quince de agosto, mal vamos. Es como para empezar a desconfiar y pensar que eso que nos dicen en el telediario a lo peor no es verdad…
Proteja la vida acuática
Mira tú qué cuidadosos son en Bulnes, preocupados en que a ningún renacuajo le den una pedrada en la cabeza. No un cartel, no, dos en la misma zona indicandole a los visitantes que respeten la vida acuática y no tiren piedras al rÃo. El primer cartel, clavado en el puente.
El segundo… clavado en un árbol. Pues oigan, ya que cuidan la vida animal del rÃo podÃan cuidar también la vida vegetal y no usar clavos innecesariamente, que el árbol no se quejará pero seguro que tampoco le gusta…
La plaza del paraguas
Esta plaza está en Oviedo y se llama la «Plaza del Paraguas». Como ejercicio de agudeza visual os sugiero que intentéis adivinar porqué.
Está en la calle San Isidoro, aquà antes hacÃan un mercado para la venta de leche. Para cobijar a las vendedoras en 1929 crearon la cubierta con forma de paraguas que ha perdurado hasta hoy. Ya no hay lecheras, pero sà hacen conciertos, bailes regionales, una muestra de arte y en verano viene de pelÃcula para echar el freno y descansar un rato a la sombra como hacen los que están ahà sentados.
Saltando entre las olas
La playa de Somo es un paraÃso para surferos y kitesurfers, a juzgar por la cantidad de ellos que se reunen. Mientras está uno tumbado al sol como una lagartija o paseando por la orilla ver a los los surferos es más aburrido porque se pasan casi todo el rato tumbados en la tabla esperando que llegue una ola, pero los kitesurfers son otro cantar. No paran, propulsados por sus cometas se van para un lado, para otro y por el medio de dan para sacar unas cuántas fotos majas.
Aquà tenéis a uno dale que te pego a la faena, en el rato que estuve sacándole fotos iba, venÃa, volvÃa a irse, vuelta otra vez, un no parar.
Lo mejor de todo es que de cuando en cuando se animan y pegan unos saltos de impresión propulsados por su miniparacaÃdas. Tiene pinta de ser entretenido este deporte, aunque a juzgar por la de visitas al hospital de un amigo al que le gustaba, me voy a abstener de experimentar con él vista mi propensión a darme castañazos y mis problemillas con el mar y sus corrientes.
El Museo de la Naturaleza
Cuando vimos el Molino de Carrejo me fijé que allà cerquita está el Museo de la Naturaleza de Cantabria. Me dije que un dÃa tenÃa que pasar por allà para visitarlo pero bueno, un dÃa por otro, el otro por uno, ocho o nueve meses van ya y sin previsión de acercarnos todavÃa. Ya se sabe que las cosas de palacio van despacio.
Mira tú qué entradita más palaciega tiene, con sus arquitos y soportales, su cadenota con columna, su balcón corrido, se nota que antes era una casona palaciega de las que tanto abundan por Cantabria adelante. Es la Casona de Carrejo, construida en el siglo XVIII y declarada Bien de Interés Cultural en diciembre de 1984. Su primer dueño era Don Pedro de Alcántara Ygareda y Balbás, quizá por eso la placa de arriba a la derecha nombra el lugar como «Plaza de Don Pedro Ygareda».
Claro que hay un gran inconveniente para visitar el museo. Allà al lado hay una terraza a la que se me van los ojos directamente. Cuando le pasé por delante vi tal despliegue de rabas, cervezas y tapas variadas que ejercen sobre mi una irremisible atracción, me desvÃan de la ruta prefijada e impiden llegar a cualquier otro destino.