Hasta donde yo sabÃa, en Cantabria habÃa dos embotelladoras de agua mineral. La primera y más conocida es la famosa Agua de Solares que mana en el pueblo del mismo nombre. La otra es el Agua de Corconte que mana, evidentemente, en Corconte junto al embalse del Ebro. Eso era lo que pensaba, pero mira por donde me he enterado que la segunda no está en Cantabria sino en Burgos. Vaya hombre… si hasta me habÃa pasado por allà a echar una ojeada y sacar unas fotos. Aparqué frente a una enorme casa alargada en ruinas. Esta parecÃa ser la antigua fábrica de agua, ya veréis luego porqué lo digo.
Justo enfrente está donde seguramente la envasen ahora, una nave más moderna y dentro de la que se veÃa maquinaria junto con trastos de acero inoxidable que son los que se suelen usar en instalaciones alimentarias. No está mal, pero habiendo ruinas y cosas viejas voy a fisgar un poco que suele ser más interesante.
La parte central de esta edificación estaba cerrada, a través de las ventanas se veÃan más muebles de acero inoxidable junto con alguna máquina que no pude adivinar para que serÃa. El resto de puertas estaban abiertas y tras una de ellas aparecen un montón enorme de cajas vacÃas. Efectivamente, aquà o bien la envasaban o la embotellaban o, en su defecto, la almacenaban.
Estaba todo bastante hecho polvo. Sin tejado, paredes desconchadas, musgo en el suelo, muebles desvencijados, una pena. Abandono total y absoluto. Ahà al fondo a la derecha hay una puerta abierta, vamos a ver qué hay detrás.
¡Una cuadra! O por lo menos me lo parecÃa. Suelo de tierra como pisoteado por patas grandes, unos restos de paja a la izquierda y un bebedero de agua a la derecha, ¡aquà tenÃan bichos grandotes!
Justo frente a la puerta aparece un cartel que pone «Tornado» y una fecha. ¿Queréis ver que ésta era la suite del toro Tornado? ¿Qué harÃa en una embotelladora de agua…?
Poco más habÃa que ver, salvo que os gusten las maderas rotas, las tejas caÃdas y los restos de todo tipo tirados por el suelo. Otro dÃa que junte ganas hablamos del Balneario de Corconte, justo allà al lado.
Viva el óxido
Un dÃa, a la búsqueda de la última letra del abecedario que me faltaba para lo del «AquÃ, ahora, abecedario«, me hice un recorrido por la calle General Dávila por la que no suelo pasar excesivamente y en el número donde se suponÃa que deberÃa estar el edificio que yo buscaba tan sólo encontré el de un organismo oficial, la sede del Instituto Cántabro de Servicios Sociales (ICASS).
Edificio muy majo, muy bonito, muy moderno, sobrio y elegante al que ya le han tenido que poner delante un invento de esos hechos con hierros oxidados que según parece deben estar o haber estado de moda porque aparecen donde menos te lo esperas. Se aprovecha al torre de ventilación de un parking, le ponemos encima unos listones de metal con una plancha vertical en plan pasarela de barco pirata y hala, a lucir por los siglos de los siglos porque a pesar de estar a la intemperie este no se oxida en la vida. No se oxida más, querÃa decir. En fin, a mi estas cosas me resultan feas con ganas pero no queda otra que irse acostumbrando. Paciencia.
Osos, leones y cuernos
Si me descuido aquà es donde más tiempo paso cada vez que voy a Cabárceno. El recinto de los osos es tan grande, hay tantos y hacen tantas cosas que van pasando los minutos y yo embobado viendo como saltan, corren, juegan o incluso parece que vayan a echar un combate de sumo.
Sumo no sé si sabrán, pero jugar sà que saben y qué bien que se lo pasan. Sube uno encima del otro, el otro encima de uno, se persiguen, ruedan… y yo en la parte de arriba sacando fotos como loco.
La última vez al que no vi con muchas ganas de jugar fue a éste, o ésta, que no sabrÃa distinguirlos. Se movÃa con dificultad cojeando y no tenÃa cara de muchas fiestas.
Acabó tendiéndose al sol con la pata trasera estirada, que era de la que cojeaba. Fijándome bien y a base de zoom pude ver que en la parte trasera de articulación tenÃa la piel revuelta, como si le hubieran mordido o se hubiera lastimado. No sé cómo harán en estos casos, pero menudo papelón para el veterinario, tener que ir a tratar a un bicho de quinientos kilos en un recinto lleno de elementos similares que sin duda no le harÃan ascos a un solomillo de humano.
Otros con los que me suelo pasar un buen rato es con los leones, sólo que esperando a ver si aparecen por alguna parte. No sé donde se esconderán, pero dos veces que fui, una los vi tumbados a lo lejos y la otra todo lo que conseguà retratar fue un león paseando tranquilamente camino de donde seguramente estarÃan los demás echándose una siesta.
Pero bueno, que no me preocupa porque sobran animales a los que fotografiar. ¿Que no hay leones? Fotografiamos un addax con cuernos y flequillo y todos tan contentos. Por cierto, que menudo susto me metió el primo de los antÃlopes este. Me asomé entre las vallas de madera para fotografiar a uno y concentrado como estaba ni me enteré de otro que se me acercó por un lateral para olisquearme con curiosidad. Cuando de pronto noto algo resoplando junto a mi oreja pegué un respingo de impresión no fuera a tener a mi lado un animal comedor de orejas, o peor, comedor de cámaras…
La virgen de la garita
¿Hablaba anteayer de nuevos descubrimientos? Tras haber visto la estrella de Bustamante en la calle Tetuán, mientras me alejaba corriendo hacia el coche para escapar de la lluvia fina que empezaba a caer vi una cosa con forma de garita enrejada bajo un par de arbolitos. Anda que no habré pasado veces por aquà cerca y nunca me habÃa fijado en esto.
Garita parece pero garita no es, porque las garitas no tienen un enrejado exterior ni una estatua de la virgen en su interior.
Pues ya es curiosidad, encontrar esto aquà escondido, sin ningún cartel indicativo, explicativo o aclaratorio y sin ningún indicador alrededor. Tras buscar un rato en internet no encuentro tampoco referencia alguna al tema ni otras fotos.
Por si alguien quiere verlo también no es en la misma calle Tetuán, sino en la calle La Montañesa casi enfrente de una entrada para el parking subterráneo. Con ese nombre de calle ¿será que esta es una virgen montañesa o algo as�
Monolito antiparacaidistas
A la salida de Villacantid y prácticamente frente a la iglesia de Santa MarÃa la Mayor (la del Centro de interpretación del Románico) hay un pequeño parque con una escultura-monolito de la que desconozco el valor artÃstico, pero más parece un invento destinado a empalar incautos paracaidistas que se desvÃen de su punto de aterrizaje elegido como todos esos inventos escultóricos u ornamentales acabados en punta.
Nada en los alrededores explica su historia, valores o motivación, con lo cual me lo tengo que imaginar yo y asà pasa lo que pasa, que se va uno por los cerros de Ubeda. A su lado una mesa y dos bancos corridos también de granito a juego. Bajo los tres postes hay una fuente (que no funcionaba, todo sea dicho) pero dudo que hayan puesto un mamotreto de piedra con semejantes dimensiones sólo para evitar mojarte mientras bebes los dÃas de lluvia.
El nuevo San Mamés
Los vecinos del este, esos que construyeron una caseta gigante de titanio para un perro enorme cubierto de flores, se han sacado de la manga un nuevo estadio para el Athletic de Bilbao que llama la atención desde bien lejos. Hace tres semanas anduve por allà buscando un mercadillo de ropa que se organizaba en una antigua fábrica de galletas (las cosas de ser consorte de una bloguera de moda) y pude retratarlo, fijaros cómo luce el nuevo San Mamés.
Por dentro será como todos, un cuadrado verde con rayas y porterÃas, pero el exterior es bastante diferente con esas piezas blancas curvadas.
Porque ahora los del Rácing andan con los bolsillos total y absolutamente pelados sino podÃan animarse con algo similar visto cómo está de viejo su estadio, incluso con desconchones y rotos en las paredes por no hablar de lo obsoleto de sus formas.
Nuevos descubrimientos
Es curioso, tras tres años y medio callejeando a tiempo parcial por Santander siempre que me pongo a caminar sin rumbo por alguna esquina de la ciudad acabo viendo cosas que me llaman la atención y no habÃa visto antes. El otro dÃa me acerqué al final de la calle Guevara para comprar las entradas del concierto de los Dustaphonics. Justo al lado descubro una calle que si me descuido no tiene nada que envidiar a las famosas cuestas de la Atalaya y de Enrique Gran. Se trata de la calle Vista Alegre y sólo con verla me entra el agotamiento asà que lo de subirla ni me lo planteo.
Una vez finalizado mi periplo por el centro cojo el coche, salgo por la calle Monte y aparece otra de las obras del Desvelarte 2014, un mural en una fachada creado por Nuria Mora en octubre pasado. A los ojos del profano lo veo un poco sosainas, pero bueno, mejor que la pared medianera totalmente desnuda sà que es. Ruego no se me ofendan autores y acredores por descripciones tan campestres, pero es que uno es asà de básico: me gusta / no me gusta y poco más.
Otro calendario viviente
Otro más para la lista de calendarios vivientes: el del Campo de San Francisco en pleno centro de Oviedo. Hace ya unos mesecitos que pasamos por allÃ, algo que queda claro sólo con ver la foto.
Alguno como el de La Coruña tenÃa las cifras del dÃa hechas a base de una lÃnea de plantitas, de modo que sustituir números era fácil, pero con este la cosa se complica al estar hechos de césped sobre suelo de gravilla blanca.
¿Qué pasa aquà cada dÃa a las doce de la noche? ¿Viene el del ayuntamiento con un número hecho a base de hierba, quita uno, pone otro y recoloca la gravilla? ¿Recolocan la hierba del segundo número como si fuera un tangram? ¿Es una subcontrata de los enanitos del bosque quien hace el trabajo?
Callejeando por Bayona
Ahora que llega la primavera habrá que pensar en hacer otra visita a la zona fronteriza francesa que tanto me gusta porque quedan un montón de cosas que ver a una distancia relativamente cercana. Incluso aunque repitiéramos no me importarÃa porque los pueblos por los que hemos pasado tienen un encanto bastante especial. Como Bayona, por ejemplo, con esas callejas por las que tanto apetece andar.
Con esas casas que tienen más años que carracuca y las fachadas tÃpicas de los pueblos antiguos. Asà voy por la calle mirando a un lado, a otro, a las fachadas, los tejados, las ventanas, los escaparates…
Y encontrando estos rincones tan bonitos. Lástima la posición del sol, si lo tuviera justo a mi espalda e iluminara la calle al completo hubiera sido una pasada.
Comercios, pastelerÃas, tiendas tÃpicas, tabernas, cafés…
Ostras, ¿y ese cartel de un cabaret? Allá me voy a ver qué es eso. ¿Habrá bailarinas de cancán?
Pues mi gozo en un pozo, porque los establecimientos golfos no abren a la luz del dÃa de modo que me quedo sin ver más que la puerta de afuera y el cartel. Da igual, yo con tal de callejear por un lado y por otro ya disfruto, para desesperación de la parienta que es menos andarina que un servidor y acaba la pobre con los pies hechos una piltrafa. Anda que como se entere que esta primavera quiero llevarla a hacer la Ruta del Cares le da un parraque…
El Pedregal de Castro Urdiales
Castro Urdiales tiene oficialmente dos playas, la de Ostende al oeste y la de Brazomar al este. Sin embargo si te metes por el casco viejo, concretamente por la parte que da hacia los acantilados, llegas a otra llamada «El Pedregal» como se puede ver en el mural sobre esa fachada.
Playa, en su acepción de superficie cubierta de arena, francamente, no hay mucha. Esas gradas están pensadas para que la gente tome el sol y asà evitar tener que tumbarse en las piedras, algo que no parece muy apetecible.
No por nada, es que aquà encima se debe estar de todo menos cómodo. Es curioso cómo cambia el color donde llega el agua, menuda diferencia de tonos entre las piedras mojadas y las secas.
Sin embargo lo verdaderamente curioso de esta playa es que no tiene salida al mar, es como la de Gulpiyuri, está cerrada por un acantilado y el agua entra por un hueco entre las piedras allá al fondo.
En las rocas frente al solarium hay dos estatuas de dos niños. Uno de ellos tirándose al agua, al estar en un lugar bastante inaccesible permanece inalterada.
El otro está en un punto donde se puede llegar fácilmente y asà se ven los efectos secundarios: un brazo menos y la cabeza pintada en plan mohicano. Qué le vamos a hacer, cafres hay en todos lados.