La cabra tira al monte Buciero (III)

Tras la entrada uno y dos me había quedado a puntito de llegar a la cima del Monte Buciero, señalizada por esa cruz. Un pequeño tramo de subida más y ya estoy.
Llegando a la cima
En nada me planté en la cima. Qué pasada de vistas. La cruz en primer plano, Santoña allá abajo, las marismas del Joyel, la ría de Argoños, Montehano… madre mía, cómo estaba disfrutando.
Cruz en la cima
Unos metros más allá aparece una bandera de Cantabria. Como el día estaba de lo más tranquilo y no hacía la menor gota de viento está la banderita perfectamente flacida, lo cual no es óbice para fijarme en un curioso detalle: quien la puso ahí, la montó al revés. La bandera cántabra tiene lo blanco arriba y lo rojo debajo, en ésta se nota claramente que están los colores en la posición incorrecta.
Bandera de Cantabria
Girando la mirada un poquito a la izquierda se puede ver incluso la playa del Puntal de Laredo, machacada por los temporales invierno tras invierno. El Puntal es justo la esquinita, la parte izquierda es la playa de la Salvé y el otro lado es la playa del Regatón (espero que no sea por estar llena de horteras cantando aquello de «perrea, perrea»).
Santoña y el Puntal de Laredo
Ampliamos un poquito más para verlo todo mejor. Qué cantidad de barquitos hay fondeados en verano, mientras que en invierno ni barcos, ni gente ni nada de nada.
El Puntal de Laredo
También se ve perfectamente la plaza de toros de Santoña, sirviendo de separación entre el paseo marítimo y el puerto.
Plaza de toros de Santoña
Girando ciento ochenta grados y mirando hacia el mar en vez de hacia el interior se ve la playa de Berria, a la derecha de la playa está el penal del Dueso y si os fijáis ahí a la izquierda hay un alto con una construcción. Ese es el Fuerte del Mazo, que salía en la primera entrada del Monte Buciero.
Vista de la playa de Berria
¿Qué me quedaba por hacer? Sentarme un rato, beber, comer algo para recuperar energías, sacar una panorámica, la meadita de rigor y preparémonos para ir bajando. Eso, en la cuarta y última parte.

Cerraduras y llaves

A lo largo de mi vida he visto cerraduras y llaves normales, especiales, vulgares, raras, curiosas y luego viene la que había en una puerta de Burdeos, concretamente creo que era en la entrada de la catedral. Si así es el agujero de la cerradura, cómo será la llave…
Cerradura en Burdeos

Visitando ruinas (II)

Hace ya unos cuántos días empezaba el relato de mi visita a las ruinas del Seminario Menor de Argomilla de Cayón, el grandísimo descubrimiento de un edificio hecho polvo todo para mi y mi cámara con lo fotogénicas que son estas cosas. Porque me pilla vago que si mezclas ruinas con fotos en blanco y negro se pueden crear unas cuántas imágenes bien majas.
Interior del seminario
Me pregunto qué habrá pasado aquí, porque una cosa es que se cayera de puro viejo pero otra muy distinta es ver los cuartos de baño en los que los meaderos aparecen hechos trizas con saña y las paredes llenas de surcos. ¿Habrá sido para robar las tuberías? Cuando voy recorriendo una ruina suelo andar despacito, con cuidado, procurando hacer el menor ruido posible. Algún día me voy a encontrar de frente directamente con los robacobres y a ver qué hacemos entonces.
Cuartos de baño
Piso a piso fui subiendo escaleras. Si alguna vez hubo ascensores, ahora sólo queda el hueco tapado por unos palés para evitar que el personal se caiga. Eso en los dos primeros pisos, creo recordar que a partir del tercero estaban sin ninguna protección.
Huecos de ascensores tapados
Del primero al último, con el techo caído y las puertas bloqueadas. Mejor no intentar seguir por este camino que poco futuro le veo. Me lo estaba pasando pipa en plan «Dora exploradora».
El final de la escalera
En cambio se podía salir a una parte del edificio principal que no sé si era tejado o azotea, porque para ser tejado poca inclinación tenía pero azotea tampoco me acababa de parecer. Cuántos años llevará hecho una piltrafa el edificio que hasta han crecido árboles aquí.
Tejado del seminario
Desde el tejado-azotea se divisaban todos los alrededores, un ala del edificio principal con techo redondo y esa otra torre ahí al fondo.
Vista del campanario
Ultimo piso, un montón de muros para disfrute de los grafiteros. Se ve que las partidas de paintball no llegan hasta aquí, una pena porque tiene una buena cantidad de paredes y parapetos con los que defenderse. Claro que suelo lleno de musgo y ventanas sin cristales no hacen el lugar muy recomendable para andar pegando saltos, carreras y frenazos. Si de un resbalón sales disparado por la ventana francamente no te arriendo el beneficio.
El último piso
Con lo que me gustan a mi los cerditos, fijaros lo que me fui a encontrar. Cuando tenga que cambiar el cerdito sobre fondo azul que uso como foto de perfil, me pido esta caricatura del cerdo volador como sustituto.
Grafitti II
¡Ostras! ¡Otra de calaveras, con lo que se llevaban el año pasado!
Grafitti I
Fijaros que monada. Si me falla el cerdito para la foto de perfil puedo poner esta otra, que una calavera con lacito «mola mazo».
Calavera con lacito
Pasillo por aquí, pasillo por allá, escaleras, de pronto me encuentro ante lo que parece ser un salón de actos enorme, con dos pisos y fosos en los que sí se dedican al paintball. El techo es redondo, o sea que debe ser la parte que se veía desde la azotea.
Salón de actos II
Este es el piso de arriba, con gradas y el techo de madera cayéndose listón a listón. Qué pena que hayan dejado llegar a estos extremos un edificio semejante. Si alguien lo quiere restaurar va a tener trabajo de lo lindo.
Salón de actos III
Así es como se ve desde justo enfrente. Los dos pisos, el techo roto, parapetos de neumáticos en el suelo… impresionante. Qué cantidad de gente debió estudiar aquí a juzgar por las dimensiones del local.
Salón de actos I
Una última ojeadita hacia arriba para ver las vidrieras rotas. ¿Sería esto una capilla? ¿Sería la subida a un campanario?
Subida al campanario
En fin, que me lo pasé pipa recorriendo estancia por estancia, descubiendo salones, azoteas, pisos y más pisos, clases abandonadas con el encerado pegado a la pared, pintadas por todos lados, todo solito y a mi bola. Algún día habría que ir de noche, eso ya sería para valientes de verdad.

Arte en canalones

Ya no recuerdo dónde saqué la foto, pero fijaros qué artistada en formato canalón pude contemplar en uno de esos paseos míos por el mundo adelante. Cuando a un instalador de canalones le entra la fiebre del zigzag, pasa lo que pasa. Seis cortes o pliegues en un metro, si esto no es digno del libro Guiness de los récords venga dios y lo vea.
Canalón curvilíneo

La tumba de Menéndez Pelayo

Aunque Marcelino Menéndez Pelayo haya vivido en su casa de Santander, no es allí donde está enterrado sino… en la Catedral. Ni idea tenía del tema hasta que lo leí un día buscando información sobre la basílica propiamente dicha. Intenté pasar por allí una tarde… estaban en misa. Intenté pasar por allí otra tarde… estaban con no se qué del santísimo y no se podía pasar. Otra vez… y más misa. A la cuarta fue la vencida, me quedo hasta que acaben la misa y así puedo recorrer toda la catedral tranquilamente hasta dar con la tumba de don Marcelino situada según se entra al fondo a la izquierda. Muy apañadita, sencilla pero fina.
Tumba de Menéndez Pelayo I
Grabada sobre la piedra, una inscripción dice que yace aquí como defensor de la fe católica, gloria de España, orgullo para los cántabros y etc, etc, etc.
Tumba de Menéndez Pelayo II
Qué cómo sé todo eso si están las letras tapadas por esa corona circular? Lo de siempre, cartelito y foto al canto para no olvidarme del asunto…
Epitafio de Menéndez Pelayo
Como se puede ver en el texto, debía estar enterrado en otro lado y en el centenario de su nacimiento trasladaron los restos a la catedral. Aquí queda la efigie de este buen hombre descansando para la eternidad, con un librote por si se aburre y una cruz por si necesita un marcapáginas.
Tumba de Menéndez Pelayo III

Nada es para siempre

Hace tiempo ya, algo así como año y medio, me preguntaba qué sería ese azulejo que apareció en una pared a la entrada del Pasaje de la Peña. Unos meses después se desveló el enigma y resulto ser una campaña de propaganda de un grupo musical llamado «El mensaje» del que no se han vuelto a tener noticias, incluso su página de Facebook ha desaparecido.
Azulejo a la entrada I
Nada es para siempre, parece ser. Ni los azulejos. Hace unos días volví a pasar por allí y fijaros cómo ha sido fagocitado por la voracidad pegatinera.
Azulejo en el Pasaje de la Peña
Por suerte el Moai fumador de «Yipi, yipi, yeah» sigue en perfecto estado al quedar algo más alto y alejado de manos ajenas, ojalá que por mucho tiempo más.

Un monumento olvidado

Después de casi tres años de dale que te pego a lo de sacar fotos y publicarlas aquí llega un momento que me pierdo, no recuerdo si hablé o no de algunas cosas y me paso un buen rato con el buscador del blog antes de escribir nada. Aún así me quedan dudas como que estaba convencido de haber hablado sobre el famoso «Pájaro Amarillo», el avión que cruzó desde EEUU a España en 1929 y aterrizó en la playa de Oyambre. Os recomiendo un montón que le echéis una ojeada al enlace anterior porque su historia fue increíble. Despegó con sus tres tripulantes desde EEUU y pretendían llegar a Francia, habían reducido el peso del avión al mínimo imprescindible, el carburante justito y cuando por fin emprenden el vuelo… se les había colado un polizón. Dado que a Francia no iban a llegar, en cuanto vieron Oyambre allí mismo aterrizaron.

En conmemoración de la hazaña les dedicaron un monumento sobre la arena de la playa. Ese monolito resistió ochenta años hasta que en 2009 lo retiraron debido a que las mareas y el oleaje había socavado su base, con la intención de trasladarlo a un lugar un poquito más alto para que no se vea afectado por las olas. Cinco años después, tú por mi, yo por ti, el ayuntamiento, costas, el papeleo burocrático y la madre superiora, sigue todo igual, el monumento en un almacén y sin aspecto de retornar a la playa en breve. Así está el lugar actualmente.
Restos del monumento al Pajaro Amarillo I
Una base rota para el monolito, las piedras desperdigándose, un mástil vacío y nada que recuerde la increíble hazaña de unos aviadores aventureros hace ochenta y cinco años.
Restos del monumento al Pajaro Amarillo II

No-subida al Coriscao

La llegada del otoño es fuente de muchas sorpresas. Una de ellas un mes de septiembre impresionante en lo que a la meteorología santanderina se refiere. Los del Mundial de Vela han tenido una suerte tremenda porque si llega a estar mustio, nuboso y con lluvia, no hubiera ido ni el tato a verlos navegar. Otra sorpresa es que uno sale de esta zona vestidito de verano camino del Puerto de San Glorio para subir al Coriscao y una vez en el Collado de Llesba, principio de la ruta, casi no pude ni bajar del coche por el vendaval que hacía. Me apeé por verguenza torera. Iba en camiseta, tuve que ponerme el forro polar de reserva que llevaba, el impermeable plástico que va en el maletero del coche por si algún día tengo que cambiar una rueda en medio de un aguacero y aún así me pelaba de frío. Este es el Collado de Llesba y eso de ahí arriba lo primero que quería ver.
Collado de Llesba
El tiempo no pintaba muy bien. Donde yo esperaba encontrarme sol y calor, había fresco y un montón de nubes amenazando lluvia. Las vistas merecían la pena, los del fondo son los Picos de Europa y según parece en la ruta al Coriscao las vistas son preciosas.
Nubes en Picos de Europa I
Algunos picos aparecían con nubes, otros metidos entre las nubes totalmente. Como para intentar subir esa montaña con ese nubarrón no dejándote ver si donde pisas es camino, roca o precipicio.
Nubes en Picos de Europa II
Bueno, vamos a lo que vamos. Empiezo con la subida al Collado de Llesba para retatar esa estatua en lo alto de una colina.
Monumento al Oso I
Se trata del «Monumento al oso» creado por el escultor cántabro Jesús Otero, ese a quien le han dedicado un museo en Santillana del Mar.
Monumento al Oso II
Foto al oso por un lado, foto al oso por el otro, foto a la inscripción conmemorativa de la autoría…
Monumento al Oso III

Cartel en el Monumento al Oso
Foto a las piedras del collado, que me sorprendieron un montón tanto por su color verdoso como por estar hechas de una acumulación de lo que parecen ser cantos rodados de río. Seguro que alguien puesto en geología le encuentra una explicación evidente, pero a mil setecientos metros sobre el nivel del mar me sorprendió mucho encontrar ese tipo de piedras.
Piedras de rio en la montaña
Seguía soplando un viento a lo bestia, me estaban empezando a doler los oídos, cada vez notaba menos sensibilidad en las manos y las veía más azuladas y para más el Coriscao se veía allá a lo lejos… bueno, más bien no se veía porque otra nube lo cubría por completo. Si, vale, hemos venido a este mundo a sufrir pero yo me pido empezar otro día que hoy me viene mal. Hala, empaquetando y me las piro camino de Potes que seguro que se está mejor, lo que es aquí hace un pelete de miedo y no tiene pinta de cambiar la cosa. Ya volveré otro día con mejor tiempo o mejor equipamiento, seguro que el Coriscao no se mueve ni se hunde hasta entonces.
Coriscao entre nubes

Arbolitos de alambre

Rotonda bonita, rotonda preciosa, pero qué rotondas más bonitas se ven por el mundo adelante en este caso cerquita de Torrelavega.
El árbol de alambre I
¿Para qué poner un árbol de verdad, con el trabajo que dan esas cosas vivas? Que si podar, que si recoger las hojas, que si el pulgón, que si las raices se desmadran… nada, nada, ¡arbolito decorativo de alambre sobre base de piedra, aquí paz y después gloria!
El árbol de alambre II
Oye… a lo mejor no es la representación de un árbol sino de la cosmogonia universal. Me explico: hay que recordar que la filosofía idealista contribuye a menudo a que surjan ideas cosmogónicas arbitrarias, como la de que los átomos, las estrellas y hasta la metagalaxia proceden de la nada. El arbolito está hecho de átomos, si te pegas un castañazo con él verás las estrellas, puedes sentarte debajo a filosofar y entre sus alambres sólo está la nada, por tanto creo que lo que yo pensaba que era un arbolito, en realidad es una estatua dedicada a la filosofía idealista. Así lo digo y me quedo más ancho que Pancho, qué caray…
El árbol de alambre III

La rotonda de los osos

Otra de las rotondas que ne encantan de Santander es la que está en la parte alta de la calle de los juzgados, al lado del Enclave Pronillo y también conocida como «Rotonda de los osos». Desde esta distancia no se aprecia casi nada.
Rotonda de los osos I
Pero en cuanto nos acercamos… mira tú qué bichos más majos. Papá oso y mamá osa mirándose a los ojos en medio de una fuente.
Rotonda de los osos II
Otra vista desde un lateral. El fondo no es que contribuya mucho a la grandeza de la foto pero bueno, qué se le va a hacer, con el objetivo que llevaba tampoco se podían hacer muchas maravillas.
Rotonda de los osos III
En la rotonda no están sólo los dos osos grandes. Un poquito más esquinado hay un osito pequeño con los ojos fijos en el fotógrafo así que tres osos en total. El conjunto escultórico no es para echar cohetes, pero entre ésta y la del anillo de los nibelungos me quedo con ésta, no en vano los osos son frecuentemente protagonistas de esos maravillosos documentales de «La 2» que tan buenos precursores de la siesta son.
Rotonda de los osos IV

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