Tras la entrada uno y dos me habÃa quedado a puntito de llegar a la cima del Monte Buciero, señalizada por esa cruz. Un pequeño tramo de subida más y ya estoy.
En nada me planté en la cima. Qué pasada de vistas. La cruz en primer plano, Santoña allá abajo, las marismas del Joyel, la rÃa de Argoños, Montehano… madre mÃa, cómo estaba disfrutando.
Unos metros más allá aparece una bandera de Cantabria. Como el dÃa estaba de lo más tranquilo y no hacÃa la menor gota de viento está la banderita perfectamente flacida, lo cual no es óbice para fijarme en un curioso detalle: quien la puso ahÃ, la montó al revés. La bandera cántabra tiene lo blanco arriba y lo rojo debajo, en ésta se nota claramente que están los colores en la posición incorrecta.
Girando la mirada un poquito a la izquierda se puede ver incluso la playa del Puntal de Laredo, machacada por los temporales invierno tras invierno. El Puntal es justo la esquinita, la parte izquierda es la playa de la Salvé y el otro lado es la playa del Regatón (espero que no sea por estar llena de horteras cantando aquello de «perrea, perrea»).
Ampliamos un poquito más para verlo todo mejor. Qué cantidad de barquitos hay fondeados en verano, mientras que en invierno ni barcos, ni gente ni nada de nada.
También se ve perfectamente la plaza de toros de Santoña, sirviendo de separación entre el paseo marÃtimo y el puerto.
Girando ciento ochenta grados y mirando hacia el mar en vez de hacia el interior se ve la playa de Berria, a la derecha de la playa está el penal del Dueso y si os fijáis ahà a la izquierda hay un alto con una construcción. Ese es el Fuerte del Mazo, que salÃa en la primera entrada del Monte Buciero.
¿Qué me quedaba por hacer? Sentarme un rato, beber, comer algo para recuperar energÃas, sacar una panorámica, la meadita de rigor y preparémonos para ir bajando. Eso, en la cuarta y última parte.
Cerraduras y llaves
Visitando ruinas (II)
Hace ya unos cuántos dÃas empezaba el relato de mi visita a las ruinas del Seminario Menor de Argomilla de Cayón, el grandÃsimo descubrimiento de un edificio hecho polvo todo para mi y mi cámara con lo fotogénicas que son estas cosas. Porque me pilla vago que si mezclas ruinas con fotos en blanco y negro se pueden crear unas cuántas imágenes bien majas.
Me pregunto qué habrá pasado aquÃ, porque una cosa es que se cayera de puro viejo pero otra muy distinta es ver los cuartos de baño en los que los meaderos aparecen hechos trizas con saña y las paredes llenas de surcos. ¿Habrá sido para robar las tuberÃas? Cuando voy recorriendo una ruina suelo andar despacito, con cuidado, procurando hacer el menor ruido posible. Algún dÃa me voy a encontrar de frente directamente con los robacobres y a ver qué hacemos entonces.
Piso a piso fui subiendo escaleras. Si alguna vez hubo ascensores, ahora sólo queda el hueco tapado por unos palés para evitar que el personal se caiga. Eso en los dos primeros pisos, creo recordar que a partir del tercero estaban sin ninguna protección.
Del primero al último, con el techo caÃdo y las puertas bloqueadas. Mejor no intentar seguir por este camino que poco futuro le veo. Me lo estaba pasando pipa en plan «Dora exploradora».
En cambio se podÃa salir a una parte del edificio principal que no sé si era tejado o azotea, porque para ser tejado poca inclinación tenÃa pero azotea tampoco me acababa de parecer. Cuántos años llevará hecho una piltrafa el edificio que hasta han crecido árboles aquÃ.
Desde el tejado-azotea se divisaban todos los alrededores, un ala del edificio principal con techo redondo y esa otra torre ahà al fondo.
Ultimo piso, un montón de muros para disfrute de los grafiteros. Se ve que las partidas de paintball no llegan hasta aquÃ, una pena porque tiene una buena cantidad de paredes y parapetos con los que defenderse. Claro que suelo lleno de musgo y ventanas sin cristales no hacen el lugar muy recomendable para andar pegando saltos, carreras y frenazos. Si de un resbalón sales disparado por la ventana francamente no te arriendo el beneficio.
Con lo que me gustan a mi los cerditos, fijaros lo que me fui a encontrar. Cuando tenga que cambiar el cerdito sobre fondo azul que uso como foto de perfil, me pido esta caricatura del cerdo volador como sustituto.
¡Ostras! ¡Otra de calaveras, con lo que se llevaban el año pasado!
Fijaros que monada. Si me falla el cerdito para la foto de perfil puedo poner esta otra, que una calavera con lacito «mola mazo».
Pasillo por aquÃ, pasillo por allá, escaleras, de pronto me encuentro ante lo que parece ser un salón de actos enorme, con dos pisos y fosos en los que sà se dedican al paintball. El techo es redondo, o sea que debe ser la parte que se veÃa desde la azotea.
Este es el piso de arriba, con gradas y el techo de madera cayéndose listón a listón. Qué pena que hayan dejado llegar a estos extremos un edificio semejante. Si alguien lo quiere restaurar va a tener trabajo de lo lindo.
Asà es como se ve desde justo enfrente. Los dos pisos, el techo roto, parapetos de neumáticos en el suelo… impresionante. Qué cantidad de gente debió estudiar aquà a juzgar por las dimensiones del local.
Una última ojeadita hacia arriba para ver las vidrieras rotas. ¿SerÃa esto una capilla? ¿SerÃa la subida a un campanario?
En fin, que me lo pasé pipa recorriendo estancia por estancia, descubiendo salones, azoteas, pisos y más pisos, clases abandonadas con el encerado pegado a la pared, pintadas por todos lados, todo solito y a mi bola. Algún dÃa habrÃa que ir de noche, eso ya serÃa para valientes de verdad.
Arte en canalones
Ya no recuerdo dónde saqué la foto, pero fijaros qué artistada en formato canalón pude contemplar en uno de esos paseos mÃos por el mundo adelante. Cuando a un instalador de canalones le entra la fiebre del zigzag, pasa lo que pasa. Seis cortes o pliegues en un metro, si esto no es digno del libro Guiness de los récords venga dios y lo vea.
La tumba de Menéndez Pelayo
Aunque Marcelino Menéndez Pelayo haya vivido en su casa de Santander, no es allà donde está enterrado sino… en la Catedral. Ni idea tenÃa del tema hasta que lo leà un dÃa buscando información sobre la basÃlica propiamente dicha. Intenté pasar por allà una tarde… estaban en misa. Intenté pasar por allà otra tarde… estaban con no se qué del santÃsimo y no se podÃa pasar. Otra vez… y más misa. A la cuarta fue la vencida, me quedo hasta que acaben la misa y asà puedo recorrer toda la catedral tranquilamente hasta dar con la tumba de don Marcelino situada según se entra al fondo a la izquierda. Muy apañadita, sencilla pero fina.
Grabada sobre la piedra, una inscripción dice que yace aquà como defensor de la fe católica, gloria de España, orgullo para los cántabros y etc, etc, etc.
Qué cómo sé todo eso si están las letras tapadas por esa corona circular? Lo de siempre, cartelito y foto al canto para no olvidarme del asunto…
Como se puede ver en el texto, debÃa estar enterrado en otro lado y en el centenario de su nacimiento trasladaron los restos a la catedral. Aquà queda la efigie de este buen hombre descansando para la eternidad, con un librote por si se aburre y una cruz por si necesita un marcapáginas.
Nada es para siempre
Hace tiempo ya, algo asà como año y medio, me preguntaba qué serÃa ese azulejo que apareció en una pared a la entrada del Pasaje de la Peña. Unos meses después se desveló el enigma y resulto ser una campaña de propaganda de un grupo musical llamado «El mensaje» del que no se han vuelto a tener noticias, incluso su página de Facebook ha desaparecido.
Nada es para siempre, parece ser. Ni los azulejos. Hace unos dÃas volvà a pasar por allà y fijaros cómo ha sido fagocitado por la voracidad pegatinera.
Por suerte el Moai fumador de «Yipi, yipi, yeah» sigue en perfecto estado al quedar algo más alto y alejado de manos ajenas, ojalá que por mucho tiempo más.
Un monumento olvidado
Después de casi tres años de dale que te pego a lo de sacar fotos y publicarlas aquà llega un momento que me pierdo, no recuerdo si hablé o no de algunas cosas y me paso un buen rato con el buscador del blog antes de escribir nada. Aún asà me quedan dudas como que estaba convencido de haber hablado sobre el famoso «Pájaro Amarillo», el avión que cruzó desde EEUU a España en 1929 y aterrizó en la playa de Oyambre. Os recomiendo un montón que le echéis una ojeada al enlace anterior porque su historia fue increÃble. Despegó con sus tres tripulantes desde EEUU y pretendÃan llegar a Francia, habÃan reducido el peso del avión al mÃnimo imprescindible, el carburante justito y cuando por fin emprenden el vuelo… se les habÃa colado un polizón. Dado que a Francia no iban a llegar, en cuanto vieron Oyambre allà mismo aterrizaron.
En conmemoración de la hazaña les dedicaron un monumento sobre la arena de la playa. Ese monolito resistió ochenta años hasta que en 2009 lo retiraron debido a que las mareas y el oleaje habÃa socavado su base, con la intención de trasladarlo a un lugar un poquito más alto para que no se vea afectado por las olas. Cinco años después, tú por mi, yo por ti, el ayuntamiento, costas, el papeleo burocrático y la madre superiora, sigue todo igual, el monumento en un almacén y sin aspecto de retornar a la playa en breve. Asà está el lugar actualmente.
Una base rota para el monolito, las piedras desperdigándose, un mástil vacÃo y nada que recuerde la increÃble hazaña de unos aviadores aventureros hace ochenta y cinco años.
No-subida al Coriscao
La llegada del otoño es fuente de muchas sorpresas. Una de ellas un mes de septiembre impresionante en lo que a la meteorologÃa santanderina se refiere. Los del Mundial de Vela han tenido una suerte tremenda porque si llega a estar mustio, nuboso y con lluvia, no hubiera ido ni el tato a verlos navegar. Otra sorpresa es que uno sale de esta zona vestidito de verano camino del Puerto de San Glorio para subir al Coriscao y una vez en el Collado de Llesba, principio de la ruta, casi no pude ni bajar del coche por el vendaval que hacÃa. Me apeé por verguenza torera. Iba en camiseta, tuve que ponerme el forro polar de reserva que llevaba, el impermeable plástico que va en el maletero del coche por si algún dÃa tengo que cambiar una rueda en medio de un aguacero y aún asà me pelaba de frÃo. Este es el Collado de Llesba y eso de ahà arriba lo primero que querÃa ver.
El tiempo no pintaba muy bien. Donde yo esperaba encontrarme sol y calor, habÃa fresco y un montón de nubes amenazando lluvia. Las vistas merecÃan la pena, los del fondo son los Picos de Europa y según parece en la ruta al Coriscao las vistas son preciosas.
Algunos picos aparecÃan con nubes, otros metidos entre las nubes totalmente. Como para intentar subir esa montaña con ese nubarrón no dejándote ver si donde pisas es camino, roca o precipicio.
Bueno, vamos a lo que vamos. Empiezo con la subida al Collado de Llesba para retatar esa estatua en lo alto de una colina.
Se trata del «Monumento al oso» creado por el escultor cántabro Jesús Otero, ese a quien le han dedicado un museo en Santillana del Mar.
Foto al oso por un lado, foto al oso por el otro, foto a la inscripción conmemorativa de la autorÃa…
Foto a las piedras del collado, que me sorprendieron un montón tanto por su color verdoso como por estar hechas de una acumulación de lo que parecen ser cantos rodados de rÃo. Seguro que alguien puesto en geologÃa le encuentra una explicación evidente, pero a mil setecientos metros sobre el nivel del mar me sorprendió mucho encontrar ese tipo de piedras.
SeguÃa soplando un viento a lo bestia, me estaban empezando a doler los oÃdos, cada vez notaba menos sensibilidad en las manos y las veÃa más azuladas y para más el Coriscao se veÃa allá a lo lejos… bueno, más bien no se veÃa porque otra nube lo cubrÃa por completo. Si, vale, hemos venido a este mundo a sufrir pero yo me pido empezar otro dÃa que hoy me viene mal. Hala, empaquetando y me las piro camino de Potes que seguro que se está mejor, lo que es aquà hace un pelete de miedo y no tiene pinta de cambiar la cosa. Ya volveré otro dÃa con mejor tiempo o mejor equipamiento, seguro que el Coriscao no se mueve ni se hunde hasta entonces.
Arbolitos de alambre
Rotonda bonita, rotonda preciosa, pero qué rotondas más bonitas se ven por el mundo adelante en este caso cerquita de Torrelavega.
¿Para qué poner un árbol de verdad, con el trabajo que dan esas cosas vivas? Que si podar, que si recoger las hojas, que si el pulgón, que si las raices se desmadran… nada, nada, ¡arbolito decorativo de alambre sobre base de piedra, aquà paz y después gloria!
Oye… a lo mejor no es la representación de un árbol sino de la cosmogonia universal. Me explico: hay que recordar que la filosofÃa idealista contribuye a menudo a que surjan ideas cosmogónicas arbitrarias, como la de que los átomos, las estrellas y hasta la metagalaxia proceden de la nada. El arbolito está hecho de átomos, si te pegas un castañazo con él verás las estrellas, puedes sentarte debajo a filosofar y entre sus alambres sólo está la nada, por tanto creo que lo que yo pensaba que era un arbolito, en realidad es una estatua dedicada a la filosofÃa idealista. Asà lo digo y me quedo más ancho que Pancho, qué caray…
La rotonda de los osos
Otra de las rotondas que ne encantan de Santander es la que está en la parte alta de la calle de los juzgados, al lado del Enclave Pronillo y también conocida como «Rotonda de los osos». Desde esta distancia no se aprecia casi nada.
Pero en cuanto nos acercamos… mira tú qué bichos más majos. Papá oso y mamá osa mirándose a los ojos en medio de una fuente.
Otra vista desde un lateral. El fondo no es que contribuya mucho a la grandeza de la foto pero bueno, qué se le va a hacer, con el objetivo que llevaba tampoco se podÃan hacer muchas maravillas.
En la rotonda no están sólo los dos osos grandes. Un poquito más esquinado hay un osito pequeño con los ojos fijos en el fotógrafo asà que tres osos en total. El conjunto escultórico no es para echar cohetes, pero entre ésta y la del anillo de los nibelungos me quedo con ésta, no en vano los osos son frecuentemente protagonistas de esos maravillosos documentales de «La 2» que tan buenos precursores de la siesta son.