¿Porqué no te escribes en los güevos?

Eso es lo que probablemente piense esta planta de aquellos alelaos que no les importa utilizar una parte de un ser vivo como soporte para escribir sus chorradas.
Planta con inscripciones I
Y es que machacadita tienen a la pobre. Lástima que no sepa moverse sino hasta le pegaría con cinta americana una estaca a otra hoja. Luego me sentaría a esperar que apareciera el siguiente apollardado con ganas de dejar huella. Anda que no me iba a reir ni ná cuando la planta se tomara a estacazos cumplida venganza de todas las vejaciones anteriores.
Planta con inscripciones II

¿Las anjanas tienen forma de pez?

En una primera visita a la Fuentona de Ruente, esa de surgencia intermitente que de buenas a primeras decide dejar de manar y se queda seca, leí en ese cartel de allí al fondo que tal comportamiento se lo achacan a la existencia de una «anjana» (hada de la mitología cántabra) en el interior.
Fuentona de Ruente
Si lo dicen en un cartel será que es verdad, a ver quien soy yo para dudar de esas cosas… voy a echar una ojeada al fondo a ver si aparece por algún lado.
Interior de la fuentona
Pues anjana no vi ninguna, quizá es que libra los domingos, lo que sí vi fue un par de truchas que flotaban alegremente y sin preocuparse de mi presencia a pesar de que por mi mente pasaban unas ideas muy negras para su futuro en las que intervenían truchas, jamón y una parrilla.
Un pescadito
Aquí está la segunda, nadando a su aire en el exterior de la cueva. Conste que haber, había una tercera trucha más pequeña, pero esa me debió leer el pensamiento porque salió pitando y si te he visto no me acuerdo. Trucha precavida vale por dos.
Otro pescadito

Camino de la Cabaña Verónica (II)

Volvemos a la ruta que va desde el mirador de Cable hasta la Cabaña Verónica, un relato que comenzó aquí. La mayor parte del capítulo anterior consistió en «aquí me tenéis caminando entre pedregales y pedregales». ¿Qué os podéis esperar ahora? Pedregales y más pedregales. Qué le vamos a hacer, si es de lo que más había allá en lo alto.
Caminando por el pedregal
Pedregales y unas rocas muy raras, así como arañadas, llenas de cortes verticales.
Rocas con arañazos I
Parece como si alguien se hubiera entretenido haciendo líneas con un cúter para rocas. No sé si esto es un proceso geológico, si son las marcas que dejan las rocas al caer rodando ladera abajo o si habrán sido los marcianos haciendo algún experimento. Visto allí, en vivo, sí que era un rato llamativo.
Rocas con arañazos II
Vuelta a las andadas, a ver caras en todos lados. ¿La véis vosotros también?
Una cara en la roca I
¿Es o no es una cara? Con sus dos ojos, su nariz, la boca se nota menos pero hasta parece que pone morritos, el mentón… que no he bebido, palabrita…
Una cara en la roca II
Al hacer una ruta como esta, la mitad superior del cuerpo casi podría decir que va desligada de la inferior. Los pies van a su ritmo, pasito a pasito, sin prisa pero sin parar. La mitad superior va fijándose en todo lo fijable, sacando fotos y buscando alguna referencia del destino al que me dirigía. Al girar un recodo… ¡por fin se ve! Aunque en la foto salga tamaño microbio, la Cabaña Verónica está ahí, a la izquierda y en lo alto.
Seguimos caminando por el pedregal
Ampliamos y se distingue mejor. Es esa especie de grano sobre la montaña plana de la izquierda. Tras una hora de caminata, verlo allá en el quinto pinto es bueno porque te das cuenta que vas avanzando y ya queda menos, pero madre mía, qué lejos parecía estar aún.
Por fin se divisa la Cabaña Verónica
El camino se complica. Ya había comentado que los tramos por la ladera entre los pedruscos caídos de la montaña eran más o menos llanos. El último tercio se va empinando progresivamente. Así empieza: cuesta arriba potente y una roca en medio que como se desprenda justamente ahora, verme correr ladera abajo perseguido por una piedra gigante va a parecer un remake de Indiana Jones.
Piedra en la subida
Sube que te sube, sube que te sigue subiendo, digo yo que el camino irá por ahí arriba, porque lo que es ver no se ve nada. Las piernas empezaban a pesar y la Cabaña Verónica seguía estando lejos.
No se distingue el camino en la montaña
Lejos, pero más cerca que en las fotos de antes. Ahí está, reluciendo en lo alto del montículo. Parece que podamos llegar en cinco minutos peeeeero… no se va en línea recta, queda por dar un buen rodeo.
Frente a la Cabaña Verónica
Y el rodeo pasa por ahí, entre las rocas desprendidas al pie de una aguja de piedra de tamaño más que notable.
Aguja de piedra sobre el camino I
Ese pedazo pedrusco estaba separado de la pared vertical por una grieta y la base también parecía estar ligeramente agujereada y agrietada. No sé yo si fiarme, porque nunca me toca la lotería, ya tendría narices verme agraciado hoy en el sorteo del desprendimiento. Pasaré a toda mecha, que si esa roca lleva ahí seis mil millones de años a lo mejor hasta tiene ganas de moverse…
Aguja de piedra sobre el camino II
Es curioso, pero casi al pie del pedrusco había una cueva con la entrada semitaponada por un muro. Quizá es que alguien pasó por aquí, vio la aguja de piedra, no se atrevía a pasar, no le apetecía volver y se quedó a vivir en esta «solución habitacional». Aire fresco no le va a faltar, lo malo es el agua corriente que ni hay cerca ni se la espera y bajar todos los días al super a por un pack de botellas se me hace algo complicado además de oneroso debido a la tarifa del teleférico.
Muro en el hueco de la montaña
Dentro de unos días la tercera y última parte de la ruta con el arreón final para llegar al refugio.

Esto es provocar

Ya que ayer hablaba de Biarritz, recuerdo que el veinte de octubre de 2013 estaba allí entretenido haciendo turismo y llevándome una mojadura de regalo como ya conté meses atrás. Las cosas de situarse justo en la esquinita izquierda de este mirador cuando una ola cabrona golpeó justo en la base, salió propulsada hacia arriba y toma ducha gratis para el par de tontos más tontos.
Roca de la Virgen de Biarritz
Este año pasamos por Biarritz el diecinueve de octubre, de puñetera casualidad y sin haberlo planeado, como desafiando al mar en plan «mira donde estamos otra vez». Bordeamos la Roca de la Virgen pero como gato escaldado del agua escapa, ni pisar el mirador, que uno queda como un cateto una vez pero aprende para el futuro.

Nombrecitos problemáticos

Si, vale, cada uno llama a su pueblo como le apetece, pero no me diréis que no hay nombrecitos que son la leche y pueden dar lugar a situaciones cuanto menos algo embarazosas… ¿Donde vive usted? Yo vivo en Suano. Coño, qué mal suena eso, ni que tuviera complejo de lombriz intestinal… ¿Y si viene Almodóvar a Cantabria, te piden que lo lleves de paseo y le dices que vais a dar una vuelta por Suano? Te quedas a comer allí, alguien te pregunta y no veas qué cara te pueden poner al decir «Hoy como en Suano». ¿O no?
Llegando a Suano

Otra vez bajo tierra

Si la semana pasada visitaba el Centro de Interpretación de la Muralla, situado bajo la Plaza Porticada, esta semana pasé por el refugio antiaéreo de la Plaza del Príncipe a ver qué tal estaba aquello. Si soy sincero, iba pensando que iba a ser una chorrada pero justo es reconocer que me equivoqué, les quedó bastante digno. Además la arqueóloga responsable de la visita y de explicarnos cómo es, porqué se hizo y todo eso hace muy amena la visita.

Visto desde arriba, el refugio serían tres cilindros paralelos de hormigón interconectados entre sí de manera laberíntica, hecho adrede para reducir la onda expansiva en caso de ser alcanzado por una bomba. La iluminación es escasa para mantener el ambiente de la época y la decoración es… digamos, espartana.
Refugio antiaéreo de Santander I
Un cartel antiguo en la entrada con las normas en vigor en los refugios, alguna silla, unas pantallas donde ver un video explicativo y tres vitrinas. En una de ellas habrá una bomba de 250 kilos como las que largaban sobre Santander, aunque todavía no les había llegado y tocará repetir visita para echarle una ojeada.
Refugio antiaéreo de Santander II
En otra vitrina un maniquí con un traje completo como los que llevaban los aviadores alemanes. Todo en cuero de verdad, menuda diferencia con las vestimentas de los pilotos actuales.
Refugio antiaéreo de Santander III
En la tercera vitrina… coño, cómo me suena esto… si este pedrusco lo he visto yo en el cementerio de Ciriego… mira por donde me he ido a enterar que no era parte de una tumba, sino un cenotafio o lo que es lo mismo, una tumba vacía en honor a los dos aviadores muertos.
Refugio antiaéreo de Santander IV
De toda la visita lo más impresionante es un momento en que simulan la caida de una bomba. Se escucha el ruido a través de un altavoz enorme que como poco debe ser superhipermegabass, porque con los graves a toda pastilla hasta te tiembla el pantalón. Lo dicho, mucho más interesante de lo que me esperaba. El que lo quiera visitar ya sabe lo que tiene que hacer, pasarse por la oficina de turismo de los Jardines de Pereda o llamar al 942-203000 / 942-203001 y escoger qué día quieren verlo.

El faro de Anglet

El viaje a Bayona fue de lo más productivo en lo que a faros se refiere. En esa ciudad precisamente no pude retratar ninguno, pero aprovechamos para pasar por Biarritz y subir a lo alto de su faro, posteriormente inmortalizar el faro de Higuer en Hondarribia y rematamos el hat-trick con el faro de Anglet, que es pequeñito y simplón pero a mi me vale igual. Desde este lado aún es más soso todo pintadito de blanco.
Faro de Anglet II
Cambiando el ángulo mejora la vista gracias a esa banda negra que lo hace algo diferente y ese barco entrando por la desembocadura del río Adour camino de puerto.
Faro de Anglet I
Qué bien me vino para dar un contrapunto de interés a la foto del faro. Ni idea de qué tipo de barco sería, de pesca lo descartamos, de transporte también, fijaros en ese trasto tan extraño que lleva en la parte de delante…
Barco entrando en la bahía
En cambio detrás tiene una grua y tres o cuatro contenedores, un grupo electrógeno (ese cuadrado rojo), una manguera de diámetro respetable pero no tanto como la de la draga que estuvo trabajando en las playas de Santander y una cantidad de óxido por los laterales que va pidiendo una capa de pintura nueva. ¿A qué se dedicará?
Oxido en el barco
Muy facilito, búsqueda en internet y en una de esas páginas que tienen datos sobre barcos variados de todo el mundo nos enteramos que en realidad es otra draga. Mira qué bien, hoy me acuesto con una duda menos.

Disfrutando como un enano

Como dije hace diez días, a los Buttshakers quería ver y a los Buttshakers vi, aquí están las entradas acreditativas del evento.
Entradas para ver a los Buttshakers
El concierto era un bar de copas en la Calle del Sol, conocía la parte de arriba pero no el sótano donde tocan los grupos. Hay unas escaleras, cruzas una puerta, un pasillito de diez metros con una barra a la izquierda y finalmente en el fondo del local hay un escenario. No es muy grande precisamente, allí cabríamos unas cien personas como muchísimo, pero mejor porque así hay más contacto con el grupo. La cantante no se cortaba y se metió varias veces entre el público, una de ellas incluso se subió a la barra del bar como se puede ver en el minuto 6:20 de este video que alguien ha subido a internet (no soy yo), mis agradecimientos por permitirnos poder volver a ver un ratito del concierto.


A los del «Little Bobby» también darles la enhorabuena por traer a esta gente, hacía años que no disfrutaba tanto con un concierto. Una cantante y seis músicos, incluyendo un trombonista y un saxo, que hay que ver cómo sonaban. En los vídeos de Youtube me parecía que a ella le fallaba un poco la voz. Si, si… y una mierda. Vaya vozarrón, vaya ritmo, unas ganas, una fuerza, parecía un James Brown con vestido rojo. Una hora y diez de caña, caña y más caña… la releche. A ver si aprenden todos esos grupos de Sinsangres de hoy en día, esos que cantan sin ganas y duermen hasta a las ovejas.

Si tuviera que poner un pero, el único es que me pedí una cerveza y me sacan una «Brabante Lager«. La primera vez que veía esa marca. Y la última, seguramente. No se puede uno malacostumbrar con Grimbergens, Leffes y demás, que luego el paladar patalea cuando le metes aguachirri.

Pitbulls a mi…

La Catedral de Santander también tiene un claustro, con columnas que como ya vimos se están cayendo a pedazos. No es excesivamente grande pero bueno, hace el apaño.
Claustro de la catedral de Santander
También tiene su fuente en la parte central. Fuente que no excesivamente grande, pero bueno, hace el apaño igualmente. Es más bien plana, simple y con el símbolo ese de la iglesia en el centro. Si me dicen que la usan como pila bautismal me lo creo y todo, porque por tamaño y forma podría hacer el apaño. Hoy por lo que se ve toca el día de andar apañando.
Fuente en el Claustro
Sin embargo, lo más interesante de todo el claustro estaba en lo alto, en esa torre que creo que es el campanario. ¿Veis la estatua?
Estatua en el campanario I
¿Veis también la raza de la mascota del «estatuado»? Ni más ni menos que un león se lleva de paseo el buen hombre, a este no le asusta ni que le echen un pitbull, ni que le echen dos.
Estatua en el campanario II

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