Corocotta

Pegadito a la rotonda del Hotel Chiqui hay un monumento dedicado a Corocotta, el que se supone líder de los cántabros en las guerras que tuvieron con Roma. Como Asterix, pero sin la poción mágica. Y chulo como él solo, según la historia el emperador Augusto ofreció 200.000 sestercios a quien lo apresara así que ni corto ni perezoso allá se presentó a cobrarlos. Menos mal que el emperador tenía sentido del humor, en vez de echarlo a los leones se lo tomó a buenas y no sólo no le hizo ningún daño sino que además le regaló ese dinero.
Monumento a Corocotta I
El monumento es simple, base de cemento apolillada en la que empieza a asomar la ferralla, en lo alto una estatua de un guerrero cántabro con la vista al frente mientras descansa apoyado en su palitroque.
Monumento a Corocotta II
La inscripción en la base dice «Cantabrum indoctum iuga ferre nostra», lo que traducido viene a ser «El cántabro, no enseñado a llevar nuestro yugo». Es una frase del poeta Horacio refiriéndose probablemente a que los cántabros preferían matarse antes que ser sometidos por los romanos. Y si les tocaban al Rácing de Santander, eran capaces de irse a Roma y no dejar piedra sobre piedra. Porque en este país que te vengan a invadir, pase, pero que te dejen sin fútbol ¡eso si qué no!
Inscripción del monumento
Si alguno quiere saber algo más de la vida de Corocotta además de estas cuatro pinceladas inconexas, ya sabéis, a la Wikipedia que para algo la inventaron.

¡Viene Raphael!

Menudo carrerón llevamos por aquí. Hace un par de años vino Julio Iglesias. El año pasado la Pantoja. Y este año ¿quien faltaba? Raphael, claro. Las viejas glorias al completo. Para el año que viene Georgie Dann y ya tenemos el poker de ases.
Concierto de Raphael en Santander
Menuda fotaza le sacaron, que tersura de cutis, qué juventud, da la impresión que está a puntito de hacer la primera comunión cuando en realidad para saber su edad hay hacerle la prueba del carbono 14… aunque ese concierto me importa bien poco, tengo mejores cosas de qué preocuparme. Por ejemplo esta cafetera de un comercio del centro, que no me quita ojo de encima. Y es bizca la muy jodía, con lo nervioso que me pone porque nunca sé si me está mirando o no.
La cafetera me mira

Tecnologías superadas

El día que visitamos lo más parecido a Chernobyl que tenemos en España acabamos la ruta en Bermeo, un puerto pesquero de la costa vasca con sus barcos de bajura amarrados y sus casas marineras allí al lado. Unos días después un tremendo incendio destruyó diez edificios del casco viejo, aunque a mi no me miréis que no tuve nada que ver.
Puerto de Bermeo
Siempre pensé que en España éramos la repanocha construyendo barcos, pero a juzgar por lo que vi en uno de los diques quizá la tecnología empleada está empezando a verse algo superada y habría que darle una vuelta de tuerca más, que América ya está descubierta y no creo que Cristobal Colón necesite más galeones.
Astillero en Bermeo
Bromas aparte, que enseguida se me mosquea la gente, esta es la reproducción del galeón ballenero «Aita Guria» anclado habitualmente en el puerto de Bermeo y que sirve como «Centro de interpretación de la pesca de la ballena». Un temporal de viento lo dejó sin sus mástiles, tenía goteras y finalmente optaron por repararlo, así que en el dique seco lo vimos cuando pasamos por el pueblo. Con un poco de suerte volveremos pronto por los alrededores y echaré una ojeada a ver como sigue un año y pico después de esta primera visita.

Por las calles de Arlés

Cuando comenté mis primeras impresiones sobre Arlés ya lo dejé bien claro: llegamos, echamos una ojeada y no nos piramos de puro milagro, porque se veía la ciudad fea, vieja y desconchada por todos lados. Sin embargo la gente lo debe asumir, hace vida igual y hay un montón de rinconcitos curiosos con su Bar-tabac (bares donde además venden tabaco y sellos) y su terraza incorporada para seguir haciendo la vida social como se hacía antes de que llegara el caralibro. Tan sólo falta una Amelie de la pradera sirviendo las mesas para acabar de redondear la jugada.
Caminando por las calles de Arlés
Como uno cada día es más vago, la foto la saqué directamente y sin levantarme desde la terraza donde estábamos sentados comiendo. Y es que a mi eso de sentarme al aire viendo la vida pasar e imaginándome qué hace el resto del personal me va cantidad, para qué lo vamos a negar. A lo mejor es que tengo alma de portera marujona y yo sin enterarme.

Un poquitito a la izquierda del bar anterior empezaban más y más callejuelas donde caminar hasta perderse, presididas por una enorme pintada de unos toros, actividad que en Francia también tiene sus adeptos. Es más, en Arlés hay un anfiteatro romano que de cuando en cuando lo reconvierten en plaza de toros, ya véis hasta donde llega su afición.
Pintada en las calles de Arlés

De playa en Noja

Este verano digamos que fue un poco raro. Cuando debería estar pensando en playa, sol, calor, cervecitas, no pegar un palo al agua y esas actividades notoriamente veraniegas, primero me las tuve que ver con una otitis y luego con un resfriado que me costó dios y ayuda quitarme de encima. Como la parienta es de esas personas solidarias, una vez me iba pasando la otitis empezó ella con lo mismo y pasado el resfriado, pillo uno ella también. Total, que cuando me quise dar cuenta estábamos adentrándonos en agosto, ni había pisado la playa y el verano estaba más que mediado. Nos pegamos un par de viajecillos y un fin de semana aprovechamos un apaño de la parienta para quedarnos en el Hotel Marítimo Ris. Ay, madre, que me han reconciliado con la especie humana. Qué sitio más majo, qué atención, qué amabilidad, qué piscina, qué habitación… para ilustraros un poco, el hotel es ese edificio del centro. Los dos a ambos lados son apartamentos del mismo grupo hotelero. A diez metros de la mismísima playa de Ris. Cruzas la carretera, bajas una duna, plantas la toalla y ahí me las den todas.
Playa de Noja I
Las vistas de la habitación, una gozada. Teníamos terraza con mesa y dos sillas, te sentabas tranquilamente al atardecer y ya podía caerse el mundo que yo estaba en la gloria. Si, esa urbanización es aquella de Isla que parece un volcán.
Playa de Noja II
El sábado un día de precioso. Hubo playa, papeo de película, piscina, estaba Noja en fiestas así que nos fuimos a dar una vuelta por el centro mientras actuaba, no os lo perdáis, Al Bano, al que debieron desmomificar expresamente para la actuación. Para que veáis qué cosas le preocupan a los políticos, el pleno del ayuntamiento de Noja tuvo que reunirse de urgencia para aprobar una modificación del crédito y poder pagar el concierto. Para otras cosas no, ¿pero para fiestas? Para eso siempre hay pasta… Si, si, reiros, reiros, como si los concejales lo pagaran de su bolsillo cuando en realidad sale de los nuestros…

El domingo amaneció bastante cubierto, aunque con buena temperatura. Nos fuimos a dar una vuelta por la playa hasta que levantaron las nubes y se volvió a quedar otro día precioso. Repetimos papeo y a dormir la siesta en la arena se ha dicho. Podíamos haber aprovechado para seguir piscineando porque en el hotel nos habían comentado que aunque hubiéramos dejado ya la habitación, si queríamos podíamos pasar a bañarnos sin problema. De hecho el coche se quedó en el garaje del hotel hasta las siete de la tarde, algo que agradeces un montón y que ya podían aprender otros hoteles porque vamos, viendo las instalaciones y el trato, aquí han ganado un fan incondicional y si alguien me pregunta por un buen hotel en Noja tengo clarísimo qué contestar.
Playa de Noja III
Por cierto, septiembre, mes del Mundial de Vela, mes con un tiempo de película… mes bajo mínimos por un resfriado que nuevamente me costó dios y ayuda quitarme de encima. Creo que he tomado más antibióticos estos tres últimos meses que en los tres últimos años. Esperemos que mejore la cosa ahora que entramos en la época otoño-invernal que es cuando más disfruto con la cámara, sera cuestión de coger carrerilla con los cocidos montañeses para ir juntando vitaminas y que los virus no me afecten.

¡Retirada de pecios ya!

Aprovechando que llega el otoño y en las playas estaremos sólo los cuatro pelagatos mal contados de siempre, las autoridades pertinentes podrían estirarse un poco y aprovechar la coyuntura para retirar los restos de los pecios más evidentes que hay en la playa de Somo aunque sólo sea por cuestiones de seguridad. Aquí mi querido Elin Christine, el del susto, ese alrededor del cual se forma una corriente que te atrapa y no te deja salir
Pecio en Somo
Ese mismo que si se te ocurre tocarlo corta como una cuchilla. Ese que no pinta nada en la playa salvo crear peligro.
Restos del Elin Christine en Somo
Claro que si hablamos de cortar o de bordes afilados, el que se lleva la palma es el «Gaby». Docenas de esquinas afiladas como navajas esperando un pie que se pose sobre ellas.
Restos del Gaby en Somo I
Suerte tiene el que se corte aquí si sólo coge el tétanos, que lo pilla seguro, porque esas esquinas herrumbrosas tienen pinta de ser un criadero de microbios guerrilleros variados.
Restos del Gaby en Somo II
Lo mejor de todo es que los restos de este barco no parecen muy difíciles de retirar. Cuando baja la marea quedan al descubierto y tampoco es que sean tan grandes. Una pala excavadora para quitar arena o levantar trozos, un currito con soplete cortador y un camión para cargarlos, qué poca cosa se necesita para dejar la playa impoluta y mucho más segura.
Restos del Gaby

Preparándose para el otoño

Hay ciertas señales que van indicando la cercanía del otoño: días de calor pero noches fresquitas, ese viento del atarceder, las hojas cayendo poco a poco de los árboles o incluso esto que vimos en Bárcena Mayor: los montones de leña apilados a la entrada de las casas. La gente se va preparando ya para la inminente llegada del frío, aunque de otros años recuerdo ir encendiendo en casa la calefacción el 10-10 (día fácil de recordar) pero esta vez parece que vamos a esperar unos días más. Y que se chinchen los del gas ciudad, que para eso lo cobran a base de bien.
Montones de leña

Altamira por fin (I)

Poco a poco voy sumando hitos a la lista de logros conseguidos. Ya he visitado Altamira, aunque sólo haya sido la neocueva. Tres añitos, tres, tardé en pasar por uno de los lugares más emblemáticos de la comunidad autónoma. De refilón me enteré que el Banco Santander tiene una página donde puedes comprar las entradas anticipadamente y eso me removió un poco por dentro. Pero qué vergüenza, esto hay que ir a verlo sí o sí. Hala, vengan dos entradas y una vez compradas no valen las excusas. Allá nos vamos en sábado, primero llegar casi a Santillana del Mar, desvío a mano izquierda y todo derecho hasta llegar aquí.
Entrada al Museo de Altamira
Eso colorado en primer plano es la taquilla. Si has comprado las entradas por internet no hay que pasar por ellas, con el papelito que te imprimes vas directo al Museo, que viene siendo eso de color amarillo un poco más arriba, y en recepción te lo cambian por las entradas correspondientes. Más fácil imposible.

Esta es la entrada al Museo. Aquí hay una exposición de historias prehistóricas varias, una tienda de recuerdos y la neocueva.
Entrada a la exposición y Neocueva
Oficialmente en la exposición no se pueden sacar fotos. Como allí todo hijo de vecino le daba a la cámara cosa fina y todos somos iguales, un servidor sacó la cámara y vamos a guardar cuatro recuerdos de mi paso por aquí.
Paseando por la exposición
Primer recuerdo: el primo de Pocahontas vestido de cuero. Como diría mi mujer, «esta ropa vuelve a estar de moda este año». Seguro que los collares con dientes de oso también, como si lo viera. Y entre los bosquimanos no resucita el pantalón de pata elefante porque cada vez quedan menos paquidermos, que sino volverían a llevarse cada dos o tres años.
Maniquí prehistórico
Un par de pasillos después aparecen las reproducciones de pinturas halladas en otras cuevas, como estas manos halladas en la Cueva de la Fuente del Salín.
Manos pintadas en la piedra
Ampliamos un poquito y se ven manitos a tutiplén. A lo mejor es la firma de todos los que participaron en pintar los ciervos y bisontes habituales que se pueden ver en los techos de las cuevas.
Detalle de las manos
Finaliza la visita con un pase por la neocueva. Se trata de una reproducción de la cueva original pero tanto se nota que es artificial que ni engancha, ni impresiona, ni ná de ná. El techo es como el de la cueva prehistórica, pero el suelo es artificial y liso, vas por una pasarela, hay explicaciones en las paredes, una proyección tras un cristal… le falta el encanto de las cuevas de verdad, ese verte exactamente en el mismo sitio que sus habitantes, ver que todo es como era hace miles de años, etc. Tras haber visto varias cuevas antes, ésta me decepcionó bastante.
Entrada a la Neocueva

El ascensor de Begoña

Ya es sabida mi afición por las alturas, en cuanto veo un sitio donde se puede subir y sacar fotos desde lo alto allá me voy o, como es el caso de hoy, me lo apunto hasta que tengo ocasión de poder hacerlo. Esto mismo me pasaba en Bilbao. Desde el puente que va al ayuntamiento le había echado el ojo varias veces a una torre gris por la zona del casco viejo.
Ascensor de Begoña I
De cerca me recordaba, salvando las distancias, al monumental Elevador de Santa Justa lisboeta. Buscando información en internet descubrí que se trata del «Ascensor de Begoña» y es visitable, así que un día que la parienta estaba de tiendas me fui caminando a solucionar mis dudas existenciales en materia elevadora.
Ascensor de Begoña II
Primera diferencia con el de Lisboa. Mientras que aquel tiene una entrada monumental y destaca en una placita entre dos calles, éste tiene una entrada de andar por casa que si no vas atento pasas por delante y ni te enteras.
Entrada al ascensor
Entré. Eché una ojeada y parecía el portal de una casa, pero una casa cutre. Me esperaba una taquilla, algún cartel indicador. Nada de nada. Dos puertas de ascensor del mismo tipo que hay en cualquier bloque de pisos y para de contar. Salgo afuera para comprobar si acaso me equivoqué de portal pero no, es éste. Pues nada, habrá que esperar a que se abra el ascensor, a ver qué pasa.
Billete para el ascensor de Begoña
Y se abrió. Dentro había una persona con su taburete, su libro para no aburrirse, iluminado por una luz mortecina y amarillenta que debía causarle media dioptría con cada página de texto. Me cobró 0,45 euros por subir unos veinte segundos y aquí me dejó. La primera impresión es que te has metido en un agujero espacio-temporal y te han teletransportado a un hospital abandonado de Prypiat, al lado de Chernobyl.
Salida del ascensor I
Este es el pasillo de salida de los ascensores camino de un parque. Muy cutre, pero como desde esas ventanas hay unas vistas impresionantes de Bilbao, pues mira, se les perdona.
Salida del ascensor II
Aquello verde del fondo son unos carteles conforme la plantilla del ascensor llevaba tres meses sin cobrar. Francamente no me extraña. Era sábado, en la media hora que anduve por los alrededores sólo subi yo. A ese ritmo harían 0,90 euros cada hora, unos 11-12 euros diarios y con eso mantén ascensor y paga plantilla. Me imagino que estará subvencionado por ser algo histórico, de otra forma es un verdadero milagro que haya sobrevivido hasta hoy.
Carteles en la salida
Salida en dirección al parque. Aspecto exactamente igual de cutre, dejado y descuidado. Aprovecho la parejita para meterlos en el encuadre y tener una referencia del tamaño de las cosas.
Pasarela al ascensor
Las vistas desde lo alto son siempre diferentes y más llamativas. Ahí se puede ver la plaza nueva, el campanario de la catedral y al fondo el Bilbao Arena, el pabellón deportivo de Miribilla.
Vistas desde arriba I
Este ya lo había visto otro día que nos equivocamos de salida de la autovía y aparecimos por aquel barrio. Me paré a sacarle un par de fotos porque el aspecto exterior es muy llamativo.
Bilbao Arena I
Sobre todo destacan esas chapas verdes que recubren la parte superior de los lados como si fueran escamas de un cocodrilo. Espero que las hayan atornillado bien, porque como se caiga una, al que pille debajo lo corta en dos.
Bilbao Arena II
Seguimos recorrido por el ascensor de Begoña. De allí pasamos al parque Etxebarría desde el que disfrutar con las vistas de la ría y la torre Iberdrola.
Vistas desde arriba II
Torre que ha pasado a ser, con diferencia, el edificio más alto de Bilbao gracias a sus 165 metros de altura divididos en 41 plantas. El puesto lo ocupaba hasta hace poquito la torre del BBVA con 88 metros y 21 plantas. Debido a la perspectiva parecen casi iguales pero situándote al pie de cada una se nota que la Iberdrola es mucho, pero mucho más alta.
Las dos torres
Otras que le andan cerca son las Torres Isozaki, de 83 metros y 22 plantas, visibles también con su acristalamiento oscuro al pie del puente Zubizuri. Allí al fondo se distingue incluso una esquinita del Guggenheim.
El río y el Zubizuri
Para bajar no utilicé el ascensor, sino esa costumbre de callejear «a ver dónde aparezco», algo que mereció la pena por la cantidad de cosas nuevas que pude ver, aunque eso ya es historia para otro día.

Un «sinvibir»

Si hijo sí, si para ti Castro Urdiales es un «sinvibir», imagínate lo que es para mi cuando veo semejante pintada en un banco del espigón que hace de solarium en esa ciudad.
Un sinvibir
Por lo que se ve, al autor no le enseñaron aquello de todos acabados con «bir» menos hervir, servir y vivir como a los que estudiamos hace unos añitos.

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