Digo yo que si cuando me voy por el mundo adelante entro en toda cuanta catedral, iglesia y ermita que veo, ya tiene delito que tras tres años de andar por Santander aún no le haya dedicado alguna entrada en serio a la catedral de la ciudad, que no será la de Santiago pero alguna cosilla sà que tiene para ver. Exteriormente hay que reconocer que no es gran cosa: cuadradota, no muy alta y escasamente espectacular.
La catedral en sà ocupa la parte superior, en la parte baja está la «Capilla baja del Cristo» a la que se entra por los tres arcos que se ven a la derecha. Con eso de que le toca aguantar el peso de la catedral encima, tiene techos bajitos y columnas muy gordas no vaya a ser que cedan en medio de una misa catedralicia y se monte un estropicio. Este es el aspecto de la parte central, con el Cristo al fondo.
A la izquierda de la vista anterior hay una zona del suelo acristalada donde se pueden ver, previo abono de cincuenta céntimos de euro para iluminarlo, las ruinas de unas antiguas termas romanas descubiertas en las excavaciones de 1982 y 1983.
Por cierto, en algunos puntos los cristales están tan sucios que malamente distingues lo que hay debajo. En cambio en otros se pueden ver los restos de las canalizaciones para el agua.
E incluso algunos motivos decorativos con forma de florecitas. La primera vez que fui estaba por allà una visita turÃstica con una guÃa explicándoles todo el asunto de las termas romanas, y no sé si por cutrerÃo o por dejadez, ni los cincuenta céntimos soltó para iluminarlas de modo que la gente pudiera ver a qué se referÃa. Eso es calidad.
Al fondo de la zona acristalada se ve una hornacina con dos cabezas de plata. Son los archifamosos San Emeterio y San Celedonio, los patronos de Santander cuyas cabezas llegaron hasta aquà en un barco de piedra.
Dentro de las cabezas de plata, regaladas por el consulado de Burgos a la catedral en 1536, están los restos de sus cráneos. O eso nos tendremos que creer porque lo pone un cartelito allà mismo…
Durante la edad media, las cabezas permanecieron escondidas en las termas romanas. Ahora permanecen aquà expuestas todo el año salvo el dÃa que las sacan de procesión, la última vez hace cuatro o cinco dÃas. Nunca he llegado a ver esa procesión y dudo que lo haga salvo que me pille alguna vez por casualidad. Lo de un tropel de gente paseando un par de cabezas por la ciudad da para mucho en mi imaginación pero luego la realidad es bastante más aburrida.
La barca de la Barbie pirata
Pero qué bonita, que alegre, qué cool y que trendy es la dichosa barquita pintada en color rosa, con su calavera y sus tibias pintadas en el lateral, me imagino a Barbie de capitana pirata surcando el mar mediterráneo a la busca de un buen botÃn (y no me refiero al mandamás del banco Santander). Seguro que esta barca es el terror de los mares y en cuanto la ve un galeón, yate o transatlántico, se acojona y detiene la marcha de puro pánico, prestos y dispuestos a darle todo aquello de valor que porten a cambio de salvar el lifestyle fashion.
Virgensita, virgensita, qué perdido está el buen gusto en este mundo y qué malo es el vino antes de escribir entradas del blog…
El fuerte de Socoa
Señoras y señores santanderinos, si no son ustedes dados a viajar les recomiendo que vayan haciéndole una revisión al coche, cambien el chip y hagan unos kilómetros viendo paisajes, ciudades y otros paÃses que les garantizo que no viene nada mal, alegra el espÃritu, abre la mente y les garantizo de veras que algunos lo van necesitando.
Servidor siempre ha sido muy de los de «vamos por ahà a ver qué aparece», no en vano el subtÃtulo de mi anterior blog era «Sin rumbo. Sin prisas. Sin horarios.». Vamos a recorrer kilómetros, ir donde la carretera nos lleve y dejarnos asombrar por todo aquello que nos depare el camino, aunque no sea de «buena familia de toda la vida» como tanto se lleva en Santander.
Asà puede pasar que vayas por una carretera bordeando la costa francesa y de pronto aparece la playa, con sus diques y su fuerte al fondo.
Se trata del fuerte de Socoa, construido en 1636, arrasado con posterioridad y reconstruido más tarde. Está en la parte izquierda de los diques que protegen la bahÃa de San Juan de Luz contra la furia del mar.
Este es el Dique de l’ Artha, el dique central. Los ordenó construir Napoleón III hace más de siglo y medio, aburrido de que el mar causara estragos en la ciudad. Y es que el cantábrico a veces tiene muy mala leche por estos lares.
Si hay suerte incluso podemos ver un transatlántico aparcado al resguardo de los diques, con el pasaje siendo transportado hasta San Juan de Luz para disfrutar de sus calles, sus restaurantes y sus playas. Yo, como soy pobre, disfruto de lo mismo salvo que el papeo suele venir conmigo, lo cual tiene sus desventajas porque el menú no incluye sargo al horno, rodaballo, chuletón de buey ni se bebe un gran reserva, pero los que van a restaurantes tampoco pueden escoger una mesa en lo alto de una punta donde lo impresionante de las vistas te puede causar un esguince de córnea, ni en una roca junto al mar, ni en un prado al borde de un acantilado ni lugares por el estilo. Esta vida siempre es igual, en unas cosas se gana, en otras se pierde.
P.D. Si me toca la primitiva mando a freir churros puntas, prados, rocas y demás. Viva el sargo al horno, los gran reservas y la madre que los parió.
Pagar por mirar
Desgraciadamente, es hacia donde nos dirigimos en casi todos los ámbitos de la vida, pagar hasta por mirar. Monumentos, catedrales, museos, dentro de poco llegarán los pagos en las autovÃas, habrá playas privadas que sólo podrás pisar aflojando la cartera y un largo etcétera. Vean ustedes un ejemplo. Donde antes se podÃa pasar a echar una ojeda y sacarse una foto con la estatua de GaudÃ, ahora hay esto.
Cinco euritos por echarle una miradita al edificio y a los jardines. A su lado está el Palacio de Sobrellano, que habiendo mucho más que ver cobra sólo tres euros. A veces le comento a la parienta que en este paÃs al turista no se le ve como una persona a quien cuidar, animar a que compre y consuma, sino como a una gallina que desplumar sabiendo que como igual no vuelve hay que sacarle ahora lo más posible. En fin, vamos a cambiar de tema que me entra la depre.
Visitando ruinas (I)
Los que seguÃs este blog sabéis de sobra que me privan las ruinas, sean viejas, nuevas, enteras o cayéndose a trocitos, asà que pasando por Argomilla de Cayón y viendo un edificio enorme con aspecto de hecho polvo no pude por menos que parar y acercarme a echar una ojeada. Por el tamaño y la forma esto debió ser cuanto menos una fábrica de algo.
Pues serÃa una fábrica, no sé, aunque la forma es un poco extraña, no hay chimenea, no tiene un parking grande, le faltan todos esos detallitos que distinguen las fábricas.
En estas estaba frente a la verja de la entrada principal, intentando adivinar qué era aquello cuando veo que se me acerca en su paseillo mañanero una señora de unos ochenta años empujando un carrito de bebé. Como uno es educado por naturaleza la saludé amablemente, nos pusimos de cháchara y me fue contando que aquello en sus tiempos era un seminario. Una fábrica, sÃ, pero de curas. Hablamos un rato largo, me conto la historia, anécdotas, quienes eran los dueños y viéndome con la cámara me dijo que era familiar de quienes trabajaban ahora los campos de la finca y que podÃa pasar tranquilamente que no habÃa problema. Señora, señora, no me diga esas cosas que uno no es de piedra y me ciego…
Asà fue como entré a ver los restos del Seminario Menor de Argomilla de Cayón, actualmente en ruinas y a la venta por el Obispado a ver si hacen un hotel, un campo de golf, un centro de alto rendimiento o algo con tal de cobrar el dineral en el que está tasado. No estarÃa nada mal, porque ahora da más pena que otra cosa, con los caballos pastando a la puerta de las oficinas.
Se ve que por aquà ya pasaron los amigos de lo ajeno, vista la desaparición de los tubos de acero inoxidable con que se hacen las chimeneas. Me imagino que en el interior no quedará ni un gramo de cobre.
Cobre ninguno, pero pintadas un buen lote y con lo que me gustan a mi los grafittis de colorines me volvà con un buen botÃn de fotos.
Esta es la entrada por la parte trasera. Además de todas las pintadas, un cartelote sobre una puerta indica que dentro se juegan partidas de paintball. Ya veréis cómo el escenario es inmejorable.
Más ruinas, más pintadas, más fotos, más de disfrutar como un enano con la cámara.
Pero cuando de veras empecé a alucinar fue cuando pasé al interior. Ruinas, abandono, ni un alma alrededor, los restos del carro de Manolo Escobar ahà a la izquierda, una barricada de neumáticos delante…
La barricada y los restos de mil disparos de paintball. Algunos se lo deben pasar aquà de miedo.
Fijaros la pared detrás de los neumáticos. Esto no es cosa de una partida ni de dos, menudas batallas se habrán librado aquà dentro.
El carro que os comentaba, volcado sobre un lateral y perfecto para servir como parapeto. Evidentemente tiene tiros de pintura a lo largo y ancho de todo el armarzón.
Entretenido como estaba ni me habÃa percatado que alguien me estaba observando atentamente. «¿De donde habrá salido este friki que va a quemar el obturador de la cámara con tanta foto?», seguro que se estaba preguntando. Pues si ya llevaba unas cuántas fotos, ni os quiero contar lo que pasó al empezar a subir pisos o recorrer el resto del edificio, ya lo veréis dentro de unos dÃas.
La papelera de Liérganes
El hombre es un animal de costumbres, asà que vaya donde vaya, siempre con los ojos muy abiertos a la busca siempre de las mismas tonterÃas. Será por eso que me fijo en minucias que otros no ven pero paso delante de un castillo y ni me entero que está ahÃ…
Pues bien, de recorrido por Liérganes paso junto al cartel que anuncia el Fluviarium, aquel de las nutrias al que ya le dediqué dos entradas (una y dos). El ojo nota algo que no debiera estar ahÅ
Efectivamente. El guarro de turno ha transformado el cártel en la nueva papelera de Liérganes aplicando la conocida máxima «todo hueco es papelera«. ¿Qué mejor lugar para dejar un lote de vasos usados que un dispensador de folletos?
La subida a Estacas de Trueba
Tras la visita al túnel de la Engaña continué recorrido hasta el puerto de Estacas de Trueba, relativamente cerca y del que ya puse una entrada justo en la cima. No lo conocÃa y me dejó alucinado, no tanto por las vistas desde lo alto como por las vistas durante el camino. Por aquà se empieza, fijaros que valle y qué panorama contando que la carretera discurre por la ladera.
Hay que ir hasta el fondo del valle y una vez allà zigzaguear por la ladera hasta subir a lo más alto. Este es el fondo del valle.
Aunque no se note, la carretera va por esa ladera. Quizá la única señal es esa lÃnea en diagonal que se ve por arriba.
Ampliando un poco se aprecian algunos detalles que lo confirman, como este muro que sostiene una de las abundantes curvas de 180 grados.
Fijaros qué vista y las dimensiones del conjunto si lo comparamos con ese coche.
Si eres de los que te gusta conducir, aquà lo vas a pasar de maravilla haciendo curvas y contracurvas.
Si eres de los que llevan un Clio sin dirección asistida, vas a acabar con unas agujetas que para qué… madre mÃa, qué hartón a bregar con el volante.
Llegando arriba aparece hasta una cascada múltiple. Porque hacÃa fresquito, que si no daban ganas de chapuzar un rato.
Un puente en uno de los últimos tramos de la carretera. Qué cantidad de rincones bonitos y fotogénicos hay por esta zona.
A tan sólo unos metros del indicador del puerto se puede contemplar todo el valle y el trazado subiendo por la ladera. Esto con nieve tiene que ser una pasada.
Se ven un montón de cabañas montañesas con ganado pastando en los alrededores. No sé si estarán habitadas o se usarán sólo como refugio, en todo caso abandonadas no me parecieron.
Esta ruta la hice antes de subir al Pico de La Miel en busca de las vistas de Castro Valnera. Lejos estaba yo de saber, cateto de mi, que ya habÃa visto el Castro Valnera y no lo sabÃa. Desde lo alto de Estacas de Trueba se divisan un par de picos que me llamaron mucho la atención, sobre todo el de detrás.
¿Adivináis cómo se llama ese pico? Castro Valnera, evidentemente. Ni me lo imaginaba, pero revisando un mapa me di cuenta de lo cerca que estaba, busqué fotos de otros excursionistas y me confirmaron la similitud. Mira tú. Pegarme una señora pateada subiendo al Pico de la Miel para ver lo que ya habÃa visto, tiene bemoles la cosa…
Me siento observado
El pasado fin de semana hicimos una escapadita a Oviedo. Todo muy bien, tiempo fantástico, ciudad preciosa y grandÃsimo descubrimiento el «Bulevar de la sidra». Una calle semipeatonal repleta de sidrerÃas donde comer, picotear algo o simplemente alegrarse la vida con una botella de sidra que está tirada de precio y baja que da gusto.
Sin embargo allà tuve una extraña sensación mientras comÃamos. No sé, era como si alguien me estuviera observando, como si tuviera unos ojos fijos en mi pero por más que veÃa no habÃa nadie en los alrededores, sólo este bolardo…
Vamos al túnel de la Engaña (II)
Vamos con la segunda parte del recorrido camino del Túnel de la Engaña, si alguien se quedó sin leer la primera, aquà puede verla. Dejábamos el recorrido al final del segundo túnel, con unas vistas preciosas a valles y montañas que se irán repitiendo a lo largo del resto del camino.
Tercer túnel, integrado en la ladera. Tampoco tiene complicación.
Al salir veo algo extraño allá a lo lejos entre lo verde.
Otra ruina, pero muy grandota, como si hubiera sido un hotel o algo asÃ. Probablemente sea el poblado que construyeron para alojar a los trabajadores del túnel.
Esta tenÃa piso bajo, primer piso y un sótano. Por dentro está dividida en habitaciones, pero igual de hecha polvo que la estación de Yera de la entrada anterior. Todo ruinas y paredes caÃdas.
En una de las estancias habÃan dispuesto los cascotes de esta forma tan curiosa, probablemente algunos excursionistas comieron aquà y se montaron la mesa con sus asientos para estar más cómodos.
Que esté todo hecho una calamidad no quiere decir que no se pueda aprovechar para sacar fotos majas, intentando incluso enmarcar lo precioso del paisaje dentro de lo pobres que son las paredes. En el centro podéis ver la salida del tercer túnel.
Ampliamos y eliminamos la ventana, si llegan a poner en funcionamiento la lÃnea férrea otra cosa no tendrÃan, pero las vistas iban a ser increÃbles al circular por la ladera de estas montañas.
De la entrada del cuarto túnel no tengo fotos. Lo intenté, pero habÃa un arroyo en las inmediaciones y allà debÃan acampar una bandada de mosquitos asesinos, pero no mosquitos de los de siempre, sino otra raza armada con un aguijón tamaño aguja hipodérmica que viéndome llegar se lanzaron en busca de mi sangre como locos. Tuve que salir por piernas hacia el interior del túnel porque no habÃa manera de pararse el tiempo necesario para apuntar y disparar sin sentir un picotazo. Más adelante me fijé en el polo que llevaba y fijaros, una gota de sangre de un centÃmetro de ancho. Un mosquito me picó al lado del ombligo atravesando la tela y además de ésto me dejó una roncha de seis centÃmetros de ancho que me duró varios dÃas. La próxima vez habrá que llevarse la escopeta de perdigones, el único insecticida adecuado para semejantes monstruos.
Entro en el cuarto pasadizo y oigo unos cencerros. Cuando mis ojos se acostumbraron a la oscuridad éste fue el panorama que me encontré. Dos burros, un caballo y un potrillo descansando tranquilamente a la sombra. Si llega a venir la parienta conmigo habrÃa salido huyendo horrorizada, visto el poco cariño que le tiene al bicherÃo. Y si llegan a ser vacas no os quiero ni contar. Como uno es más confiado, me fui caminando tranquilamente por el lateral, sin hacer ruidos, sin movimientos bruscos, ellos pasaron de mi, yo pasé de ellos, todos contentos, aquà paz y después gloria.
Finiquitamos la parte segunda, en breve la tercera y última sesión de túneles.
Ya duraba mucho
¿Os acordáis de aquella letra «A» similar a los puntos de Google Maps que habÃa aparecido en la Plaza Porticada y a la que le habÃa dedicado una entrada?
Pues bien, la cosa tiene más miga de la que parece. Para empezar, es parte del afamado y perseguido «AquÃ, Ahora, Abecedario«, se trata de la letra A correspondiente con la palabra «Aquû. Lo que no entiendo es cómo apareció ahà hace unos dÃas si ese proyecto se hizo en 2013, pero bueno, tampoco entenderÃa cómo es posible si la letra A ya estaba representada por la palabra «aleluya» en el mercado de la Esperanza. Muchos dolores de cabeza me hubiera ganado intentando entender el asunto de no ser porque Juan, al que desde aquà le agradezco enormemente la ayuda prestada, me ha dado una información impagable sobre el tema de las letritas.
Bien, la letra es parte del proyecto artÃstico… o mejor deberÃa decir «era», porque estando en un lugar donde se sienta la gente y al alcance de los pequeños garrulillos asilvestrados cuyos padres dejan desmadrarse por la Porticada adelante con tal de cansarlos y que luego en casa no den la lata, el final ha sido breve y penoso. Está claro que algo asà o se electrifica o no dura.
Ni letra, ni sÃmbolo, ni aquÃ, ni allá. Si eso lo cambiamos y que pase a representar la letra N, de Nada. O la P, por la pegatina que le han plantado en su sitio.